La
parada en la ciudad de Muhanga/Gitarama fue imprevista y únicamente para curiosear lento y visitar
la zona, ¿habría algo interesante? Nada especial que hacer y nada especial en
sí misma como ciudad céntrica del territorio ruandés, pero no se debía desperdiciar
nada en estas visitas mochileras. Por un motivo u otro podían sorprender. ¿Necesario
para emprender un recorrido?: Mente abierta y decidida, nada mejor que dejarse
fascinar por lo imprevisible.
Desde donde se hospedaba, con una moto-taxi se acercó a conocer la Catedral de Nuestra Señora (Cathedral of Our Lady, decía el libro-guía). Nada singular, pero esta construcción de ladrillo visto se parecía mucho al edificio religioso de Butare, aunque más estilizado y moderno. Al lado tenía uno de los muchos hoteles llevados por comunidades religiosas, pero éste sí fuera de su presupuesto: más caro y moderno que los utilizados en otras ciudades. Entró dentro de la catedral, sacó unas fotos y desde allí, una vez descendido por el cementerio inclinado, ubicado en una ladera, se acercó a los campos de arroz cercanos a admirar el verde intenso que en aquel momento lucían. Habló con una joven local, vestida de un rojo intenso, que circulaba en su misma dirección, receptiva a los comentarios intranscendentes, a las sugerencias picantes y a los amagos de entablar un mayor conocimiento personal. Todo se diluyó con los pasos precipitados de la joven que tenía sus compromisos sociales cerrados, pero la charla motivó risas y entretenimiento a ambos caminantes.
Paseos, largos paseos sin rumbo, uno de los grandes placeres. Las cosas importantes, si las hubiera, siempre podían esperar. Y en esta ciudad, nada parecía tener un contenido sensacional. Una sala de artesanía que pretendió visitar luego, estaba cerrada por falta de afluencia, aunque se mostraron dispuestos a abrir más tarde para enseñársela a este mochilero. No fue preciso.
Al día siguiente se iría, con la satisfacción de haber conocido otro lugar ruandés. Otro rincón de vida.
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