21 de octubre de 2019

Con karma negativo en Las Vegas

Hotel Bellagio, Las Vegas

Había, y hay, varios aeropuertos de entrada a Estados Unidos. Podía entrar por Nueva York, por Washington o Miami, por Los Ángeles o Dallas, pero el viajero insatisfecho lo hizo por Las Vegas.
¡Qué horror!
¿No podía haber elegido un lugar más típico-tópico americano?
No. Imposible.
Entró por Las Vegas procedente de Montreal, después de casi 5 horas de vuelo. Visto desde la distancia pareciera mucho tiempo, pero es que Estados Unidos y Canadá tienen una frontera común de miles de kilómetros.
Bueno, entró por allí porque su destino posterior iba a ser el cañón del Colorado y varios parques nacionales, cercanos todos ellos a ‘la ciudad del pecado’, del dinero, los casinos y tragaperras.
¿Qué pasas de los mal llamados americanos? Pues tres tazas. Si había una ciudad hortera y más empalagosamente americana esa era Las Vegas, Nevada. Circunstancias del viaje, circunstancias personales y comprometido con el viaje se impuso conocer un poco las miserias y grandezas de esta ciudad. Había quedado con unos amigos y le quedaban tres días por delante ¡muchos!, para dedicarle ratos de ocio, horas diurnas y también, como no, nocturnas.
Cuando entras en un país con sensaciones dañinas o el karma negativo, el mochilero piensa que el país se lo devolverá con creces, acentuado. No habían pasado muchas horas de haber pisado Las Vegas Strip cuando le devolvieron el pernicioso regalo.
Interior de uno de los casinos

No había averiguado mucho, ni había conocido aún downtown (zona centro) sólo había pasado por delante del hotel The Mirage, y otros, aunque, según parece, fue al erigirse éste cuando se inició la grandiosidad moderna de esta ciudad, que poco a poco ha ido dejando decaer la otra zona, la zona germinal. Era en la franja del Strip donde la grandiosa y brutal espectacularidad de los hoteles contrastaba con lo decadente de otras áreas. Una fastuosidad desde el inicio por el norte con el lujoso complejo del Wynn y Encore -y anterior, incluso, el hotel-casino Stratosphere- hasta casi el aeropuerto. En el camino se encontraban las impresionantes zonas de tiendas de los propios hoteles, donde destacaría por méritos propios el Forum Shop del Caesar’s Palace, el Bellagio o el Venetian y Palazzo. Parecían ciudades subterráneas, con túneles y túneles de tiendas. ¡Que se lo digan si no a Louis Vuitton, Saint Laurent, Carmines, Ralph Laurent o Giorgio Armani, y más!. Muchos pasos más allá, el Cosmopolitan, New York-New York, el Excalibur, el Luxor o Mandalay
Pero esto es otro mundo. Falso mundo de una farsante muchedumbre que busca la opulencia y notoriedad.
La realidad del mochilero fue otra. No había conocido aún toda esa ‘odisea del mal gusto’ cuando paseaba por el loco Las Vegas Boulevard. Estaba casi inspeccionando el sitio, cual antropólogo caduco, ciego y perdido en un mundo hortera y desmedido, cuando aquel negro espigado le asedió con su chalada impertinencia de ‘descerebrao’ y desubicado impostor. ‘Tú ayer me has molestado’. No le había visto. ‘Me has ofendido’, gritaba. No le conocía de nada. ‘Eres un estúpido blanco’. No le entendía la mitad de las cosas que me decía. Eso sí, miraba con odio a este mochilero y daba saltos como reteniendo uno mortal. Un negro cretino (podía haber sido blanco) que después de asediarle hizo amagos de dejarle en paz. A los diez pasos, de repente se paró. Se dio la vuelta y le lanzó con odio y fuerza el vaso que llevaba en su mano, aunque no encontró blanco. Más cabreado aún se acercó haciendo curvas como un culebrón. ‘¡Me has molestado!’, y sin anticipar su reacción, le soltó a este pacífico leonés un puñetazo certero en su carrillo derecho que casi le tumbó. Si, dio varios traspiés. El zopenco negrata se fue. Una sociedad loca, genera gente loca de lo que no adolece la ciudad de Las Vegas.
Y aquella energía y karma negativos a la entrada le devolvieron mezquindad e insensatez en forma de puñetazo de un negro majareta.
Casino Excalibur



