Ha sido una arribada silenciosa. Sorprendía ese mutis viajero desde su último libro sobre el Amazonas, y este mochilero no paraba de preguntarse dónde apoyaría ahora el escritor sus posaderas de ‘culo inquieto’. Supo por un correo electrónico, hace ya más de un año, que se iba a Alaska, pero a Alaska ¿a celebrar con su mujer las bodas de oro? o ¿a un congreso internacional sobre Marcial Lafuente Estefanía y la influencia de sus novelas en el oeste americano?. Entonces recordó unas frases suyas (de él) escritas en el prólogo del libro “La aventura de viajar”:
- “Cuando yo tenía unos diez años, comencé a asomarme a los libros de aventuras escritos por Edgar R. Borroughs, Zane Grey, Oliver Curwood… Ellos hicieron crecer y ampliar la geografía de mis hazañas imaginarias. Una tarde combatía hasta la muerte contra el gran mono Kerchak [….] y una tercera me internaba en las inmensas soledades nevadas del Yukon, perseguido por miríadas de lobos hambrientos, en busca de una mina de oro”.
Efectivamente, hace un rato cuando el viajero insatisfecho pasaba por la librería “Altair” vio su libro. Cumplía así -cree- con su hazaña imaginaria de internarse “en las inmensas soledades nevadas del Yukon”, y lo iba a contar.
El libro se titula “El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá” y el periodista, novelista, viajero incansable es Javier Reverte. Lo tomó de la baja estantería -siempre los colocan allí- lo palpó, lo abrió y olió -siempre lo hace- lo pagó (obligada aclaración para los que no conocen a este blogger) y se lo llevó feliz a su guarida.
Hace unos minutos.
El libro se titula “El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá” y el periodista, novelista, viajero incansable es Javier Reverte. Lo tomó de la baja estantería -siempre los colocan allí- lo palpó, lo abrió y olió -siempre lo hace- lo pagó (obligada aclaración para los que no conocen a este blogger) y se lo llevó feliz a su guarida.
Hace unos minutos.
Ahora, sin leerlo, lo recomienda a todo ‘bicho viviente’.
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