21 de diciembre de 2008

Ninette y el kilómetro 127


Se arrimó a ella y puso la mano entre sus muslos. Los acarició y luego retiró el borde de la braga hasta alcanzar su sexo. Siguió tocándola mientras la besaba y la tendía sobre el suelo de piedra. Fue suavizando, poco a poco, los movimientos de sus dedos. Al fin, unos minutos después, la oyó gemir y notó cómo sus muslos se abrían y se cerraban, en movimientos regulares, bajo sus caricias. Después se echó sobre Ninette y alzó por completo sus faldas. Se movió despacio encima de la muchacha. Ella volvió a gemir y a dejar que su cuerpo se agitara descontrolado bajo el suyo. Besó sus labios, hundió su lengua entre ellos. Y cuando su propio cuerpo le anunció que llegaba al orgasmo, de nuevo escuchó los lamentos de placer que nacían en la garganta de Ninette”. Así vivió este viajero insatisfecho uno de esos momentos llenos de pasión, y cuasi-enfermedad amatoria, al lado de un río guatemalteco (fotografía).
Quien no conozca, en persona, a este mochilero se preguntará “¿para que contará el estúpido esas andanzas que suenan a farol?”; pero quien le conozca tal vez pensará -a que sí- “¡que más quisieras, inútil!”.
Ninguno acierta.
Este bello fragmento pertenece a la “Trilogía de Centroamérica”, de Javier Reverte. Como su título indica, tres relatos duros, vitales, terribles, que se adentran en la espesura de la vida centroamericana, con verdades como puños, amoríos, con guerrillas, contras, asesinatos, intereses, muerte, que además huelen a verdad o susceptibles de haberlo sido.
Quizás, verdades noveladas.
Lo que este pasional lector, a veces viajero, muestra es la parte lúdica -un fragmento- de uno de sus relatos.
- La matanza y muerte en el kilómetro 127 de la carretera del Petén tendréis que leerla, dice.

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15 de diciembre de 2008

Meteorología en Venezuela


Venezuela es un país rico. ¿Quién duda esta evidencia?. Nadie. Así, dentro del meollo del viaje, descubrir cosas como esta instantánea es uno de los grandes placeres visuales. Para ironizar, para criticar, reírse, entretener la vista unos minutos,…. Para todo eso y mucho más da la fotografía-cartel.
[Que se fije detenidamente el lector].
Habrá quien vea una crítica soterrada hacia Chaves.
Nadie dude que lo es.
Estamos de pueblos equivocados, de montajes electorales, de falsos revolucionarios, de manipuladores, de valientes bocazas hasta los mismísimos,…..


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8 de diciembre de 2008

Mighty sparrow


Se levantaba todas las mañanas, compraba su periódico y desayunaba tranquilamente en un cercano bar. Tranquilamente, si. No había nada que hacer. Y no lo hacía. Este viajero insatisfecho considera esos meses de su vida como huecos, deshilachados, desubicado y perdido en Trinidad y Tobago, tratando de encontrar un sitio, vagueando en Port of Spain (Puerto de España) -su capital- entre la monotonía del día a día, la música calypso (el ritmo más conocido) y las famosas “steel pan”, orquestas siempre preparadas para amenizar el carnaval.
¡Famoso el carnaval de Trinidad y Tobago!.
Se levantaba todas las mañanas y, casi diariamente, desayunaba con un secuestro (kidnapping, ransom) en los periódicos. Se sorprendía que todos los días hubiera raptos en estas islas. Se convirtió aquello, mientras estuvo el mochilero (70 días), en el segundo país con más secuestros del mundo, sólo superado entonces por Colombia.
¿Qué había detrás?. Pura extorsión, mafias, el dinero del rescate, intereses políticos -según algún triniteño- y poco más. ¿Parece poco?. Se secuestraba al rico, al político, al deportista de éxito, al hijo del médico ilustre, al padre del propietario de una cadena de supermercados,….
Hay países en los que no se entiende eso desde fuera. Este mochilero preguntaba por qué tanto secuestro.
Difícil de explicar.
La vida sigue.
El país marcha.
Se volvía a levantar al día siguiente.
Hoy, un famoso jugador de béisbol.
Siempre pensaba en el mito musical y favorito de las islas. Todo un grandes-ventas, Mighty sparrow.
En ese tiempo, nunca le tocó……
Y, no volvió a saber más.


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Fotografía.: Emancipation´s Day, en las calles de Port of Spain (Trinidad y Tobago).

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2 de diciembre de 2008

El poporo

Ayer, al cambiar en su habitación el polvo de sitio, se fijo en ese casi olvidado recuerdo de su encuentro con los poblados kogi y arzario en plena Sierra Nevada colombiana.
Le sacó una fotografía y se dijo para sus adentros: “Dentro de un rato voy a enseñar el ‘poporo’ a mis amigos”. Si bien este utensilio no es viaje en sí, transciende a la categoría de viaje por ser genuino de una zona recorrida por este viajero insatisfecho.
Un ‘poporo’ (también puede ser de oro y, entonces, se convierte en la imagen al mundo de Colombia) es un recipiente para guardar sustancias calinas, en este caso conchas de mar machacadas y molidas, necesarias como combinación en la masticación de las hojas de coca. Conchas, que estos dos pueblos se encargan de recolectar en el mar, después de un largo peregrinaje a sus orillas.
Los pasos del ritual serían los siguientes: el kogi o arzario lleva su 'poporo' colgado (en realidad, una calabaza hueca), junto con un pequeño saquillo con hojas de coca, medio secas. En el interior, va el polvo o picadura de conchas marinas y en la boca del recipiente un palo que empapado por el dueño de saliva lo impregna de ese polvo, que su dueño chupa, combinado después con hojas de coca en su boca. Se forma una masa, que el propietario, al final del ritual, escupe al suelo.

Esa masa o pócima -al contrario que el tabaco- fortalece al campesino en sus largas caminatas por veredas imposibles.
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25 de noviembre de 2008

Llámale. ¡Adelante!.

¡Mira que habrá visto detalles este viajero insatisfecho!. Detalles en las personas con las que viaja, detalles en el destartalado autobús, detalles en los niños, a la orilla del camino, al lado del agua de un cálido lago, esperando a que escampe arrimado a un birrioso muro. Detalles en animales domésticos, en los perros vagabundos, en las empinadas montañas. Se fija en ellos para absorber su esencia espiritual y cuestionarse su apariencia banal.
Se fijó en el rinoceronte negro, en el kudu (ya ha escrito un post sobre él), en las gacelas Thomson, en los facoceros pero, también, se fijó en el elefántico pene del antiguo paquidermo africano.
Como regalo.
No había encontrado las pulseras de pelo-de-rabo-de-elefante, que le habían encargado sus amigas, y pensó: “Pues, llevo el rabo [aunque sea en fotografía]”.
Se equivocó de órgano.
Total naturalidad, sin prepotencia ninguna, sin sonrojarse por la presencia humana y sin caer en el exhibicionismo, el elefante mostró todo su poderío sexual. Este natural, bello y masculino adorno, la lentitud de sus movimientos, su mirada enmarañada y su aparente “pasotismo” -a la vez que tronchaba ramas con su trompa- convertían al elefante en una especie de filósofo griego, de mensajero del más allá, de rey sin trono o de mendigo pidiendo “p’a dormir”, aún sintiéndose feliz bajo el libre cielo.
Si alguien quiere llamarle, ¡adelante!. Vive en el Parque Nacional Kruger (Sudáfrica).
¡A ver que pasa!.
Si no responde, siempre se puede uno poner triste y protestar:
¡No me llama!