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5 de octubre de 2019

Avistando ballenas / Canadá

Ballenas
Ahora que la población mundial, excepto japoneses y alguno más, se ha sensibilizado con el peligro de extinción de las ballenas, el viajero insatisfecho, como fiero luchador de la causa, se lanzó a una excursión expresa para su avistamiento.
¡Y qué fácil resultó!
Hacía poco, en España, había leído en algún periódico que en el golfo de San Lorenzo se habían encontrado varias ballenas muertas de una especie en peligro de extinción, las ballenas francas glaciares. Nadan muy lento y producen mucha grasa, por lo que estos grandes cetáceos fueron una presa fácil para los antiguos balleneros.
Lo recordó estando por la zona de Quebec, y cuando conoció, a través de un folleto, que organizaban viajes en zodiac para su avistamiento, no dudó en unirse a la batalla. Ya en la población de Tadoussac, puerto de partida, pudo comprobar que había toda una infraestructura turística para llevar a los curiosos a la zona clave. Cientos y cientos de personas, miles, lo hacían diariamente, en grandes zodiac o en barcos preparados para tal manifestación turística.
¿No hay alguna actividad viajera en este mundo actual donde se pueda disfrutar en solitario, al margen de todo este meollo turístico? El mochilero leonés sabe que sí y que lo podría realizar sin mayores problemas. Solo necesitaría un vuelo a Abiyan, a Libreville o Kinshasa. A Douala o Lomé. Se acabaría, así, toda esta prole de turistas de 4x4 y furgonetas AC.
Escena de avistamiento

Pertrechados de aquel uniforme naranja anti-chapuzón de agua, se lanzaron a las tranquilas aguas del San Lorenzo. Un hermoso día caía sobre los curiosos de la zodiac, con bellas formaciones de nubes encima y a lo lejos. Ver surgir una ballena enseñando primero su lomo cada vez más inmenso para luego sumergirse de nuevo, con un mínimo salto y exhibiendo su cola semilunar, fue deslumbrante. Muchos ‘¡oh!’, expresiones de admiración. Esta zona del San Lorenzo era uno de los pocos lugares del mundo donde se podía ver tal variedad de cetáceos marinos. Lo que les atraía aquí eran los inmensos bancos de kril, pequeños crustáceos similares a las gambas, pero diminutos. La corriente de agua dulce que surgía de uno de los fiordos laterales, al mezclarse con la salada, reunía y acumulaba una bolsa de nutrientes, fitoplancton, elemento fundamental de la cadena trófica de los ecosistemas oceánicos. La guía canadiense que acompañaba al grupo -hablaba un perfecto español- fue muy precisa a la hora de explicar este fenómeno que era totalmente físico y carecía de otra interpretación. Eso sí, apuntó que, si bien la temporada estaba en su apogeo, circunstancias extrañas podrían abocar a que un determinado día no se pudiera avistar una sola ballena.
La naturaleza salvaje y libre tiene esas cosas inexplicables, aunque lógicas.
Había muchas ballenas aquel día. Salían de vez en cuando a respirar, deleitando a todos los curiosos de las zodiac. No sabe cuántas especies pudo ver: ¿ballenas azules?, ¿ballenas jorobadas?, ¿ballenas comunes?, ¿ballenas minke? Lo desconoce, pero fue ¡un bonito espectáculo! Lo que no vio fueron los lomos blancos de las belugas, en grave peligro de extinción.
Aunque, sí, ¡una bonita exhibición!
De regreso, dos de las zodiac realizaron otra demostración de velocidad, carente de peligro en aquel mar tranquilo, que todo el mundo aplaudió. Incluso las nubes soltaron unas gotas de agua de regocijo y placer, supone. Se acercaron a las grandes paredes del fiordo, moles rocosas salpicadas de verde, y el piloto y la guía despidieron a todo el pasaje en el puerto con simpatía y buen humor.
La ballena y la zodiac
El V(B)iajero Insatisfecho, dirigiéndose a la zona


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