23 de abril de 2022

Goris y alrededores / Armenia


Monasterio de Tatev

Cerca de Goris, en el centro/sur de Armenia, había al menos dos sitios que parecían interesantes y que el viajero insatisfecho quería visitar ¿Lo lograría?

Llegó a Goris, muy cerca de la frontera hacia Nagorno Karabaj, una mañana de un día cualquiera. No tenía mucha información sobre ambos enclaves visitables, pero intuía que necesitaría, de nuevo, utilizar un taxi para alcanzar los objetivos (¿Se estaba acostumbrando a los taxis armenios?). O algún autobús de línea.

Buscó el hotel que había visto por internet y que parecía tener cierta calidad, barato y con un patio lleno de frutales. Un lugar cómodo para pasar dos o tres noches y, al menos, tener un lugar donde disfrutar del verde natural de un jardín. Muy buen recibimiento. La dueña charlaba con unas amigas en un simpático y bien construido cobertizo, donde por cierto desayunaría todas las mañanas, y bromearon con él (les dio pie) sobre su desaliñado aspecto.

Tatev era un monasterio muy famoso en Armenia y distaba de Goris unos cuantos kilómetros, pero parte de ellos era interesante hacerlos en el Wings of Tatev, el teleférico reversible sin paradas más largo del mundo. Sabido esto, tendrá que contar dos experiencias: el monasterio y el teleférico. Disfrutó de las dos. Hasta allí, hasta la salida del teleférico, se dirigió en un taxi y, en esta ocasión, debería esperar al menos dos horas para completar la visita.

Está bien la experiencia del teleférico. Largo, muy largo. A mitad de camino, un poste dividía ambos tramos y saliendo del primero, la caída de la caja hacia el segundo tramo era pronunciada e impactante. El monasterio Tatev tenía bellas fotos por su ubicación, más que por lo espectacular de sus edificios. La información previa de que disponía decía que el visitante se fijara en un pilar octogonal coronado por un khachkar que, supuestamente, había predicho las actividades sísmicas de la zona ¿sería verdad? Recorrió todos los edificios y sacó fotos, pero nada especiales para un monasterio. Por cierto, muy bien restaurado y cuidado. Regresó de nuevo donde le esperaba el taxista en el Wings of Tatev.


Vistas desde el Wings of Tatev


Pilar octogonal que predecía (?) seismos

Al día siguiente saldría por la parte contraria de Goris para visitar el poblado Viejo Khndzoresk, excavado en la arenisca volcánica de las laderas de Khor Dzor (Garganta profunda). El Viejo Khndzoresk ya estaba habitado en el siglo XIII. A finales del siglo XIX era el pueblo más grande de aquella zona armenia, pero tras ser devastado por el terremoto de 1931, quedó abandonado. Ahora, más bien parecía un pueblo fantasma. Lo que quedaba eran cuevas en las laderas -agujeros diría- que se usaron como refugio durante la guerra de Nagorno Karabaj, y dos o tres iglesias semiderruidas.

Un puente colgante comunicaba ambas laderas.

Al margen de las visitas, le gustó Goris: una ciudad tranquila, con posibilidades de paseos y un espectacular, ajardinado y tranquilo bar/restaurante desde donde, con una cerveza en la mano, se podían ver las casas-cueva medievales de Goris, otra atracción, a la que no hacía falta acercarse para evaluar su estética. Se apreciaba de lejos.


Viejo Khndzoresk

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5 de abril de 2022

Bisesero, Sitio memorial del genocidio / Ruanda

Murambi, Kigali, Kibuye, Birogo, Hanika, Ruharambuga, Bushenge, Giheke, Bisesero o Gashonga son algunos nombres de Sitios de memoria del Genocidio, repartidos por todo el territorio ruandés. Éstos y otros muchos, casi cada pueblo tiene uno. Creed al viajero insatisfecho que todos eran justificados, tenían su explicación, motivo y verdad. Visitó varios en sus locos paseos sin rumbo por el país y, si bien, todos diferentes en su arquitectura y diseño, a la vez, todos iguales en su mensaje de unión del pueblo ruandés. De encuentro entre ciudadanos, aunque también de recuerdo, sin olvido, de unos hechos que no deberían volver a ocurrir. Aunque la realidad podía ser distinta y las buenas intenciones de unión de la sociedad ruandesa en general, se podían ver enturbiadas por recelos personales. El motorista que le llevaba durante uno de los recorridos, afirmaba: “Mi padre murió a manos de los hutus. Debo olvidar?. No, no voy a olvidar”.