¡No me escribe!.
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19 de noviembre de 2008

La liana


Vean, vean. Lo que el viajero insatisfecho muestra tan inocentemente no es ni más ni menos que el producto de una de sus ganserías; el resultado de su relax en medio del ruidoso silencio, animado por el guía que le mostraba cierto lado salvaje de la selva amazónica; el empobrecimiento del personaje aventurero; el ensalzamiento del turismo bobalicón. En resumen, es mucho más de lo que a primera vista parece.
No se matará con una caída desde esa altura, o sí, pero está asfixiando su prestigio y dañando su espíritu aventurero.
Se está autodestruyendo.
Detrás de este cretino mochilero, a quince metros del suelo impulsado como un péndulo por una liana, se observa la naturaleza natural, libre de ataduras y sin el rostro domeñado por el hombre. La luz, prisionera de la naturaleza.
Cuando os ofrezcan lanzaros por una liana, imitando a un Tarzán-paralítico, no lo hagáis. El talante del viajero debe de estar a la altura, dominar la situación y no prepararse para hacer el ridículo con cuatro gritos “tarzanescos”.

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13 de noviembre de 2008

Dentro de una cueva-bunker-cuartel-cárcel

Uno, dos. Dos aviones se incrustaron en las torres gemelas de Nueva York (2001). Mientras, este viajero insatisfecho visitaba uno de los muchos bunker-cuartel-cárcel que los vietnamitas habían construido, aprovechando la peculiaridad del terreno de las islas de la bahía de Halong, durante la guerra con los norteamericanos. Uno de aquellos jefes militares de entonces, reconvertido aunque mal en vigilante-guía, enseñaba la cueva tratando de no herir las sensibilidades de posibles americanos entre el tropel de curiosos.
Al otro lado del Pacífico, en Nueva York, el pánico se apoderaba de la ciudad al ver los efectos del imponente impacto. También el miedo se extendía al país.
En la bahía de Halong, en la cueva-cuartel, la paz y armonía eran absolutas, aunque sobrevolando en el ambiente ese halo de inquietud e incertidumbre que daba imaginar lo que hicieron, en aquella oscura cueva, los bravos y traicioneros vietnamitas, así caricaturizados en las películas americanas.
Este viajero tuvo que esperar al menos una hora -ignorante de lo que estaba ocurriendo en ese momento en el país de la otra costa, en el lado americano- para que se formara un grupo numeroso y el guía -aún vestido con trasnochada estética militar- iniciara las explicaciones reglamentarias del recorrido.
Se entraba por una disimulada y pequeña abertura en el promontorio, uno de los muchos que había debido a la original orografía del terreno. Ya dentro, una inmensa cavidad -mitad natural, mitad trabajada- recibía a los inquietos curiosos. En la casi completa oscuridad debían avanzar por pasadizos y peligrosas escaleras casi verticales, con la escasa luz de la linterna del vigilante-general-guía.
En España y en el mundo se seguía con expectación los acontecimientos de Washington y Nueva York.
En este apartado rincón de Vietnam, el grupo visitaba las celdas incrustadas en las paredes de la gruta, que sirvió unas veces como refugio al alto mando vietnamita y, otras, como cárcel para prisioneros americanos.
A la salida de este antiguo y natural refugio, al mochilero le pareció escuchar y entender que una avioneta había impactado en una de las torres gemelas. Para él, la tragedia era fácil de imaginar: 8 o 10 personas muertas. Durante una escala de cuatro horas en el aeropuerto de Singapur, una semana más tarde, pudo vislumbrar un poco la magnitud del acto. No fue hasta pisar suelo español, el 19 de septiembre, que entendió lo ocurrido.

¡Que diferente es el mundo cuando la desinformación y la ignorancia impera!.
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Fotografía: Entrada / salida del bunker vietnamita, atestada de turistas.


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9 de noviembre de 2008

¡Serán mamones!

Auténtico viaje mochilero-religioso”, afirmó hace unas entradas este viajero insatisfecho, al referirse a su recorrido por Mozambique. En esos momentos, contaba su acceso y sorpresa en una iglesia mozambiqueña. Se acordaba, además, de la pareja de neozelandeses (ella, unos 65 años; él, unos 30), que encontró en uno de los lugares de obligado refrigerio cervecero en Ilha Mozambique. Su presencia en el país, ellos la justificaron por su vocación y misión de pastores evangelistas.
Su avión les traía de Israel y Jordania; ahora, en Mozambique; pasados un par de meses, el destino les llevaría a Egipto, y más tarde a Austria. Para finalizar su periplo de año y medio, harían una parada en Estambul antes de regresar a tierras neozelandesas.
¡Serán mamones!, pensó este mochilero, al conocer su ruta (dibujada en un mapa) y ver cómo, entre risas picaronas, tomaban cervezas -por no sabe qué miedos de conciencia, ambos las mantenían en el suelo no en la mesa- en una preciosa terraza del más coqueto restaurante isleño.
¡Serán mamones!, grita ahora cuando rememora el hecho.

Mochilero era el viaje. Y de religioso se trata, pues los protagonistas de la historia son dos apasionados y pícaros pastores evangelistas neozelandeses, disfrutando -cree este mequetrefe viajero- ella de una segunda juventud y él de su primera y desaforada gran pasión, medianamente tardía.
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Fotografía.: capilla de Nossa Senhora de Baluarte, en Ilha Moçambique, considerado el edificio europeo más antiguo del hemisferio meridional.


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4 de noviembre de 2008

Tro y Kozo


Inocencia y candidez es lo que desprenden los cuentos africanos. Cuentos con moraleja. Cuentos de esclavos. Cuentos de aldea perdida, de poblado mísero.
Este viajero insatisfecho ve en ellos una historia comparativa con su esclavitud pasada. Con estos cuentos ¿cómo podría progresar una tierra?.

Tro (Gran antílope) y Kozo (Árbol) eran amigos íntimos. Tro tenía, por otra parte, en la persona de un cazador, al más terrible de los enemigos. Temía a su obstinado perseguidor tanto más cuanto se sabía muy visible, a causa de su alta estatura y sus largos cuernos.
Cierto día, extenuado a consecuencias de una larga carrera, Antílope pasó cerca de Árbol y se detuvo par contarle sus desgracias.
- Hermano –le propuso Kozo-, nada es más fácil que substraerte a la vista del hombre: cuando corras algún peligro, refúgiate en mis ramas bajas, que cuelgan hasta el suelo y están abundantemente provistas de hojas. Estoy a tu entera disposición.
Tro se lo agradeció y, muchas veces, recurrió al amable ofrecimiento del fiel compañero. Se sentía del todo seguro bajo aquellas tupidas frondas donde ningún ojo humano hubiera podido descubrirle. Una mañana, tras una penosa excursión nocturna, Antílope se tendió bajo su amigo y dormitó; luego, acuciado por el hambre y sin valor para ir a buscar alimento, comenzó a ramonear las hojas de Árbol.
- ¿Qué estas haciendo? ¡Miserable! –gritó Kozo- Te doy asilo y he aquí que me despojas.
Tro se encogió de hombros, sin responder, prosiguió su comida, volvió cada día y, habiéndole cogido gusto a aquella nueva comida, consiguió desnudar todas las ramas que estaban a su alcance. Unos días más tarde, el cazador, pasando cerca de allí, no tuvo dificultad alguna en descubrir a Antílope profundamente dormido bajo Árbol, privado de su follaje. Apuntó y lo dejó seco. Tro pagó así, con su vida, su negra ingratitud
”.

Moraleja: Debes ser castigado cuando despojas a alguien que te ha hecho un favor.
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La fotografía es un árbol (quizás, un baobab) de Senegal, el mayor que ha visto este viajero. Bajo su sombra había un mercadillo. ¿Estaría Tro allí?.

