21 de junio de 2019

Un apunte sobre la esclavitud en África


'Historia de un continente. África', de John Iliffe

No sólo le gusta viajar por África. Le gusta leer, le gusta recibir noticias, experiencias o consultar vivencias de otros. La pasión del viajero insatisfecho por África tiene que ver con todo lo que de allí conoce, ya sea por su propia vida o por lo absorbido de otros, desde fuera, a veces, más interesante que la particular experiencia. Siempre le impresionó lo que este continente sufrió años ha con la esclavitud, sin olvidar por supuesto lo que sufre ahora con otra clase de indignidad: la corrupción generalizada.
En su mesilla de noche tiene ahora ‘Historia de un continente. África’, de John Iliffe. Un libro esclarecedor, sabio, histórico, lleno de análisis y denso, como lo sería la historia de otro continente contenido en sólo 500 páginas.
Le llamó la atención, sobre todo, el inicio del capítulo sobre la esclavitud, un capítulo tal vez demasiado sintetizado para describir un tema con tanto meollo y enjundia. Le vino a la mente el castillo de Cape Coast, en Ghana, visitado por el presidente Obama en su recorrido por el país. Su presencia allí, simbolizaba el reconocimiento de un hecho tan lamentable como fue la trata de esclavos. También recordó la puerta del No Retorno, en Ouidah, Benín. Dos símbolos de la esclavitud visitados entre los muchos que hay en las costas africanas.
Así inicia Iliffe este capítulo:
Una historia de África debe dedicar algunas páginas a la trata de esclavos en el Atlántico, no sólo por razones morales y emocionales, sino también por la importancia que tuvo en la evolución del continente. Desde mi punto de vista, sus efectos fueron enormes, complejos, y sólo se entienden a la luz de la larga lucha librada por las sociedades africanas contra la naturaleza. Las exportaciones de esclavos frenaron el crecimiento demográfico de África occidental durante al menos dos siglos. La trata de esclavos dio lugar a nuevas formas de organización política y social, a una mayor insensibilidad ante el sufrimiento. El África subsahariana ya se había quedado atrás en el desarrollo tecnológico, pero el tráfico atlántico agudizó su atraso. Sin embargo, a pesar de tanta desdicha, no debemos olvidar que los africanos sobrevivieron a la trata de esclavos, conservando relativamente intactas su independencia política y sus instituciones sociales. Paradójicamente, este vergonzoso periodo de la historia también aguzó al máximo la capacidad de resistencia del ser humano. Era el sufrimiento lo que daba a África su esplendor”.

Copyright © By Blas F.Tomé 2019

3 de junio de 2019

Las 'mordidas' africanas / Camerún

En la izquierda de la foto, el puente alemán de 1903

El viajero insatisfecho nunca se acostumbrará a la corrupción generalizada, a las corruptelas cotidianas o a las ‘mordidas’ ocasionales, dependiendo por dónde mueva su cuerpo. En África esto ocurre, no sabe si puntualmente o de manera generalizada. Bueno, si sabe y, depende del estado de ánimo, lo puede catalogar de una manera u otra. Pero, también, al iniciar un viaje nunca vislumbra lo que se podrá encontrar ¿algo generalizado? o ¿algo puntual?
En esta visita a Camerún la sorpresa fue, en este sentido, un tanto mayúscula. Por las carreteras ‘pululaba’ el ejército, la policía y la gendarmería. Demasiados ‘vigilantes’ para las carreteras de un país que, si bien no estaba tranquilo, tampoco era en extremo peligroso. Moviéndose como se movía el mochilero en medios de transporte locales, la aventura de los traslados se convertía con el paso de los días en un pequeño suplicio de paradas, extorsiones, controles y 'mordidas'. No las sufría en sus carnes, pero si lo apreciaba en los movimientos del conductor por un lado y de los ‘vigilantes’ por el otro.
Ante la cantidad de paradas y controles, comenzó a observar con más detenimiento lo que ocurría en los mismos y, en alguna ocasión, llegó a observar cómo el conductor, al recoger de la guantera la documentación del vehículo que tendría que bajar y mostrar a los gendarmes, a la policía o al ejército, colocaba dentro, sin disimulo, un billete de 2000 cfa’s (unos 4 euros) o 5000 (unos 9 euros). Cuando regresaba, a veces con cierto disgusto, tiraba la documentación de nuevo en la guantera. En ella, con seguridad, no volvía el billete allí aireado. En un viaje de 4 horas perfectamente podrían sufrir media docena de controles, arbitrarios, rutinarios y recaudatorios, unos propiciados por el ejército, otros por los gendarmes o policías. Si tuviera que hacer una afirmación diría que ‘todos sacaban tajada’.
De Kribi a Douala, el autobús que le llevaba atravesaba por la ciudad de Edea y, precisamente, el libro-guía decía algo parecido a ‘una vez pasado Edea, se ve a mano izquierda un imponente puente colonial alemán de hierro de 1903 que, a pesar de su pésimo estado de conservación, sigue en pie’. Una vez llegó el autobús a la ciudad se preparó desde su asiento para hacer la foto de rigor al susodicho antiguo puente alemán. Inmediatamente después de haber tirado la fotografía a aquella obra de ingeniería alemana, de la parte delantera del bus llegaron recriminaciones por el acto. Por la foto.
Este visitante no supo nunca, ni lo sabrá, cómo se habían enterado los de delante del hecho.
Transcurridos unos dos o tres kilómetros del puente, el autobús paró. En el vehículo entró un joven militar con su rifle en ristre que se dirigió directamente al ‘blanco’ y le conminó a descender del autobús. Entre una rápida palabrería en francés, le confiscó la cámara de fotos y le indicó la dirección a seguir.
‘¡No hablo francés!’, ‘¡no entiendo!’.
Fue inútil, descargaron su mochila grande de los bajos del bus y le hicieron regresar ‘de paquete’ en una moto al puente alemán, escoltado por la moto del soldado camerunés.
El autobús continuó su ruta.
Ya, de nuevo, en el inicio del puente, descendió de la moto y se acercó (obligado) a la garita de vigilancia.
‘Está prohibido sacar fotos a este puente’, ‘seguridad nacional’, y le enseñaron un minúsculo cartel que lo apuntaba. Imposible apreciarlo a todas luces desde el interior del vehículo en el que viajaba. Les enseñó la foto, que le hicieron borrar, conseguida desde el autobús con la cámara, una instantánea del puente de deficiente calidad.
Charla en francés, que no entendió, al menos, del todo y, para finalizar, el soldado fusil en ristre le hizo el internacional movimiento de solicitar la correspondiente ‘mordida’ (frote del dedo índice y pulgar), mientras, le amenazaba con llevarlo a la gendarmería. ‘Money’, decía de manera insistente.
El pequeño y breve intercambio de frases (el viajero hablando en español y el soldado en francés, en una conversación, sin duda, de ‘besugos’) terminó cuando el ‘blanco’ sacó los 6000 cfa’s que tenía visibles en la cartera y se los entregó. El mequetrefe quería más. ‘No llevo más. Voy a Douala y, hasta llegar, no tengo más’. Ante la intervención de otro personaje, allí presente, pareció desistir. El estafado viajero enojado le dijo, entonces, algo al ‘soldadito’ aunque no pareció importarle. Y en inglés, entre cabreado y sumiso: ‘¿ahora puedo sacar una fotografía del puente?’. El superior, vestido de paisano, que estaba allí con el soldado, lo autorizó.
Hizo la fotografía que acompaña a este ‘post’.


Copyright © By Blas F.Tomé 2019