Visitó, en especial, Bisesero que fue muy representativo en aquel genocidio atroz. Detallará lo ocurrido en él, como ejemplo, pero cada uno de los memoriales tenía su historia de horror opaco, turbio o violento.


Plano general de Bisesero

Los habitantes de esta región, los “abasesero”, tenían la reputación de ser pastores tutsis, dotados de una fuerte resistencia para defender sus rebaños de los ataques. En los sucesos de 1959, y luego de 1962 (posteriores a la independencia), su capacidad de defensa les habría evitado la violencia sufrida por otros tutsis en Ruanda. La historia de esta región era conocida, pues, por el resto de los habitantes. En 1994, sobre la base de esta reputación, los tutsis de Bisesero se convirtieron en punto de reunión para resistir el genocidio.

De hecho, desde los primeros días después del derribo del avión del presidente -hutu- Juvenal Habyarimana (7 de abril) -según parece, origen de la persecución y genocidio- los tutsis de Bisesero fueron atacados por los milicianos interahamwe (radicales hutus), como en la mayoría de las regiones ruandesas. La resistencia en el lugar se organizó rápido, poco después, desde el 10 de abril de 1994. Ante los desconcertantes episodios de violencia, y la indecisión de algunos, los interahamwe pidieron al resto de hutus que se definieran y tomaran bando si tenían dudas sobre la justa persecución emprendida contra los tutsis. La población se dividió, y los tutsis y hutus moderados se reagruparon en puntos considerados más estratégicos. Cuando en las comunas vecinas comenzaron las masacres, otros tutsis de los alrededores acudieron en masa a Bisesero. Ante tal concentración, las autoridades ruandesas planearon pronto un gran ataque contra los tutsis allí refugiados. Además de los miembros (hutus) de la guardia presidencial y de las Fuerzas Armadas de Ruanda, en esta operación de limpieza participaron milicianos de otras regiones. Iban bien armados, mientras los tutsis de Bisesero contaban para la defensa únicamente con cuchillos, machetes y utensilios de labranza. Según las informaciones que se manejaron, después de insistentes ataques con armas de fuego, de cincuenta mil, los combatientes de la resistencia tutsi en Bisesero se redujeron a dos mil en poco más de un mes, cuando llegaron los soldados franceses de la Operación Turquesa.

El Memorial era sencillo, pero simbólico. Estaba formado por un serpenteante camino de cemento y piedra, todo él cubierto a prueba de chaparrones, empinado hacia la cima del monte donde estaba la tumba conjunta de casi todos los que allí murieron, menos unos cuantos cientos o miles que reposaban en tres edificios construidos, como interrumpiendo el paso en la vereda de subida. Allí, en los tres, se exponían a la vista cráneos y huesos en varias urnas acristaladas.

Durante la ascensión, entre el abre y cierra puertas (por prevención ante los monos) el guía le relató la historia ya referida. Insistió varias veces en el desigual armamento y en el heroísmo de los allí refugiados y perseguidos. 

Una sobrecogedora visita, en un paraje alejado de todo, en plena naturaleza y perdido entre lomas. No había nada más que unas humildes casas a unos cientos de metros de dicho monumento. Lo demás eran montes de eucaliptos, laderas con maleza y otras cultivadas. 

Llegó allí ‘de paquete’ en una moto, después de transitar por caminos pedregosos y riscos, y hacer un recorrido de curioso a varias plantaciones de té.


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