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27 de octubre de 2008

De la yegua, claro

Aparte de sus viajes, necesitados del avión como transporte, este mochilero realiza intermitentes idas y venidas a su tierra natal que le ayudan a soportar el calvario madrileño. Ya en el pueblo que le vio nacer, si el tiempo le acompaña, cultiva matojos que a nadie interesan, riega con esmero arbustos inservibles, realiza largos paseos por los campos, descansa apoyado en un ribazo y vuelve a retomar su caminata cuando el cuerpo se encuentra entre relajado, después de su agarrotamiento anterior, y alegre, lo que anima nuevos pasos.
En su último viaje terruñero, una garbosa yegua soportó durante un buen rato su inconsciencia aventurera. Le permitió subirse y obedeció sus órdenes de carrera. Sintiéndose crecido por el éxito momentáneo y consentido, el viajero insatisfecho intentó ponerse de pie en su lomo desnudo.
No tiene constancia de que al animal en cuestión alguien, entonces, le susurrara al oído para que detuviera su galope, que lo hizo, lo que dice mucho de la inteligencia del animal pero también de la estupidez del viajero.
El público asistente a una cercana reunión aplaudió la reacción.

De la yegua, claro.

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22 de octubre de 2008

Restaurante Oro

- Mucho turismo aquí ¿dices?. Entra más turismo en Fuengirola en un mes que en toda Costa Rica en un año.
Quien se expresaba así, era un fuengirolés (?) afincado en Puerto Viejo (Costa Rica), con un restaurante de comida española (sin duda alguna, el mejor de aquel pueblo playero, plagado de sitios para comer), amante de su tierra natal y fervoroso defensor de la Seguridad social española que le había -dijo- salvado la vida.
Y gratis, añadió.
Este viajero insatisfecho, hospedado unos días en una de sus habitaciones, habló alguna noche con él mientras cenaba las mejores viandas desde su llegada al país. Divorciado de su mujer española, estaba casado con una muy trabajadora y joven nicaragüense que le cuidaba como si fuera su “particular-Dios”. Vigilaba su dieta, impuesta por la Seguridad social, no le permitía un sólo esfuerzo y controlaba sus cervezas como si en ello le fuera su futuro.
Que le iba.
El personaje era Antonio y llevaba, entonces (2005), con maestría el Restaurante Oro (sólo cenas).
No dejéis de visitarlo.
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Cerca de Puerto Viejo, estaba la reserva indígena de Bribri. Para llegar a sus aledaños había que tomar este simpático y colorido autobús.

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16 de octubre de 2008

Niños kogis


Al publicar esta fotografía en estos tiempos actuales de -a veces- ramplona paranoia pederastia, este viajero insatisfecho no sabe por qué sintió riesgo o, quizás, inseguridad. Pero tan natural le pareció la fotografía, tanta sinceridad vio en ella, tan inesperado fue el encuentro en aquel paraje con este par de niños, con su particular vestimenta blanca, que no puso reparos en compartirla.
Más tarde comprobaría que su fortuita aparición constituía el anuncio de un cercano poblado kogi, originario y habitante de la Sierra Nevada colombiana, afincado al lado de la ruta, por aquellas sendas en laderas montañosas.
Les cruzó el pequeño arroyuelo en brazos, aunque seguro lo habrían cruzado ya cientos de veces, ligeros y rápidos; habló con ellos cuatro palabras, y les pidió prestada una sonrisa para la instantánea, aunque eran sumamente reacios a cualquier muestra de simpatía
Obtuvo la sonrisa, y continuó su marcha.
Mientras el mochilero descansaba, apoyado en una cabaña de madera y paja de la comunidad kogi, los pequeños aparecieron tímidos por la misma estrecha vereda que trajera hasta allí a este curioso caminante.
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10 de octubre de 2008

Criterios viajeros del viajero insatisfecho

Hay muchos criterios para catalogar a los viajeros.
Muchos, y muy distintos.
Cada individuo tiene los suyos.
Un criterio, entre otros, para juzgar al viajero de nuestros días es la pura apreciación subjetiva, el derecho que tiene cada individuo a hacer sus propias conclusiones de acuerdo a sus gustos y disgustos. Un paladar puede definir aquel recorrido de turisteo anodino y estúpido, y otro de viaje magnífico, bueno, regular o malo.
Desde el punto de vista de este mequetrefe mochilero -ajeno siempre a las críticas malintencionadas- la única forma de evitar las buenas ofertas de operadores turísticos es librarse uno mismo de consignas preestablecidas y de los principios que sólo ven negocio, independientemente de la calidad de sus ofertas, que imponen valores y falsos valores, en contra de lo que supone atesoramiento de aventuras, sensaciones, experiencias, y venden lo que venden únicamente porque ellos deciden que es bueno, y lo tienen que “propagandear” como bueno.
Peleemos por nuestros esquemas viajeros, rebelándonos contra carteles anunciadores de viajes espectáculo, que venden cultura viajera enlatada, que generan divertimentos falsos para paralíticos de la aventura, de las contingencias o empresas de resultado incierto.
¡Quédense en casa, señores, o digan a sus amigos que, por unos días, van a cambiar de residencia!. Nada más.
Busquemos la autenticidad del viaje sentido y vivido, nada de simulacros y rutas acartonadas por los guías de turno. Porque el viaje es impulsor de cultura tanto interna como para la gente local; es centro neurálgico de vida espiritual; es goce de sentimientos, y es enseñanza para contrarrestar las imperfecciones que nos imponen, entre otras, la vida rutinaria y, como no, la política. Siendo extremista, con el viaje se atesoran unas formas ideales de ser, de amar, de vivir y sentir.
Sólo si el viaje recupera esas esencias de libertad, de individual aventura, se emancipa de land rovers innecesarios, de camellos contratados, de lanchas rápidas, de grupos-para-que-salga-más-barato y se apoya en las -también- esencias de las gentes del lugar, merece la pena disfrutarlo.

Si no, ¡al carajo!.

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4 de octubre de 2008

El sadhu

El shadu recogió el trozo de granada que le entregó el viajero insatisfecho en su palma de la mano.
Con suavidad (Aquello le convirtió en “su sadhu”).
Con la misma suavidad que le vio alejarse tan solo unos metros. Con la misma suavidad que se acercó a pedírsela, con un gesto. Casi quitársela. Con la misma suavidad que miró al viajero blanco y barbudo un instante, justo al tomar la granada.
Una mirada que hizo las veces de agradecimiento.
El mochilero observaba a “su sadhu” sorprendido, aunque no fuera la primera vez que veía a un personaje así. Hay muchos por las calles de la India, muchos escondidos en los lugares más insospechados, observando la religiosidad de la vida con la nitidez de un asceta, con la complejidad de una persona perdida y lejana.
Con suavidad y una lentitud pasmosa fue sacando el contenido de la granada, grano a grano. Un joven hindú pasó a su lado y dejó caer una rupia en su saco semivacío que tenía a los pies. El mochilero miraba, y oía el agua del Ganga (río Ganges) que pasaba al lado de la suavidad del sadhu. Sentado, tranquilo, en silencio, con su pelo moreno atado en moño, los brazos apoyados en las rodillas, su larga barba blanca, casi cenicienta, formando una típica silueta oriental.
[Le sacó una fotografía].
El que nunca haya tenido a unos metros a un sadhu nunca contrastará con lo que es su ajetreada vida propia y personal. Este sadhu de Rishikesh respira su ciudad sagrada. Palpa a la madre Ganga, que se muestra salvaje y ruidosa a su paso capitalino.
No pareciera Rishikesh el lugar ideal para meditar, pero lo es. Este viajero vio occidentales -tal vez patrañeros- vestidos de ascetas monacales, de imagen rasta y llevando una aparente vida de meditación. Aunque nada que ver con la verdad que transmitía “su sadhu”, cercano, en la ribera del Ganga.
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29 de septiembre de 2008

