27 de junio de 2022

El rey Mutara III y Nyanza


Palacio antiguo, en forma de cabaña, de Mutara III

Mutara III de Ruanda, nacido en Kamembe, cerca de Cyangugu, en 1911, murió en 1959. Fue el penúltimo gobernante del reino de Ruanda. Primer mwami (rey, en kinyarwanda, idioma local del país) convertido a la religión cristiana, su nombre bautizado fue Charles Pierre Léon Rudahigwa. Tuvo su centro de operaciones de reinado en Nyanza, una ciudad y extensa área del actual centro de Ruanda.

En esta ciudad tenía su palacio, actualmente convertido en museo (Rukari King’s Palace Museum). Hasta allí se acercó, con el fin de conocer algo, muy poco, del último estertor de los reyes tradicionales ruandeses. Sin duda, Mutara III, hombre extremadamente alto, según pudo comprobar en alguna de las fotografías que figuraban en el museo, fue uno de los reyes más famosos de Ruanda. Más internacional y, quizás, más querido. A su muerte (1959), su hermano menor fue elegido rey con el nombre de Kigeli V, pero únicamente reinó dos años, hasta que se abolió la monarquía.

Cuando llegó a Nyanza, el viajero insatisfecho se propuso visitar el palacio/museo, en una de las colinas de los alrededores, donde se ubicaba el palacio moderno del rey Mutara III, construido en 1931 y ocupado por el rey hasta su fallecimiento, en 1959. Allí mismo, al constituirse como museo (2008), reprodujeron la tradicional vivienda ruandesa de los reyes (el palacio antiguo) con materiales también tradicionales. Este palacio antiguo contenía la casa/cabaña principal que era sala, comedor y dormitorio, con una cama de proporciones exageradas, y otras dos casas/cabaña, una de ellas despensa para guardar bebidas.

El palacio moderno era un coqueto edificio, de líneas europeas de la época, con varias salas en línea recta: dormitorio, cuarto de baño, despacho, sala de recepción para autoridades locales o sala de recepción para autoridades extranjeras.

Palacio moderno de Mutara III

En otra de las colinas, aproximadamente a unos dos kilómetros, estaban enterrados tanto el rey Mutara III, su mujer, como el sucesor, el rey Kigeli V. También, visitó el lugar. Un recinto cerrado con esas tres tumbas. Entre ambas colinas, casas de labriegos, campos de cultivo, niños mirones, alegres y pedigüeños, y señoras en sus labores hogareñas.

Fue un día de visitas, paseos, y de escucha de explicaciones sobre ambos palacios del simpático guía que le acompañó en el museo, no en el recinto funerario. Hasta éste último, llegó andando y tuvo que aporrear la verja para que el vago vigilante le permitiera el acceso.

Con las fotos, es posible que el lector pueda comprender mejor el lío de palacios, cabañas, colinas y tradiciones.


Espectacular cama de Mutara III, en el palacio antiguo



Casa/cabaña para guardar bebidas, en el palacio antiguo


Tumba del rey Mutara III

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8 de junio de 2022

El salto de Ndaba / Ruanda


Picapedreros, en el camino

Estaba en Karongi, a orillas de lago Kivu. Karongi/Kibuye era una pequeña ciudad, no tendría más de 25 mil habitantes, de bella conformación aprovechando los entrantes y salientes del lago. A lo lejos, varios pequeños islotes, algunos habitados, generaban una vista excepcional sobre el lago.

Cerca de aquella ciudad, a unos 40 kilómetros, el salto de agua de Ndaba (Les Chutes de Ndaba) parecía un buen lugar para visitar, utilizando los servicios de los siempre útiles moto-taxis. Desayunó en el Centre d’Accueil Sainte Marie, donde se hospedaba, y salió a la caza de un moto-taxi con el que negociar y poder realizar la visita. Se encontró a Celestin, un joven motorista que con simpatía se ofreció a llevarle. Negoció el precio y partieron, sin más, hacia la aventura. Celestin calculaba aproximadamente unas cuatro horas entre el trayecto de ida, por caminos secundarios y lentos, pero donde podría ver lo más rural de la zona, la visita y la vuelta, por carretera asfaltada y rápida. Luego serían más.

En la ida, le llevó en principio por un camino entre plantaciones de plátanos, pequeñas casas aisladas y cafetales. El productivo campo ruandés se apreciaba en cada kilómetro recorrido. El verde de las pequeñas montañas y valles era un permanente atractivo. Nada más comenzar, un grupo de hombres y mujeres picaban piedras a base de martillazos. Sentados a la orilla del camino, cada picapedrero tenía a su lado dos montones: de un lado las piedras grandes, y del otro, las pequeñas piedras resultantes. Duro trabajo. El viajero tuvo que actuar rápido para sacar una fotografía que ellos negaban con manos, gritos y amenazas. Dura tarea la de sacar fotos a personas anónimas, aun rogando su permiso. Estaban en su derecho.


Plantaciones de té

A la orilla de un pequeño río, extensiones de campos de patatas y por la ribera más empinada plantaciones de té. ¡Qué bonito paisaje uniforme y verde generaban estas plantaciones! Durante varios kilómetros, el té sería protagonista de valles y de suaves lomas cultivadas.

Celestin dejó su moto aparcada al lado de la carretera. Para acceder al salto de agua de Ndaba, era necesario tomar una empinada senda descendente entre eucaliptos hasta llegar a la parte baja. Nada espectacular, pero gratificante estar allí después de lo visitado. En los viajes no siempre lo importante es la meta, sino lo reseñable es el camino. A los pies del salto, una vieja y semidestruida conducción artificial de aguas, acequias de regadío para fincas lejanas. Unas bonitas fotos de recuerdo, con el impresionante sonido del agua que producía el salto, y regreso a Karongi.


Salto de agua de Ndaba

En este trayecto, se paró a fotografiar un sencillo secadero de sorgo y probó su cerveza artesanal, reparó en unos trabajadores de un vivero de plantas, y visitó una factoría artesana de café, donde un numeroso grupo de mujeres trabajaban en la selección del producto durante su secado, eliminando granos defectuosos y removiendo el café para su correcto secado.


Sorgo al sol

El viajero insatisfecho se quedó con ganas de “saborear” una explotación de nueces macadamia que Celestin sugería, pero estaba al otro extremo de Karongi. Hubiera sido necesaria una nueva ruta.

Para quien lo desconozca, la nuez de macadamia es un fruto seco considerado gourmet, por su delicado sabor y suave textura, y por su pequeña producción en comparación con otras especies. El árbol, además, tarda varios años en ser productivo. Estas nueces solo pueden cosecharse un par de veces al año. Su gruesa cáscara, a menudo eliminada antes de su venta, dificulta el distinguir las nueces maduras de las inmaduras, lo que hace que el proceso de recolección sea más artesano y caro. Es una fuente de proteínas, además de un alimento que dotará de una importante cantidad de vitaminas.


Secaderos de café

VÍDEO

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