Uno de los vestíbulos palaciegos del 'Kraton'. Sin gente ¡espectacular!
Yogyakarta, en la isla de Java (Indonesia), era
una ciudad fetiche para los viajeros, claro también por ser el punto de partida para visitar el templo de Borobudur, de indudable atractivo. El insensato que no visitara esta ciudad
podría considerarse que no había viajado a Indonesia (un poco exagerado, pero
válido para realzar la importancia de la misma). Y dentro de la ciudad, la
calle estrella era Malioboro. Quién no pisara aquella calle no había visitado Yogyakarta.
El viajero insatisfecho no solamente
la pisó sino que se hospedó en una calle aledaña. Un grupo de minúsculas y
angostas callejuelas eran el centro neurálgico de muchos mochileros en la
ciudad (zona de Sosrowijayan). En cada portal había un hotelucho, una ‘homestay’ o una ‘guest-house’. También multitud de pequeños restaurantes, bares
occidentales y tugurios de todo pelaje. En fin, lugares donde una ‘bintang’ (cerveza indonesia) era el
mejor regalo que uno podía hacerse después de haber pateado el centro
neurálgico y de valor visual.
Actuación dentro del 'Kraton'
Después
de un café mañanero, la primera acometida a la calle Malioboro era tranquila,
no así cuando el sol caía en la tarde que era un jolgorio de todo tipo de
personajes y ambiente local. También, como no, turístico. Diversos personajes
abordaban al mochilero para convencerle de entrar en una determinada tienda de
‘batik’, uno de los principales
reclamos de la ciudad y, como consecuencia, una plaga de ofertas (agotador, a
veces). Una sugerencia de este mochilero: antes de comprar un 'batik' y pagar un excesivo
precio, mirar, mirar y remirar, también indagar hasta estar familiarizado con
la oferta y los precios.
Un
largo paseo por esta famosa calle finalizaba en la zona vieja, con el encanto
que suelen tener estas en las distintas ciudades. Y dentro de la zona vieja, el
‘Kraton’
que no era en concreto un antiguo monumento sino más bien un singular barrio
urbano, con multitud de monumentos y ambiente turístico local. A la llegada al
mismo, lo que sorprendía era la cantidad de jóvenes indonesios que se querían
fotografiar, y hacer ‘selfies’, con este leonés ‘terruñero’ y cascarrabias.
Pero, como siempre,….. ¡a mandar!. O mejor, a obedecer y adaptarse a las
costumbres del lugar.
Vigilantes en el 'Kraton'
El
‘Kraton’
era el inmenso palacio de los sultanes de Yogya (como se conoce popularmente a
la ciudad) pero, también, un excepcional recinto en el que vivían unas 25.000
personas. Se trataba, en realidad, de una auténtica ciudad amurallada (dentro
de la ciudad de Yogyakarta) con sus propios mercados, tiendas, artesanos del
‘batik’, escuelas y mezquitas, aunque gran parte del recinto se usaba como
museo y contenía una extensa colección, entre la que se contaban los obsequios
de monarcas europeos y otras reliquias. Algunos de los antiguos edificios eran
ejemplos de arquitectura palaciega javanesa, con vestíbulos y espaciosos patios
y pabellones. Pero todo estaba mezclado con un ambiente de barrio que, así, de
nuevas, parecía un auténtico mestizaje de edificios y gentes. Sin duda el ‘Kraton’
era lo más visitado de Yogyakarta tanto por los turistas indonesios
como por los foráneos.
Como conclusión, un
bello recinto, lleno de gente simpática y abrasado, aquel día, por un calor
asfixiante que de tanto en cuanto obligaba al mochilero a sentarse con una ‘bintang’ como acompañante.
Una de las calles de la zona
VÍDEO (Paseo por sus calles)
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