El río Mekong


Bello. Impresionante. Húmedo. Salvaje, a veces. Turistas, muchos. Real, quizás primitivo. Fascinante. Todas estas cosas y muchos calificativos más corresponden al río Mekong.
Si hay un río en el mundo que sea en sí mismo agua abundante y riqueza comercial, ese es el río vietnamita por excelencia. Ni el Amazonas, ni el Nilo acaparan ese cauce económico que éste posee.
Vietnam resurgió con él.
Los americanos lo sufrieron. O arrasaban su primigenia fuerza o sucumbían al impacto de sus gentes.
Gentes peleonas, personajes diferentes. Si tuvieran la falsedad de los chinos, la belleza de tailandeses y el furor de los bucaneros malayos serían otra cosa, pero no vietnamitas.
Los vietnamitas son eso, y más.
El río Mekong es eso, y más. Es vegetación, es agua, miles o millones de metros cúbicos de agua. Son riberas, donde pequeñas fábricas artesanales de molinos de arroz, de sombreros vietnamitas, de salsa de pescado, de galletas de arroz, de cachivaches orientales, de papel de arroz (otra vez con el arroz),…., jalonan el camino, ocultas -mucha veces- por la vegetación natural del río.
Mercados flotantes.
El mercado flotante de Cai Rang se encuentra cerca de la ciudad de Cân Tho y es uno de los dos mercados del suroreste de Vietnam. Para ofertar sus productos, el vietnamita-flotante los suspende del poste (beo cây) en la proa del barco.
Muy elemental, aunque no deja de ser original.
En este río todo es elemental pero todo -también- original. Hasta la presencia del viajero insatisfecho en su curso y orillas.

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22 de septiembre de 2008

¿No se habrá tomado las pastillas?

El abuelo no se ha tomado las pastillas”, dejó caer el otro día uno de los muchos bloggers que bromean sobre la edad y la memoria de McCain, candidato republicano a presidente de Estados Unidos, a raíz de una entrevista en la que le preguntaban por el presidente Zapatero y probablemente pensó que la entrevistadora “estaba hablando de Zapata, porque para McCain 1910 es prácticamente ayer”.
¡Qué genio este blogger!.
¿Qué le pasó a aquel otro abuelo chileno en Foz de Iguaçu, ciudad cercana a las cataratas, que lloraba como una magdalena cuando el viajero insatisfecho se despedía para tomar el avión a Río de Janeiro?. Había charlado con él un rato antes de ver las cataratas y otro poco al día siguiente de haberlas visitado.
¿No se habría tomado las pastillas?.
¿La vejez sensibiliza y confunde tanto, que McCain no supo que la guerra de Cuba había terminado o el abuelo chileno olvidó que los españoles ya no somos sus jerifaltes a quienes deben sus lloros y pleitesía?.
El mundo está confuso, a veces por la vejez, o quizás por la quietud.
Yo creo que si McCain hubiera viajado asimilando un poco, habría sabido discernir que Spain no está en South America sino que pertenece a Europe. Si aquel chileno no hubiera visto disminuida su capacidad por la propia vejez habría sabido que el “españolito” no era su protector ni mecenas sino un despistado viajero con ganas de ver y transitar.
El mochilero cree que los dos casos son tan estrambóticos como diferentes.
La torpeza de McCain es producto de no haber sido un asimilador viajero, o viajar con la manifiesta ignorancia que lo hacen un sinnúmero de americanos; el desliz del abuelo chileno tuvo que ver con la emoción de sentirse escuchado, de haber recibido la atención de un español con ganas de conocer, escuchar y vivir -a través de otros- unas aventuras que contar.
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Nota.: La fotografía cortesía de su autor y de Google.

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17 de septiembre de 2008

Patio dos Quintalinhos

Alahbáaa!!. Alahbáaa!!.
Sibri surijhi irimera alherita, dirimo.
Alahbáaa!!. Alahbáa!!”.
Perdón, por estos casi ridículos sonidos onomatopéyicos, pero así, o similar, sonaba la llamada a la oración desde los altavoces de la “mezquita verde” de Ilha Moçambique, a diez metros de mi lecho, en una habitación con cierto encanto enclavada en el hotel Patio dos Quintalinhos que regentaba un avispado italiano. Eran más o menos las cuatro y media de la mañana -noche cerrada- y aquellos cacharros que expulsaban estruendosas voces metálicas pareciera que sonaran en lo alto de la almohada.
¡Malditos!, gritaba entonces el viajero insatisfecho.
Luego, cuando el sol se había ya levantado a lo lejos, en el horizonte del reposado océano, se repetía él mismo tratando de convencerse: ¡Qué bello es despertarse en medio de la noche con los chirridos metálicos de una oración que no entiende “ni el tato”!.
¡Malditos!, grita de nuevo el mochilero al escribir estas líneas, mientras en su memoria flotan las estridentes voces enlatadas.
Contradicción, otra vez.
Sus ganancias y rentas estaban claras. Se levantaba y paseaba al amanecer por una silenciosa playa donde recibía, sentado y sereno, a los extrañados pescadores de ciudad Makuti que preparaban sus aperos para las tempraneras faenas.
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11 de septiembre de 2008

La flor de la montaña

Cuando el viajero, después de una tempranera e impresionante tormenta tropical, ve aquella flor de la montaña crecer orgullosa, aguantar las tiernas ráfagas de viento al amanecer y absorber la lluvia recién caída, piensa en el poderío de Inka Yupanki (o Pachakuti), que desde aquella impresionante y privilegiada atalaya ajardinada (frase prestada), controlaba a sus trabajadores afanados en la construcción de su hacienda Real (Machu Picchu), y donde ahora, más de quinientos años después, esta hermosa flor escudriña y tantea los valles con su hierática mirada.
Domina Machu Picchu, como un día lo hiciera Inka Yupanki; vigila su poderío, como un día lo hiciera Inka Yupanki, y acaricia el cielo, como un día -también- lo hiciera Inka Yupanki.
Al frente, las ruinas de un imperio orgulloso; a la derecha, el empinado barranco que adormece o, quizás, solivianta al hermoso río. Este mochilero, a su lado, observa el entorno del Paraíso o, al menos, así se lo imagina.

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31 de agosto de 2008

El despertador de su vida

- “¿A qué hora sale el bus?”.
- “A las 4,30 de la mañana. Tendrás que madrugar. En este país, los autobuses para viajes largos salen siempre sobre esta hora”.
El mochilero tendrá que levantarse gran parte de los días a las 3 de la mañana, pero ¿cómo?. Duerme como una roca y los vigilantes nocturnos de los hoteles baratos, por lo general, son la irresponsabilidad absoluta.
La solución del clásico despertador le pareció la más inteligente. Ya tarde, salió a la “busca y captura” del despertador de su vida por las calles de Maputo.
El viajero insatisfecho, a veces, sufre momentos convertido en verdadero espeso-mental, míseros momentos (que se dispone a enseñar), la olla a punto de explotar, vahídos intelectuales, turbaciones varias, estrechez de miras y candidez enfermiza. Y allí, lejos, sufriendo uno de esos estados, o todos a la vez, se compró el “despertador de su vida”. Tan kitch como algunos templos budistas, tan hortera como un cerdo con diente de oro, y hasta silencioso: una contradicción para semejante aparato.
En fin, un desastre.

