Hotel Bellagio, Las Vegas
Había,
y hay, varios aeropuertos de entrada a Estados Unidos. Podía entrar por Nueva
York, por Washington o Miami, por Los Ángeles o Dallas, pero el viajero insatisfecho lo hizo por Las
Vegas.
¡Qué
horror!
¿No
podía haber elegido un lugar más típico-tópico americano?
No.
Imposible.
Entró
por Las Vegas procedente de Montreal, después de casi 5 horas de vuelo. Visto
desde la distancia pareciera mucho tiempo, pero es que Estados Unidos y Canadá
tienen una frontera común de miles de kilómetros.
Bueno,
entró por allí porque su destino posterior iba a ser el cañón del Colorado y
varios parques nacionales, cercanos todos ellos a ‘la ciudad del pecado’, del
dinero, los casinos y tragaperras.
¿Qué
pasas de los mal llamados americanos? Pues tres tazas. Si había una ciudad hortera
y más empalagosamente americana esa era Las Vegas, Nevada. Circunstancias del
viaje, circunstancias personales y comprometido con el viaje se impuso conocer
un poco las miserias y grandezas de esta ciudad. Había quedado con unos amigos
y le quedaban tres días por delante ¡muchos!, para dedicarle ratos de ocio,
horas diurnas y también, como no, nocturnas.
Cuando
entras en un país con sensaciones dañinas o el karma negativo, el mochilero piensa
que el país se lo devolverá con creces, acentuado. No habían pasado muchas
horas de haber pisado Las Vegas Strip cuando le devolvieron el pernicioso
regalo.
Interior de uno de los casinos
No
había averiguado mucho, ni había conocido aún downtown (zona centro) sólo había pasado por delante del hotel The Mirage, y otros, aunque, según
parece, fue al erigirse éste cuando se inició la grandiosidad moderna de esta
ciudad, que poco a poco ha ido dejando decaer la otra zona, la zona germinal. Era
en la franja del Strip donde la grandiosa y brutal espectacularidad de los
hoteles contrastaba con lo decadente de otras áreas. Una fastuosidad desde el
inicio por el norte con el lujoso complejo del Wynn y Encore -y anterior,
incluso, el hotel-casino Stratosphere- hasta casi el aeropuerto. En el camino
se encontraban las impresionantes zonas de tiendas de los propios hoteles,
donde destacaría por méritos propios el Forum Shop del Caesar’s Palace, el
Bellagio o el Venetian y Palazzo. Parecían ciudades subterráneas, con túneles y
túneles de tiendas. ¡Que se lo digan si no a Louis Vuitton, Saint Laurent,
Carmines, Ralph Laurent o Giorgio Armani, y más!. Muchos pasos más allá, el
Cosmopolitan, New York-New York, el Excalibur, el Luxor o Mandalay
Pero
esto es otro mundo. Falso mundo de una farsante muchedumbre que busca la
opulencia y notoriedad.
La
realidad del mochilero fue otra. No había conocido aún toda esa ‘odisea del mal
gusto’ cuando paseaba por el loco Las Vegas Boulevard. Estaba casi
inspeccionando el sitio, cual antropólogo caduco, ciego y perdido en un mundo
hortera y desmedido, cuando aquel negro espigado le asedió con su chalada impertinencia
de ‘descerebrao’ y desubicado impostor. ‘Tú ayer me has molestado’. No le había
visto. ‘Me has ofendido’, gritaba. No le conocía de nada. ‘Eres un estúpido
blanco’. No le entendía la mitad de las cosas que me decía. Eso sí, miraba con
odio a este mochilero y daba saltos como reteniendo uno mortal. Un negro
cretino (podía haber sido blanco) que después de asediarle hizo amagos de
dejarle en paz. A los diez pasos, de repente se paró. Se dio la vuelta y le
lanzó con odio y fuerza el vaso que llevaba en su mano, aunque no encontró
blanco. Más cabreado aún se acercó haciendo curvas como un culebrón. ‘¡Me has
molestado!’, y sin anticipar su reacción, le soltó a este pacífico leonés un puñetazo
certero en su carrillo derecho que casi le tumbó. Si, dio varios traspiés. El
zopenco negrata se fue. Una sociedad loca, genera gente loca de lo que no adolece
la ciudad de Las Vegas.
Y aquella energía y
karma negativos a la entrada le devolvieron mezquindad e insensatez en forma de
puñetazo de un negro majareta.
Casino Excalibur
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