Llegando a Sibu, Malasia
Había
terminado la visita a Laos, un país con muchas más cosas que ver que las
disfrutadas. Había hecho un recorrido de norte a sur y con ello había conocido
un poco, sólo un poco el país. Laos se merecía más visitas, sin duda. Se había
ganado un tiempo que no le dedicó, seguro.
Después
de atravesar la frontera con Camboya, el viajero
insatisfecho se dirigió a Phnom Penh. Allí tomaría un vuelo para acercarse
a Malasia,
otro país que desconocía hasta entonces. Primero, aterrizaría en la parte
malaya de la isla de Borneo y pisaría, así, una isla mítica, que siempre
desprendió su curiosidad. Sin tener mucha idea hacia dónde ir, decidió empezar
por Sibu,
en el estado de Sarawak, una ciudad que resultó ser poco atractiva, a orillas
del río Rajang. El ambiente de las calles, las edificaciones, lo que desprendía
la ciudad a primera vista no le causó buenas sensaciones. Llegó, ya entrada la
noche, procedente del aeropuerto, a un hotel con poca prestancia, como todos en
los que solía pernoctar, pero éste, además, tenía poco que agradecer a la
limpieza y al estilo. Únicamente destacaría la amabilidad del viejo
recepcionista que le ayudó en lo que pudo, durante los días que estuvo allí. Al
día siguiente, a primera hora de la mañana, daría una vuelta por los
alrededores del hotel. ¿Qué encontró? Una ciudad más, moderna y simple, sin ese
algo de esencia asiática o, al menos, no lo vislumbró. Poco que hacer en esta
ciudad y pensó que, si todas las localidades malayas eran así, sin identidad,
no habría mucho que ver y, menos, disfrutar.
El V(B)iajero Insatisfecho, en Bintangor“¿Qué
puede hacer un visitante como yo en esta ciudad?”, le preguntó al
recepcionista. Con muchas dudas y con gestos de “¡no tengo ni idea!”, le indicó
al final que visitara una población cercana donde había una competición de
motos y lanchas acuáticas. Como nunca había visto tal cosa, se lanzó a la pequeña
aventura. Un autobús le llevaría a Bintangor. Allí, en el caudaloso río
que atravesaba la población, una gran muchedumbre esperaba la celebración de la
competición, o eso dedujo, pues no preguntó a nadie. Desde la parada del
autobús, guiado por la gente que circulaba por las calles, llegó al puerto
fluvial donde se desarrollaban las carreras. Sin haber visto aún el agua, en
los aledaños del río, se cruzó con varias lanchas rápidas trasportadas en
remolques, tenderetes con artículos de todo tipo, locales provisionales de
venta de comida y fuerte música que salía de las casetas. Ver el ambiente, le
animó por momentos. Y pasó la mañana, casi el día, en aquella población
disfrutando del jolgorio de fiesta y competición que desprendía el entorno. Sin
duda alguna, era el único extranjero que por allí pululaba. Nadie de la
multitud parecía proceder de otro sitio que no fuera de la propia isla de
Borneo. Recorrió gran parte de los grupos de forofos allí asentados en los
muelles, en los edificios que bordaban el río y en los ribazos que el propio
cauce había propiciado, y no pudo deducir que alguno de ellos fuera turista o
mochilero.
Competición de lanchas rápidasCompetían
unas motos acuáticas y unas lanchas de aerodinámico diseño, decoradas con
colores alegres y llamativos, y equipadas en apariencia “a la última”. Se
celebraron varias carreras en un circuito de ida y vuelta por el ancho cauce. Vistosos
derrapes cuando debían girar 180 grados, y tomar el sentido contrario, justo
después de traspasar una boya. Velocidad espectacular sobre el agua. Presenció
varias competiciones y diferentes modalidades de pruebas. Le interesaban las
lanchas, la competición, pero también le agradaba observar a aquellas gentes en
su terreno, con sus alegrías y decepciones. Los malayos eran morenos de piel y
se les diferenciaba perfectamente, pero había también una gran mixtura, pues se
cruzaba con muchos locales orientales de rasgos chinos. No pasó desapercibido.
Cuando se encontraba en lugares así no solía ocurrir. Siempre era el
extranjero, el distinto, el turista que curioseaba, a quien todos debían echar
el ojo.
Así
pasó varias horas.
La isla de Borneo le
llevaba a una sofisticada modernidad, cuando en el avión pensaba que lo trasladaría
a épocas pasadas.
Público, presenciando las carrerasCopyright © By Blas F.Tomé 2023