Un desastre pero que le resolvió un tema tan nimio como importante, como es el de viajar a diversos lugares en autobús.
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23 de agosto de 2008

El chubasquero

Quien vaya a disfrutar del Parque de Atracciones de Madrid, encontrará muchas posibilidades de diversión, sorpresa, alegría…. El otro día hablaba con unos amigos para quienes “El aserradero” es una de sus mejores atracciones. Es una montaña rusa de agua con canoas que discurren a través de un canal con ‘dos geniales’ caídas, pero donde algunos -decían- se ponen el chubasquero para no verse salpicados por ‘cuatro’ gotas de agua controlada.
Y este viajero se acordó de las potentes cataratas de Iguazu (Brasil).
¡Qué maravilla recibir, al final del paseo -a sus pies- a los pies de la más imponente catarata nunca vista, las aguas casi gaseosas, frías, casi ventisca, monumentalmente ruidosas, que deja su cola al caer por el terrible desnivel que ella misma, con el paso de los años, se ha fabricado!.
¡Qué maravilla percibir desde allí ese ruido casi infernal!
¡Qué maravilla encontrarse en medio de una nube de agua casi celeste!
¡Qué chubasquero, ni qué niño muerto!.
Cuando alguien se enfrenta a la naturaleza, o disfruta de su ímpetu, o se queda en “el aserradero” de su particular parque de atracciones y coloca ese salvador chubasquero.
No hay término intermedio.
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12 de agosto de 2008

Amigo Reverte, tus experiencias son un blog en regla

Hace unos días invitó a Javier Reverte a un “focus group” que trataría de “Los blogs de viajes y el periodismo”. Aunque se mostró en principio encantado de participar, al final concluía: “Pero yo no sé nada de blogs”. Para animarle este mochilero le pidió que pensara en los cuadernos de bitácora. Se sentiría más experto. Aún así aseguró que lo único que hacía en sus viajes era tomar unas notas que le sirvieran de recuerdo.
Inmediatamente, este viajero insatisfecho se plantó delante de su libro Vagabundo en África, para tratar de rebatir con sus propias frases, que este viajero recordaba muy bien, las empecinadas teorías de este famoso y querido autor. Decía Reverte:

Durante los días que siguieron, disfruté con intensidad de la vida a bordo y de la potencia y la belleza del río Congo. Y tuve muchas horas para leer y tomar notas. Pienso que es mejor reproducir mi diario tal y como lo escribí entonces, a bordo del Akongo-Mohela, siguiendo la estela de Joseph Conrad, corriente arriba, y rumbo al corazón de las tinieblas.

25 de septiembre de 1997. Muelles de Kinshasa.

El barco ha comenzado a moverse a eso de las cuatro y veinte de la tarde. Encerrado entre otros viejos buques que parecen fuera de uso, más que maniobrando para zarpar nos abrimos hueco a empujones y el Akongo-Mohela, que tiene casco de metal, ha descascarillado las bordas de un par de naves de madera….
[y así, durante un centenar de páginas].
¡Amigo Reverte, creo que esto -según lo describes- es un cuaderno de bitácora, o un blog, en toda regla!.
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2 de agosto de 2008

Ahí va

Hace unos días el viajero insatisfecho hizo una entrada sobre un árbol por el que sintió absoluta curiosidad. Un árbol que observaba cuando circulaba por una de las muchas carreteras africanas, en concreto, mozambiqueñas. Aparecía insistentemente en el centro de los poblados que veía rápido al pasar en el bus.
Decía entonces, al tener la oportunidad de observarlo de cerca: “Intentó informarse y preguntó a las mujeres que salieron tímidas al encuentro.
No hablaban portugués. Ni con gestos lograron entenderse
”.
Como si fuera un experto periodista, citó la fuente (las mujeres) pero no la mostró.
Ahí va.
(Ellas posaron con mucha amabilidad para la fotografía. Con la misma, es expuesta).
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25 de julio de 2008

Tal vez un refrán o un proverbio


Un viajero insatisfecho es un viajero apasionado en potencia”.

He ahí el dilema; tal vez del autor; tal vez de los viajeros en general; tal vez del que lo lee y medita.
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18 de julio de 2008

En Perú, al viajero le robaron

Transcripción de la denuncia:
Siendo la fecha y hora indicada al margen, se presentó a esta Comisaría PNP de Máncora la persona de Blas……….., natural de España, soltero, ocupación……., identificado con pasaporte Nº…………. y hospedado en el hotel Casa Blanca, Mancora, para denunciar que el día de hoy, a las 11,45 AM, en los momentos que se encontraba caminando por la playa El Amor, fue interceptado por un sujeto no identificado, el cual lo amenazó con una arma blanca (cuchillo) para luego proceder a quitarle su canguro, color marrón claro, lo cual contenía en su interior una cámara fotográfica digital de color plateada de marca OLYMPUS; un reloj marca LOTUS color dorado, valorizado en 200,00 euros; 200 nuevos soles en dinero efectivo, una conexión de cable USB de su cámara fotográfica. Este tipo presentaba las siguientes características: vestía polo amarillo, short gris, 1, 68 m de estatura. Ted gruesa, color trigueño de pelo corto, para luego de cometer el hecho se dio a la fuga conduciéndose a las lagunas de oxidación, sienta la presente denuncia, ante la PNP, para fines de Ley…….”

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14 de julio de 2008

Asalto en Monteverde (Costa Rica)

Este viajero tomó el autobús frente al Banco Nacional de Santa Elena, área de Monteverde en Costa Rica, a las 9 de la mañana, rumbo al volcán Arenal (La Fortuna).
Su nuevo destino.
4 horas después, saltaba la noticia: “El Banco Nacional de Santa Elena, asaltado. En su interior, varias decenas de rehenes”.
Toda la zona turística de Monteverde fue cerrada herméticamente por la policía. Zona, por cierto, que a este mochilero no le gustó, por turistona, y por acoger a los niños-pijos de países de habla inglesa, puede que también hispana.
28 horas más tarde, los titulares de las noticias decían algo así como “los asaltantes lo calcularon mal y todo terminó en un ‘baño de sangre’, que dejó nueve muertos: tres atracadores, cinco civiles y un policía”.
Por la televisión costarricense se siguió todo el asalto-secuestro. La sociedad costarricense estaba consternada. Un pueblo acostumbrado a la ausencia de violencia siguió por televisión asustado las 28 horas de incertidumbre. Se vivió, incluso, un fracasado intento de asalto policial, que añadió cadáveres al triste panorama.
“Seguro que serán nicas [nicaragüenses]. Los ticos [costarricenses] no serían capaces de hacer una cosa así”, oyó decir este viajero insatisfecho a una de las muchas personas expectantes ante el televisor.
Luego se demostraría la verdad de estas palabras.
No hay pateras, pero los ticos sienten ese similar rechazo hacia sus vecinos, según aquellos, acostumbrados éstos a la violencia de revueltas, revoluciones y contras en su país.
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Foto.- Volcán Arenal, visto desde Monteverde.


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6 de julio de 2008

El niño de Ollantaytambo

Le hacían un gesto imitando al movimiento para que les sacase una foto; le decían abiertamente “señor, pídame que le cante”, o se ponían delante del viajero y entonaban sus primeras notas. Así se mostraban muchos niños en los alrededores de las ruinas peruanas.
Ruinas para turistas; ruinas para viajeros; ruinas para los güiris de turno. Ruinas para la ruina-del-niño que quiere vivir del viajero.
El mochilero no suele hacerles mucho caso. Sería darles para que pidan más. Sería otorgarles una esperanza vana. Sería animarles a perder sus oportunidades. Sin duda, cree este viajero insatisfecho, que las tienen.
Pero en Ollantaytambo (todo un reto pronunciarlo), en unas preciosas ruinas -aperitivo de las de Machu Picchu- un niño se le acercó y le pidió que le pidiera que cantara.
Y se lo pidió.
Y el niño cantó.
El Dios sol caía desbocado sobre las descubiertas cabezas. Las terrazas incaicas servían de refugio. Y cantó una canción local, surgida de las montañas y valles, del imperio inca o, tal vez, de los pueblos chanka.

