24 de noviembre de 2023

Samaipata, una rápida visita


Aeropuerto Internacional / Bolivia

Cuando el viajero insatisfecho llegó al Aeropuerto Viru-Viru estaba cansado (¿harto?) de vuelo. Habían sido doce horas de Madrid a Santa Cruz de la Sierra / Bolivia.

Nada de taxis para ir al centro de la ciudad, tomó un autobús que le dejaría relativamente cerca del hotel. Era primera de la mañana. El hotelucho estaba situado muy cerca de la plaza principal de la ciudad (Plaza 24 de septiembre), en el anillo histórico (Anillo 0). La ciudad de Santa Cruz tenía una organización de calles circular muy original a base de anillos concéntricos, distanciados uno de otro entre uno y tres kilómetros, que iban del cero al diez.

Aprovechando que el hotel aún no tenía la habitación disponible, optó por comenzar, aún cansado por el viaje, el recorrido de una mínima parte de Bolivia; no era cuestión de perder tiempo. La primera visita del primer día, y de la estancia sería a Samaipata.

Preguntó por la salida de autobuses a esta localidad y, después de localizar el medio de transporte —un turismo compartido con otros cuatro pasajeros, que partía cuando estaba lleno— se lanzó hacia la población. Eran 120 kilómetros, cuando había pensado en unos 20. ¡Qué despiste de hombre! Fueron unas tres horas de trayecto, de ida; y otras tantas de vuelta. En total, todo el día de despiste y aventura.

Samaipata era considerada la frontera sur del imperio inca, y fue por eso que este pueblo inca pre-colonial habría edificado el fuerte en una de las múltiples colinas fronterizas con otros pueblos aún no dominados. De ello, se conservaban unas ruinas que tenían su atractivo turístico, y se promocionaban como tal. No tenían nada que ver con Machu Pichu (la fortificación inca más conocida) y eran mucho más humildes en cuanto a sitio arqueológico y enclave estético. El Fuerte (así se le conocía) estaba ubicado a varios kilómetros de la población, por lo que tuvo que contratar un medio de transporte, y… ¡qué mejor que una moto-taxi! Estaba de enhorabuena este mochilero, pues es el medio que más utiliza cuando hay posibilidades. Había descubierto gran parte de África en moto y conocido muchas localidades en la zona de Indochina. En Bolivia no era tan habitual, pero se utilizaba —según comprobó— como vehículo de traslado de un lugar a otro en muchas poblaciones.


El Fuerte de Samaipata

Tras el pago de una entrada, se propuso recorrer todas las ruinas, para lo que no necesitó un guía, sino que, en la soledad y tranquilidad del recorrido, fueron apareciendo los objetos visitables. Se trataba de una gran cumbre de una montaña esculpida con dos grandes ranuras, asientos, estanques y motivos zoomorfos “con los cuales antiguas poblaciones de origen amazónico propiciaban sus ciclos agrícolas”, según Wikipedia. La enorme roca esculpida de El Fuerte era el más grande petroglifo terrestre del mundo. Había, incluso, estructuras fabricadas para evitar pisar la zona arqueológica.

El tiempo pasaba y, previendo el largo regreso a Santa Cruz, donde debería ocupar el hotel para su primera noche, no se extendió en otras visitas que ofertaban por la zona. Se podían hacer, también, caminatas por las montañas y valles, pero esto necesitaba tiempo, y no disponía de ello. Con un recorrido por la población, con cierto aire turístico: plaza, calles y tiendas, finalizó la visita a Samaipata.


El Fuerte de Samaipata

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