17 de diciembre de 2019

Antelope Canyon

Formas, colores, penumbras, reflejos, claridad, blancos, naranjas, ocres, tostados, amarillentos, luminosidad, sombras, o rayos de luz. Todo esto cabría a la hora de definir el Antelope Canyon.
No va a hablar mucho este viajero insatisfecho sobre este cañón, en realidad dos: Upper y Lower. Cree, sin duda, que lo mejor sería disfrutar de alguna de las fotografías. Cada posición tenía una foto. Cada paso era una instantánea.
En territorio o reserva de los navajos, estaba gestionado por ellos. Muy cerca, la central térmica que el gobierno de Estados Unidos había montado allí. Era prácticamente la única industria de la reserva. Poseía chimeneas de 236 metros de alto, y llamaba la atención aquella imponente altura en medio de la nada, en medio del semi-desierto de Arizona. A lo lejos, se divisaba la ciudad de Page.
Pero yendo a lo que trata esta breve crónica, el Antelope Canyon era un espectacular cañón perfilado por el agua y el viento a lo largo de los años. Una formación geológica que se había ido horadando por las corrientes de agua mediante un complicado proceso geológico. Fue refugio de pobladores locales en tiempos difíciles de persecuciones y batallas. Descubierto por una mujer de la tribu de los navajo, su recorrido era una experiencia visual increíble.
Hay muchos sitios en el mundo que convocan a las gentes por su entorno. Otros, por su grandiosidad, por su antigüedad, o por naturaleza explosiva. También, por su religiosidad. Pero para este mochilero, el Antelope Canyon llamaba la atención del visitante por su fuerza visual.
Aquí deja unos ejemplos. 





Muy cerca estaba el famoso Horseshoe Bend, meandro rocoso del río Colorado, situado poco más abajo del lago Powell. 
¡Tremenda aglomeración de turistas para sentir cómo la naturaleza había perfilado aquellas formas en el río Colorado!.




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9 de diciembre de 2019

Parque nacional Bryce Canyon

P.N. Bryce Canyon

El grupeto ‘del Nissan’ (amigos de visita a los parques de Estados Unidos) se había alojado en Hatch, un pequeño (?) rancho en la ribera del río Sevier. El río, en sí, era una especie de riachuelo que dibujaba multitud de meandros por toda la extensión del valle hasta donde llegaba la vista.
Para llegar allí desde la anterior población de descanso, Page, el pequeño grupo de amigos había circulado durante un trecho en paralelo al curso del Mystic River, sin saber si la homónima película tendría algo que ver con él. Tal vez su autor se había inspirado en su tortuoso cauce para entramar la retorcida historia. En todo caso, unos ríos que alimentaban de vida aquellos parajes repletos de pinos, muchos ponderosa u otras clases, que daban aspecto agreste a todo aquel lugar. Pero ¿qué había en esta población? ¿qué había en Hatch?. Nada, excepto el serpenteante río, la humedad de sus orillas y la taberna ‘Bear in the beed’ donde, una vez concluida la visita al parque nacional, cogieron fuerzas a base de carnaza a la brasa y ‘Uinta Beer’. Simpática taberna que recibía a los clientes con dos sendas figuras de vaqueros, tamaño natural. Uno de ellos, pertrechado del sombrero mexicano al uso. Ah! En este poblado también había una decadente tienda de antigüedades, casi cacharrería y almacén de inservibles; un lugar ideal para un desayuno copioso y batidos golosos, y unos colonos allí establecidos difíciles de ver.

P.N. Bryce Canyon

Llegaron de mañana a la entrada del Bryce Canyon (Cañón Bryce), nombre mentiroso. No era un cañón sino más bien un anfiteatro de rocas esculpidas por el viento, la lluvia y la nieve. Por la naturaleza, sin más. Extenso falso cañón, sí. Multitud de caminos, sendas, miradores ayudaban a divisar los efectos de una naturaleza salvaje, tremenda, sin complejos, ruin, en ocasiones. Maravillosa, las más.
Después de pasar por caja, tomaron un bus que parecía la mejor manera de recorrer los silvestres rincones del parque nacional. Comenzaron por unos de los miradores, después vendrían los demás. Algunos, recorrieron andando, y divisando. Andando, y fotografiando. Andando, y de risas. Estaba el Bryce Point, el Inspiration Point, Sunset Point, el Sunrise Point o Rainbow Point.
Todo era un conjunto de columnas veteadas, figuras, efigies picassianas, ventanas multiformes y chimeneas de hadas: los famosos ‘hoodoos’. El agua de lluvia se había encargado de todo este desfile de formas o pináculos rocosos alargados, con una gran combinación de colores, rojos, ocres y blancos. El agua se congelaba de noche, se disolvía con el día y generaba, bajo fuertes presiones, grietas que se convertían en irregulares formas. Todo un conglomerado de bellas figuras naturales o crestas, conformaban aquel paisaje diferente.
Centenares, miles de visitantes aparecían aquel día -seguro, que todos- por cualquier recodo o recoveco por donde mirara el viajero insatisfecho. A veces, en la lejanía, parecían termitas negras al lado de su termitero. Era posible hacer senderismo, alejarse caminando por veredas pisadas y repisadas por visitantes ansiosos. Estaba el conocido Navajo Loop, afamado y en apariencia no muy difícil de sortear. No había mucho tiempo. Quizás no hubo ganas. Pereza, más bien.
Un soleado día, por momentos, amenazó lluvia.
Figuras y pináculos en el P.N. Bryce Canyon

La entrada al 'Bear in the beed'


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