¡Hasta los niños siguen viviendo e interpretando el recuerdo de aquellos pueblos antepasados!.
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27 de junio de 2008

Ese "no se qué árbol"

Insistentemente aparecían en el centro de los pequeños poblados o comunidades que iba dejando atrás, subido en un autobús-intermedio (ni demasiado bueno, ni demasiado cutre). Los veía rápido, de manera fugaz, pero despertaban curiosidad por su color verde brillante, chillón; sus extrañas hojas multiformes, y sus ramas rectas y orgullosas. Si el mochilero fuera dentro de una excursión organizada, seguro que el guía daría sentido religioso a esa planta, a su situación o, tal vez, a su misión protectora del poblado, con informaciones banales y engañabobos.
- Ejercen una fuerza sobre los malos espíritus del poblado, a los que expulsan perseguidos por su olor celestial- imagina podría ser uno de los comentarios supuestos.
Se encontraban casi siempre en el centro del círculo que conformaban las cabañas de tierra y paja, ocupando un lugar de privilegiado en la mayoría de los casos.
Como no llevaba un experto guía, el viajero insatisfecho se preguntaba “¿Qué tipo de planta será esa?”.
Un oportuno pinchazo a unos metros de una de esas pequeñas comunidades, le permitió sacar una fotografía. Mientras pulsaba botón de la cámara, sintió el denso olor a naturaleza, también el fino hedor que desprendían las cercanas cabañas, percibió el fuerte brillo de sus hojas erguidas y chillonas y apreció la variedad de objetos que se encontraban en su base.
Desde luego, lugar de reunión.
Intentó informarse y preguntó a las mujeres que salieron tímidas al encuentro.
No hablaban portugués. Ni con gestos lograron entenderse.
Mala suerte, se dijo.

Ahora, la curiosidad le corroe al ver la fotografía.
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21 de junio de 2008

La mosca tse-tsé

Ayer leía Mi viaje por África del premio Nobel de Literatura, Winston Churchill. No había leído nada de él. Conocía lo que conoce la gran mayoría de los ciudadanos: sus días como primer ministro y, por referencias de otros libros leídos, sus andanzas y paso por Jartum.
No siendo crítico literario, este viajero insatisfecho no se propone hacer una loa de sus dotes como escritor ni de su dominio de la lengua y el lenguaje. Pero sí exponer, en sentido crítico, “sus vapores” literarios con tufillo imperialista, productos de aquella época, los primeros años del siglo XX.
Pero no es lo importante.
Lo que le animó a escribir esto fue uno de esos capítulos donde habla del reino de Buganda, actual Uganda. Más o menos, pues de todos es conocida la arbitraria partición de las tierras africanas.
En aquella zona, Buganda, al oeste del lago Victoria, el nobel inglés sitúa la terrible epidemia que entonces minaba la población ribereña de ríos y lagos. El causante: la pequeña mosca tse-tsé -glossina palpalis- que propagaba la ‘enfermedad del sueño’ (tripanosomiasis africana), “sin que apenas exista -decía Churchill- precaución alguna eficaz contra su picadura”.
A finales de 1905, en las regiones azotadas por esta plaga se contabilizaron más de doscientos mil muertos, entre una población total que no habría excedido los trescientos mil habitantes”.
Esclavitud, hambre, colonialismo, mosca tse-tsé, hambre, malaria, pobreza, sida, guerras, esclavitud, malaria, hambruna, sida, pobreza, colonialismo, sequías,…..

¡Pobre África!.
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15 de junio de 2008

Se derrumbó la revolución

Muy cerca de Sierra Maestra, cuna de la revolución cubana de Fidel Castro, en el Oriente isleño, este viajero insatisfecho desmitificó en su interior ese histórico acontecimiento.
En un poblado aledaño, entre Santiago de Cuba y Guantánamo, compró ilegalmente a unos labriegos un cerdo (no estaba permitido), en el llamado periodo especial, que sirvió para alimentar las bocas y calmar el estómago de un grupo de jóvenes lugareños, que escondían el bocado -la tajada- como si fuera la cosecha de un cruel robo.
La idea partió para “echarnos unas risas” y “resolver” la cena, pero se convirtió en un verdadero espectáculo al ir aumentando el grupo, al olor de tan sorpresivo asado campestre.
Qué mal (por el hecho en sí) y qué bien (al verles saciados). Así se sintió en las estribaciones de aquellos montes tan guerrilleros.
Se derrumbó la revolución, cuando tuvo que comprar un cerdo a escondidas.
Se derrumbó la revolución, cuando observó cómo los bocados eran de asustadizas personas.
Se derrumbó la revolución, cuando oyó al viejo, oriundo de Asturias, gemir por haberse quedado atrapado entonces por el Régimen -de entonces y de ahora-.
¡Se derrumbó la revolución, como se derrumbó para muchos cubanos!.
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8 de junio de 2008

La otra publicidad

La publicidad en África es -a veces- tan sencilla, tan evidente, tan transparente que no necesita muchas pistas. En multitud de ciudades pequeñas y grandes este viajero se ha quedado mirando un cartel publicitario con ese asombro que todos tenemos para las cosas simpáticas y originales.
Alguien podría espetarle extrañado al ver la fotografía que presenta en este post: “¡Pero esto no es publicidad!”.
Efectivamente, puede que no sea publicidad tal y como se entiende actualmente pero lo que no hay duda es que a ellos les sirve. Es allí donde está el cartel, las letras, los dibujos, los logos,…. ¿No recordáis la publicidad española de hace unos años?.
No preguntemos más.
Esa cierta simplicidad esta llena de verdad.
Esa transparencia de mensaje está llena de verdad, y mantiene las mismas aspiraciones que la campaña más exótica, rimbombante y cursi que se pueda lanzar en este mundo europeo más cercano.
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1 de junio de 2008

Todo un viaje mochilero-religioso

Siempre pone cara de sorpresa este mochilero ante las ceremonias y oficios de esas religiones de voceros y actores lenguaraces que alimentan el espíritu de las gentes, no siempre las más cultas, a base de gritos y exagerados gestos. Religiones, cree, de mentecatos manipuladores e impulsivos sinvergüenzas.
No sabe por qué cuando paseaba por una de las calles de Beira, una bella ciudad de Mozambique, y oyó salir de un edificio religioso -Igreja Universal do Reino de Deus, rezaba a la entrada- fuertes voces metálicas-de-micrófono en apariencia barato, se acordó de esos voceros, nunca vistos en directo pero de los cuales todo mundo tiene referencia.
Al entrar, la sonrisa de una monaguillo (¿se dirá monaguilla?), le animó a pasar con un simpático gesto. Tomó asiento atrás en uno de los largos bancos de la iglesia y se dispuso a presenciar lo que era un novedoso espectáculo.
El oficiante, micrófono en mano, lanzaba exhortos a gritos, entre sonrisas y ojos chillones, que los asistentes (algunos) contestaban con extravagantes gestos de oración, casi de éxtasis. Era tal la fuerza de convicción del personaje que, de manera anárquica, los imbuidos del espíritu del Más-allá lanzaban a su vez todo tipo de gritos y saltos impulsivos. La creencia religiosa repercute fuertemente en la vida de las personas, en sus actitudes, costumbres y normas de conducta.
No siempre de manera positiva.
Este viajero insatisfecho no pudo menos que salir un poco traicionado por su también convulsiva curiosidad. Luego tendría ocasión de oír otros oficios de similar estilo, e incluso viajar (brazo con brazo, sudor con sudor) con un joven que dijo ser pastor de la iglesia baptista mozambiqueña (mozambicana, como les gusta decir a ellos).
Todo un viaje mochilero-religioso. Y aún hay más.

