31 de enero de 2022

A orillas del lago Seván / Armenia


Khachkars en el cementerio de Noratus

Le dejaron ‘en tierra de nadie’. Llegaba a las inmediaciones del lago Seván, en el centro del país armenio, y el transporte ni le apeó en el pueblo de Seván ni en los monasterios de Sevanavank, a unos seis o siete kilómetros, en las mismas orillas del lago. Los coches pasaban a toda velocidad por aquella especie de autovía y desconocía el lugar hacia dónde tirar. Preguntó, con mucha dificultad idiomática, a una señora que atendía una pequeña y solitaria tienda, la forma de conseguir un taxi que le llevara a la civilización y, sobre todo, a un hotel donde dejar bártulos y pasar la próxima noche. Después, ya tendría tiempo de visitar monasterios, lagos y el cementerio de Noratus, de donde el libro-guía hablaba como mejor sitio para admirar los antiguos khachkars mejor conservados.

Lápidas modernas en el cementerio de Noratus

Se hospedó en el hotel Sevano, reservado por Booking. Resultó ser un hotel bastante bien cuidado y barato, pero en apariencia sin terminar. Allí gestionó todo. Indagó por un taxi para visitar Noratus, pues ya sabía que de otra manera era muy difícil hacerlo, y resultó ser un medio barato, incluso para su pobre bolsillo por lo que no dudó en contratarlo para el día siguiente y realizar, así, su particular tour. Lo que le restaba de la jornada, bueno sería buscar un sitio donde comer, conocer la localidad y pasear por sus calles.

Al día siguiente, sí, excursión. Como lugar más alejado de Seván, visitó primero el cementerio y sus khachkars, de un gran valor arqueológico. Antiguos, por un lado; recientes, por otro, multitud de placas, panteones, imágenes y estatuas adornando las sepulturas de los armenios. Luego, pararíamos en un monasterio llamado Hayravank. Lo mejor, junto a la antigüedad de sus piedras (siglo IX), era la ubicación en un montículo que se elevaba a orillas del lago. Pequeño. Solitario. Rodeado, también, de muchos khachkars antiguos. No recuerda su interior, pero todos eran más o menos lo mismo: bellos cuadros colgados de algún santo, oscuras paredes y una pequeña iluminación producida por las delgadas velas encendidas por los fieles seguidores. Era muy práctico de visitar, pues el aparcamiento estaba cercano a sus puertas. Unas cuantas fotos y fin del encuentro con el Hayravank.

El privado tour contratado abarcaba así mismo Sevanavank. Demasiados monasterios para un día, pero la condición del viaje así lo imponía. El viajero insatisfecho tomó aire en los pulmones, se armó de paciencia y se dispuso a subir las escaleras hasta aquellas dos iglesias que permanecían en pie, estas sí repletas de turistas. Supone, no recuerda, debía ser un día festivo o fin de semana. Muchos individuos paseando por los alrededores, entrando y saliendo de sus entrañas, alguno de ellos, cumpliendo fielmente el ritual de no dar la espalda a las figuras del interior. Salían de espaldas.


Hayravank

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