Es dinero, es “pasta”.
El caso es que se asciende (uno, dos, tres, cuatro,….) por unos serpenteantes callejones de escaleras bajo la mirada, de trecho en trecho, de los uniformados vigilantes de seguridad. La zona (treinta, treinta y uno, treinta y dos,…) esta muy cuidada y los lugares de relajación viajera (bares, restaurantes, tiendas,…) circundan la zona a cada paso.
Este viajero subía como un fantasma (cien, ciento uno, ciento dos,…) sin atender a bares, ¡qué raro!, restaurantes o tiendas, que iba dejando atrás con cierta displicencia. Las casas pintadas en variedad de colores hacen del entorno un lugar singular (doscientos veinte, doscientos veintiuno, doscientos veintidós,….), aunque esta peculiar característica se puede disfrutar en algún otro país, sobre todo tropical. Después del agotador paseo, se llega al fortín del Cerro rodeado de cañones (…., y cuatrocientos cuarenta y cuatro) que, en su día, se utilizaron para defender la ciudad de desalmados piratas.
Desde lo alto, una vez traspasado el peldaño “cuatrero”, la ciudad -con su Malecón 2000- y el río Guayas, a los pies.