Para otra ocasión.
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27 de mayo de 2008

El mensaje de “El Roto”

Este mochilero no pudo menos que reírse al ver el chiste de “El Roto”, ayer en el diario El País. Pensó en los bloggers, en general, y, en alguno, en particular. Entre ellos, en él mismo.
Este descarnado humorista (que siempre incide en la diana con sus particulares maneras) no se refería expresamente a nadie en concreto, claro está, sino que podría ser un mensaje a todos los que tienen una pequeña bitácora.
El viajero insatisfecho se aplicó el cuento (andantes = viajeros), tomó nota, e intentará mejorar para tener “más pegada”.
Difícil misión.

¿No somos todos merecedores de tener “más pegada”?.
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23 de mayo de 2008

¿Cacique o sueño?

El viajero insatisfecho se ha relacionado con chamanes (son un misterio) y con jefes de comunas (normales y corrientes), pero nunca lo ha hecho con caciques.
Pero caciques antiguos.
Aquellos de las películas infantiles que, aunque bravos, mantenían un cierto aire de exotismo. No como los de ahora, que se convirtieron hace tiempo en peligrosos.
Aquellos, ya no existen. En sus paseos los ha buscado y en su interior los tiene descritos, pero no los ha visto. Se va a atrever con la descripción de uno de ellos que tiene en su mente:
Era uno de los hombres más notables y más aristocrático de entre los de su raza. Para ser un cafre (habitante de la antigua colonia inglesa de Cafrería, en Sudáfrica), su corpulencia resultaba inmensa; pero no era solamente grueso, sino de aspecto imponente, monumental. Su cuerpo erguido estaba cubierto de bellos y ricos ropajes, de sedas trenzadas y coloreadas y de bordados de oro. Su enorme cabeza, iba envuelta en un pañuelo verde y negro; la cara grande, redonda y llena de arrugas y sinuosidades; dos profundos surcos semicirculares partían de cada lado de las anchas y exageradas ventanillas de la nariz y parecían encerrar la boca, de gruesos labios, en una cerca prisionera. El cuello era macizo como el de un toro. Constituía, en fin, un conjunto que, una vez visto, no se olvidaría jamás.
¿Sería un cacique o sería un sueño?.
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16 de mayo de 2008

El 100 por 100

Para cruzar el río Zambeze era necesario hacerlo en una barcaza que transportaba camiones, autobuses, bicicletas y pasajeros. El viajero insatisfecho así lo hizo en su trayecto de sur a norte de Mozambique. Siempre le llamaron la atención estas barcazas: parecen construidas para sufrir un inevitable percance.
No sabe por qué.
El puente que construían allí iba para largo (ver uno de sus pilares en la fotografía). No hacía falta ser ingeniero para deducir tal afirmación.
Era un río impresionante, mucho más si el día era lluvioso, con las nubes cayendo amenazadoras en el horizonte, que imprimían una terrible sensación de humedad. Cuando se llegaba a laorilla, uno se veía desbordado por la cantidad de vehículos que aparecían por sus alrededores. Los camiones se mezclaban con las personas que por allí merodeaban; con los puestos de venta de frutas, de bebidas, de comida aparentemente insana, de venta de todo tipo de artículos, en un raro desorden, que los guardias mozambiqueños conseguían controlar no siempre con adecuados modales.
Los vehículos fueron los primeros que ocuparon un sitio. El resto del pasaje, amontonado, al final. Tres blancos, contados, subieron en ese turno a la barcaza-transbordador. Cuando ya navegaban por el centro del río, el viajero vio detrás, por el rabillo del ojo, a los otros dos. Mientras, les escuchaba hablar en español.
Se giró completo e hizo la siempre impertinente pregunta: ¿Españoles?. Si. ¿Qué hacéis por aquí, de 'turisteo'?. No, somos cooperantes de Cruz Roja. Estamos aquí, al lado, en un pueblo. Por aquí pasaremos un mes….
¡La cosa tiene serendipia!
Tres blancos, los tres españoles.

El 100%.
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7 de mayo de 2008

La lucha del viajero

Viajar es algo muy, muy serio,…… Y divertido, y apasionante, y enfermizo, y gratificante…. Hubo un tiempo -cree este intrépido mochilero- que la marabunta viajaba porque así al regreso de vacaciones tendría algo que contar, y si salía en la conversación -que salía- tendría algo de que hablar. De esta manera, viaje se convertía en un fonema más dentro del feliz reencuentro delante de un café con churros, y salía de su boca como la palabra atasco, o playa, o suegra, o hamaca.
Podría convertirse en algo odioso o, quizás, contradictorio.
Pero no.
El viaje y el viajero no son como el día y la noche que se empujan mutuamente: te ocultas tú, para aparecer yo. No, el viaje y el viajero son como la luna y la noche: donde estas tú, estoy yo.
El primer viaje de este mequetrefe fue a la India. Fue un pronto, un impulso, una decisión impetuosa, una manera de homenajearse a sí mismo, a su trayectoria. Hasta entonces.
Pero a partir de ahí, todo cambió.

La lucha por conseguir lo alcanzable había comenzado. Surgió en los recovecos de la mente de un muchacho que iba camino de convertirse en un paseante más, en un merodeador más, y un caminante más de las calles y recodos del Madrid de entonces, y de ahora.
Y luchó, luchó y luchó por evitarlo.
Ahora, el viajero insatisfecho, en sus recorridos mochileros, ve hasta imágenes y caras en las rocas ¿se habrá fumado un porro?.
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29 de abril de 2008

El gallo canta (Para mi amigo Pp Porras)

Los diez primeros días de su viaje-mochilero por Colombia se dejó acompañar por un amigo. Era, o parecía, un momento peligroso para viajar por ese país, en especial si se leían los periódicos, con informaciones, día sí y día no, de secuestros y encontronazos del Ejército con la guerrilla y las FARC.
Desde Bogotá, un vuelo les llevó, a su amigo y a él, a Leticia, a orillita del río Amazonas. Una barca contratada les adentró en la inmensidad de la selva por afluentes amazónicos llenos de vida animal, vegetal, salvaje, y de pirañas. La noche la tenían que pasar en un poblado amazónico, ya en territorio peruano.
Las comodidades de la vida madrileña contrastan con las incomodidades de la selva amazónica. Yo, aquí, no creo que pueda dormir, aseguró el amigo al subirse, no sin ayuda, a la hamaca en la que debería descansar.
Ya en la suya, la mente del viajero insatisfecho comenzó a fantasear. Reinaba un completo silencio y quietud, y en los rincones se amontonaban las sombras que producía una mísera vela encendida, cuando -a los dos minutos- el amigo-que-no-podría-dormir roncaba como gorrino en su cochiquera. No pudo este viajero evitar el golpe de risa convulsiva, forzada y, a la vez, entrecortada ante la sorpresiva aparición de aquellos ruidos venidos, quizás, de ultratumba. Seguro que se les oiría más allá de la quietud de la estancia, en la orilla del río que hacía poco habían surcado -ambos- sin el menor indicio de agotamiento.
Varias horas después.
Pocas.
Los que han velado alguna vez a un enfermo conocen esos débiles ruidos que se oyen en medio del silencio. De repente, en ese duerme-vela amazónico, el canto del gallo sonó como un estruendo dentro de la cabaña.
Se acabó el feliz descanso.
- ¡Hijo-e-puta! Fue el grito que al unísono soltaron el viajero y su amigo cuando el día comenzaba a levantarse.
No eran más de las seis de la mañana y el gallo entonaba su habitual canto de libertad debajo de las hamacas, al margen del sueño, cansancio o espanto de unos mochileros venidos de lejos.

