Hace
unos días, en uno de los comentarios que el viajero insatisfecho rellena habitualmente en sus lecturas a otros blogs, aseguraba, con cierto tono de
provocación, que la visita a Roma le parecía una ‘catetada’, una ciudad construida y resguardada para la admiración
de arqueólogos y mitólogos y, según parece, la mayoría de los mortales tienen
algo de ambas cosas. Alguno de los lectores posteriores le tachaban de ‘hijo de la gran puta’ (¿a cuento de
qué?) por realizar aquel comentario totalmente inofensivo para cualquier
admirador de la ‘Ciudad Eterna’.
- ¿Dijo ‘catetada’?.
- Sí, porque lo piensa.
En esta breve entrada va a intentar explicar algunos de sus
vagos argumentos al respecto, nada válidos -con seguridad- para aquellos que
ante una nimiedad se sienten ofendidos y capacitados para lanzar hirientes
insultos que, por supuesto, le resbalan, y mucho.
De
entrada, y sin mayores análisis, no desea visitar Roma porque no le atrae nada,
nada, nada la sensación de sentirse en un lugar adorado por los que le llaman ‘hijo de la gran puta’. Pero tampoco le entran
ganas de pasear por sus calles porque todo esta visto, todo ha sido contado,
todo ha sido desmenuzado por expertos, periodistas y literatos. La mayoría de
estos hablan maravillas de la ciudad pero este mochilero se pregunta si no lo
harán para no perder a sus lectores más fieles, por lo general, difíciles de
fidelizar y, a veces, muy intransigentes. No le entra en su sesera, tampoco,
que algún mortal, mal asesorado, quiera morir nada más pisar sus calles. Más
bien, para los ojos lejanos de este mochilero, es una urbe rancia, como rancio
es el ambiente turístico de sus calles, como rancias son las constantes idas y
venidas de las sotanas rancias como si de un desfile se tratara.
No
le gustan los palacios, pues prefiere un marco de convivencia distinto donde
crezcan niños sencillos y, quizás, harapientos. No le gustan las catedrales porque
admira más aquella casa donde el pobre trabajador disfruta del descanso con los
suyos. No le gustan los monumentos porque aún conociendo su simbolismo ve otros
lugares más discretos que dicen mucho más de las gentes que los habitan.
Aprovechando
esta breve disertación, meditada, por supuesto, y pensando en las diferentes
culturas existentes, con sus diferentes formas de habitar y vivir, va a reseñar
alguno de ‘sus monumentos’
preferidos:
Casa tradicional ghanesa
en la ciudad de Paga
Todo
un ejemplo de cultura y diseño del mejor estilo tradicional del Sahel. Casa de barro y reliquia de la
época esclavista, por situarla en una época. La baja y minúscula entrada y el
alto murete que por el interior la bordeaba hacia imposible que cualquier
persona no bienvenida pudiera acceder. La mejor Capilla Sixtina de Ghana.
Casa tradicional ‘mursi’
Los
‘mursis’ son una tribu africana que se localiza en las estepas de Jinka y, en
especial, en el valle del Omo, región central de Etiopía. Se dedican
principalmente al pastoreo de ganado vacuno y también son buenos recolectores
de miel. Las mujeres ‘mursis’ son fácilmente identificables por el gran ‘plato
labial’ inferior que es parte de su cultura. Sus casas, tal y como se aprecia
en la fotografía, tienen forma ovalada y están construidas casi íntegramente de
hierbas salvajes secas. Para él, mochilero leonés, esta construcción de hierba
seca es toda una Basílica de San Pedro.
Viviendas embera
Es
conocida como ‘tambo’. Consiste en un armazón de madera construido sobre
pilotes a una altura de unos dos metros sobre el suelo. El techo es cónico de
hojas de palma. No suelen tener paredes
ni divisiones internas y, como muestra la fotografía, suelen estar
repletas de objetos y utensilios familiares. Igualita, igualita a la Basílica
Santa María la Mayor.
Casa del norte de
Mozambique
Sencilla,
su decoración exterior con figuras geométricas era un hecho que las distinguía
y tenía algo que ver con la protección de sus antepasados. El suelo era de
tierra y la mayoría de ellas con un único habitáculo interior. Nada que
envidiar al Panteón de Agripa.
Los ‘kreung’ de Camboya
La
casa familiar de la fotografía de paredes de bambú trenzado pertenece a la
tribu ‘kreung’, al norte de Camboya. En
su cultura, los hijos, al independizarse de sus padres, se construían casitas
aledañas e individuales de bambú, diferentes en su altura según el sexo:
siempre más alta la del chico que la de la chica. Por su sobriedad podría compararse
perfectamente a la Basílica de San Pablo Extramuros.
Las ‘tatas’ de los somba
(Benin)
Eran
casas de barro, tal y como se ve en la fotografía, con varios habitáculos
interiores y una terraza en la parte superior -a la que accedía por una
minúscula escalera- con varios pequeños habitáculos que servían de dormitorio a
la familia (recintos circulares separados) y, también, de almacén para el maíz
o el mijo. En la parte baja, hacían fuego y, por la noche, guardaban los
animales. Estas ‘tatas’ serían identificables en todo con el Coliseo
romano.
Casa flotante camboyana
Humilde
casa flotante parecida a otras miles que constituían poblados enteros en la
cuenca de los ríos y, especialmente, a orillas del lago Tonlé Sap (Camboya),
donde familias enteras disfrutaban de esa íntima y relajante convivencia. Por el agua y sus recovecos tiene ese aire a
la Fontana
de Trevi que no hay quien se lo quite.
¡Entended
el mensaje!.
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