Llegó, y paseó. Llegó, y miro por todo el centro (su hotel, que encontró de casualidad, estaba muy cerca), donde presenció pequeños mítines de simpatizantes políticos de algunos partidos, entre ellos, un grupo de jóvenes simpatizantes de Milei.
(Era fin de semana y, ese domingo, se celebraba la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Precisamente, allí pasó ese día electoral, donde la ingesta de alcohol estaba prohibida. Ni una cerveza. En esta jornada, de poca actividad, además, visitó la quebrada de San Lorenzo (muy cerca de la ciudad), un lugar que encontró más bien adaptado al turismo local de fin de semana. Le decepcionó. Sin embargo, allí estuvo en el pequeño castillo de San Lorenzo, conocido porque en él Yul Brynner rodó escenas de la película de Taras Bulba).
Uno de los días que pasó rondando por allí,
cree recordar que fueron tres, subió al cerro San Bernardo en el teleférico que
partía de un jardín cercano, en el centro. Desde el cerro, la ciudad se veía en
toda su extensión a sus pies. Un sitio de sorpresivo relax, donde las pocas
personas que andaban por allí parecía guardaban un cierto silencio sepulcral.
Pero como siempre, las expediciones a los
alrededores de las grandes ciudades suelen ser lo más interesante. Para visitar
aquellas zonas aledañas, pero relativamente lejanas, no le aconsejaron utilizar
el transporte local, pues no era viable por ser, además, poco frecuente. Las
agencias organizaban ‘tours’, y uno
de ellos contrató. Un minibús con unas 12 o 15 personas, todas ellas con la
misma intención: conocer Cachi (una pequeña población a los pies del homónimo
pico andino,
y dentro de los valles Calchaquíes). Esta población no era lo más
importante, más bien lo especial estaba en el itinerario.
Hasta llegar allí, se ascendía la famosa cuesta del Obispo (un tramo de esta ruta —y único no asfaltado— que subía la montaña por un bonito y zigzagueante camino con vistas espectaculares hasta el punto panorámico de la piedra del Molino); se admiraba el Valle Encantado; pudieron ver cantidad de guanacos, y se atravesaba el Parque nacional Los Cardones, de singular belleza por la cantidad de cardones (el cactus argentino) que poblaban aquella llanura (los cardones estaban, así, protegidos): altos, fuertes y gruesos como columnas de monasterios o catedrales.
En la zona de Salta había muchos otros sitios posibles, pero el viajero insatisfecho debía continuar su viaje argentino por otros lares o lugares.
Argentina era y es increíblemente extensa.