¿Quién molestaba a quién?.
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22 de abril de 2008

Ilha de Moçambique

El explorador portugués Vasco da Gama desembarcó en Ilha de Moçambique de camino a hacia la India, en 1498. Eso fue hace más de 500 años. Este viajero insatisfecho llegó a pisar sus huellas, atravesando un estrecho puente de unos tres kilómetros de largo, que es lo que la separan del continente. Apareció por allí cuatro días después de un fuerte ciclón, del que todavía se veían sus efectos. Muchos de los árboles centenarios que tenía la antigua ciudad aparecían arrancados (fotografía grande), todavía en el suelo donde la fuerza de la naturaleza les había dejado.
Tres partes tiene la isla -pequeña y alargada- muy diferenciadas, las tres muy mal cuidadas: la fortaleza, la ciudad de piedra y la ciudad de Makuti.
Le sorprendió la fortaleza (fotografía pequeña), o fuerte de Sao Sebastiao, abandonado.
Le sorprendió la ciudad de piedra, Patrimonio Mundial de la UNESCO, muy tranquila y ligeramente cuidada; aún así, la consideró abandonada. Dos estatuas modernas, en apariencia levantadas en algún acto conmemorativo de pasados centenarios, representando a conquistadores o antiguos exploradores o dueños, no tenían letrero indicativo alguno ¿No habrá algún movimiento anticolonialista, destructor de conmemoraciones ridículas?.
Le sorprendió la ciudad de Makuti, ciudad de pescadores -semihundida entre calzadas laterales- en cuyos angostos callejones, de negro y viejo aspecto, resonaban los murmullos de las madres, los gritos de los niños, los ladridos de los perros y las alborotadas gallinas. Mientras, los todavía artesanos pescadores entretejían y reparaban sus redes en la arena.

Muy cercana.
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16 de abril de 2008

El kudú


Nada que ver con las vacas que crecieron a la par con el viajero insatisfecho. El animal más salvaje que pudo ver durante sus primeros años de vida.
Sus lejanos días infantiles.
El kudú es el símbolo del Parque Nacional Kruger (Sudáfrica). No lo es el fiero león, ni el poderoso elefante, ni el imponente rinoceronte negro. El kudú es como la salvaje naturaleza, como los animales que acampan por la sabana, como este viajero: asustadizo y libre. Viste rayas discretas, nada que ver con las folclóricas de las cebras, ni -en el otro extremo- con las inapreciables del impala.
Hay muchos. Se vislumbran a lo lejos, pero en cuanto el coche se detiene y el ávido viajero apunta la cámara, o permanecen inmóviles o salen huidizos hacia la espesura. Es muy bello el kudú, con ese cuerpo en apariencia fibroso, sin la agilidad de un impala pero con la fuerza en la carrera de un depredador.
Y es herbívoro.
Sus cuernos en espiral y fuertes tienen la fuerza visual de algunos de los mejores momentos de la película King-Kong, versión antigua (1933). No pregunten a este mochilero -por un día convertido en voraz turista- el por qué.
Como alma-animal huidiza que es en su llanura selvática, no pudo captar una buena fotografía. La que muestra es la mejor, lograda aprovechando el zoom de su humilde cámara, con la calidad que, tal vez, no sea la apropiada para los muy admirados y expertos fotógrafos de la blogosfera.

11 de abril de 2008

¿Mozambicano o cubano?

Siempre defendió, y lo sigue haciendo a pesar de lo agotado que siempre termina, que los viajes en autobuses africanos son como “la madre de todas las batallas”, “la teta donde mama el viajero”, “la vitamina de los amaneceres”,… Y eso que, también, este viajero insatisfecho defiende su espacio vital, que se va ¡al carajo! en el momento en que sube al dichoso 'carro'. Todo es contacto, codazos inoportunos, sudores que se mezclan con la ropa del vecino, roce sistemático de brazos, piernas encogidas,…..
¿Dónde quedó su espacio vital?.
En ese vehículo mozambicano, sentado en la parte de atrás, el mochilero escuchaba la conversación del joven que estaba a su lado y otro que se acomodaba, en diagonal, en la fila anterior. Unas veces hablaban portugués, lengua oficial en el país, y otras, cubano. Si, cubano, el acento era su seña de identidad.
Morenos, casi negros. Jóvenes. Cuando se expresaban en portugués, les veía en Mozambique. Cuando lo hacían en cubano, les imaginaba en La Habana.

Uno de ellos se apeó. El que estaba al lado continuó viaje.
“¿Qué hace un cubano tan lejos de su tierra?”, preguntó el viajero. “No. Soy mozambicano, pero mi niñez y juventud las pasé en Cuba”, dijo en perfecto español cubanizado. Otra vez que el mochilero no acertó.
Y van,….. veinte mil.
Pocos años después de la independencia, con Samora Machel al frente del FRELIMO y de la República Popular de Mozambique, los intercambios entre Cuba y este país africano fueron frecuentes. Fidel Castro enviaba personal especializado (médicos, profesionales, militares,…) a este país del hemisferio sur, mientras Mozambique desplazaba a la isla caribeña jóvenes a estudiar y formarse como futuros comunistas. Pero apareció el RENAMO a desestabilizar al FRELIMO, a Samora Machel, y paralizar al país entero.
Guerra civil.
En este intercambio Cuba-Mozambique participó el vecino de asiento y compañero de viaje. En la Isla de la Juventud (Cuba) le pilló la guerra civil de su país y se pasó seis años ¡seis! sin noticias de su familia. A su regreso, a principios de los noventa, con 24 años, comprobó que todos estaban desaparecidos.
Solo, sin ser querido alguno, se volvió loco. Vagabundeó cuatro años por el país, durmiendo en la calle, viviendo de limosnas y perdido.
Ahora ya no. Todo se arregló con el matrimonio, que me salvó. Me casé y tengo dos preciosas hijas”.
Este mochilero leonés conoció a una de ellas, cuando vino a recibirle al bus.


Copyright © By Blas F.Tomé 2008

7 de abril de 2008

El puente


En algún blog -leído estos días- le han dado protagonismo a los puentes. ¿Qué mejor manera que mostrarlos en todo su esplendor a través de una fotografía?.
El viajero insatisfecho va a añadirle además un breve comentario a su particular puente.
Se encontraba de camino a "La Ciudad perdida", en la Sierra Nevada colombiana, en uno de los puntos de obligado paso después de dos días de agotadoras caminatas con subidas y bajadas por las estrechas veredas de las estribaciones montañosas. Este puente sobre el río Buritaca había sido construido por los kogis y arzario, pueblos de la zona, dignos herederos de la famosa civilización tayrona ya extinguida.
Al cruzar esta artesanal e impresionante obra ingeniera (?), le hicieron una fotografía de recuerdo (ver), para regalar a su paisano y amigo, ingeniero de Caminos y diseñador de puentes en España.
A este caminante le impresionó -también- la breve charla con el chamán-mamá Lorenzo, hombre difícil y poco comunicativo pero verdadero jefe espiritual para las gentes de la zona, que acuden a su destartalada cabaña, a unos metros del río, en son de consejo y buenaventura.