16 de junio de 2023

La palanca negra gigante / Angola


Palanca negra gigante (Foto.: gentileza de Google)

Al borde de la extinción, la palanca negra gigante es una rara especie de antílope sable que sólo se encuentra en Angola, concretamente en la provincia de Malanje. Además de ser uno de los símbolos del país (también, logo de la compañía aérea bandera de Angola, TAAG), es un animal de enorme belleza y solemnidad. Tanto los machos como las hembras tienen cuernos, y pueden alcanzar el metro y medio de longitud. Los ejemplares adultos pesan más de 200 kilos y, aunque son tímidos por naturaleza, pueden mostrarse muy agresivos si son atacados. Viven en bosques, cerca del agua, y su caza está totalmente prohibida.
Logo de TAAG

Se llegó a pensar que la especie había perecido durante la guerra angoleña, pero en 2004 un equipo de investigación de una Universidad angoleña consiguió grabar a una manada de palancas negras gigantes en el Parque Nacional de Cangandala.

El viajero insatisfecho estaba en Malanje, cerca de este Parque Nacional ¿qué le impedía acercarse por allí y tratar de divisar, fotografiar y disfrutar de la palanca negra? Había ya visitado las cataratas de Kalandula y su poco organizado plan viajero pasaba por tratar de conocer de primera mano a este animal, como quien trata de conocer a un león, un elefante o a un guepardo: verle desde la distancia y con la seguridad que da ir en un 4x4, algo imprescindible en la mayoría de los parques del mundo.

Se informó en Malanje sobre cómo acercarse a la población de Cangandala, puerta del parque. Tomar un transporte local resultaba ser el método más barato y eficaz de llegar. Se subió a aquel autobús, cargado hasta los topes de gente del lugar, a una hora más bien temprana. El trayecto de unos cuarenta kilómetros fue relativamente rápido. Una extensa sabana, de verde vegetación y hierbas altas, se veía desde las ventanillas del autobús, salpicada de vez en cuando por pequeños pueblos de chozas de barro y techos de latón. Como el sol lucía entonces con especial fuerza, las paredes de las cabañas mostraban un bello color rojizo.

Una mujer que viajaba al lado, trabajaba en el centro de recepción de visitantes del parque, lo que le facilitó a la llegada la localización del lugar. Le acompañó. Allí, en el centro especial, un amable encargado, en un perfecto español, le informó de la imposibilidad de visitar el Parque Nacional, por tres motivos:

- Las recientes lluvias convertían en intransitable el camino de acceso.

- La palanca negra era imposible divisar en ese momento, debido a las hierbas altas y el resto de la vegetación, frondosa por las recientes lluvias. Además, ese antílope no se acercaba a beber agua a los lugares habituales pues disponía de ella en multitud de sitios alejados.

- El parque nacional permanecía cerrado hasta julio (entonces, era mayo).

Dio una pequeña vuelta por Cangandala, un pueblo cuidado y con relativa imagen de progreso, y regresó a Malanje.

Para otra ocasión.

Copyright © By Blas F.Tomé 2023 

2 de junio de 2023

Pungo Andongo y las cataratas de Kalandula, Angola


Pungo Andongo

De Luanda a Malanje –próxima parada de la ruta- tomó una especie de 4x4, que salía hacia su destino cuando estuviera lleno: nueve personas contando al conductor. Un sistema muy común en muchos países africanos y Angola no debía ser una excepción. El interés por ir a Malanje, además de para conocer la zona, era para tomar esta ciudad como punto de partida de la visita a las cataratas de Kalandula, que distaban unas cuantas decenas de kilómetros. Recuerda que era sábado cuando “aterrizó” en la ciudad dispuesto a conocer el famoso salto de agua al día siguiente, domingo. Previendo, según algunas informaciones, que las cataratas estarían más solitarias entre semana decidió ir primero a otro lugar menos concurrido, aunque en este país, algo turístico era normalmente visitado por un escaso número de personas. Mínimo, diría. Aun así, proyectó acercarse a Pungo Andongo, como destino alternativo de domingo.

Llegando a Pungo Andongo


Mujeres recogiendo agua, habitual escena en los poblados

Se levantó en Malanje pronto y tomó un candongueiro -como llamaban los angoleños a lo que en otros lugares africanos apodaban matatus- hacia la población de Cacuso, desde donde se podía desviar a Pungo Andongo y, también, a Kalandula. Uno, tomando un camino hacia la izquierda, y otro, a la derecha. ¿Qué mejor que ir de paquete en una moto?, se dijo al llegar a la población de Cacuso. Como sabía que había una distancia de unos cuarenta kilómetros, tenía que sopesar si el precio de la moto era o no abusivo y asequible. Y, no, para nada resultaba abusivo.

Pungo Andongo eran unos bloques montañosos de piedra que se erguían solitarios, algunos unos doscientos metros de altura respecto a la sabana circundante. Según la información entresacada del libro-guía, estas rocas constituían un misterio geológico pues parecían fuera de lugar en relación con el entorno. Era también un lugar de mitos y leyendas, y había servido de capital en el antiguo reino Ndongo. Además, desde los antiguos tiempos de la reina Ginga (famosa reina ndongo) había sido un punto estratégico: presidio durante años de la colonización portuguesa y, también, campo de batalla entre las fuerzas de la UNITA y el MPLA. Llegó hasta allí en la moto alquilada después de atravesar zonas inhóspitas llenas de arbustos, campos de caña de azúcar y varios poblados típicos angoleños y, junto con el motorista, subió a uno de los montículos desde donde se divisaba la grandiosidad de estas formaciones rocosas. Sobretodo el sol, pero también una pequeña brisa, acompañaron al viajero insatisfecho en aquellas alturas, y la soledad de la ruta y la naturaleza virgen que la envolvía, eran buenos estímulos para el gozo personal, aunque temporal.


Secado de mandioca en los arcenes

Si bien era domingo, y temía por el volumen de turistas (luego, estaría casi solitario), después de visitar aquella zona de rocas decidió acercarse en el mismo transporte a las cataratas de Kalandula. Había una buena carretera entre Cacuso y Kalandula lo que facilitó que el tiempo de trayecto no fuera exagerado. No obstante, tenía toda la tarde por delante y la distancia eran unos cincuenta kilómetros. Una sentada de una hora en la moto, con el culo dolorido, sería el resumen del recorrido. Bueno, también las escenas habituales del secado de mandioca en los arcenes y las extensiones del verde que rodeaban los bordes de la carretera. Hierbas altas, de más de dos metros, que impedían la visión de todo lo que circundaba.

La vista de las cataratas fue algo llamativo y colorista. Se llegaba a la parte alta, donde se iniciaba el salto, y desde un mirador construido ad hoc se observaba toda la caída del agua en su conjunto. De una altura de 105 metros y una anchura de 400, la ancha cascada conformaba una escena espectacular. El sonido del agua y el arco iris que se formaba en conjunción con el sol imperante eran dignos de un bello recuerdo. La bajada al pie de las cataratas se realizaba por una senda resbaladiza y complicada. Optó por dejar esta experiencia para otra ocasión debido a sus problemas de rodilla y a la posibilidad de un resbalón nada recomendable. Además, se podía uno acercar al borde mismo del salto, con el peligro que ello conllevaba, aunque varias señales recomendaban no hacerlo.


Cataratas de Kalandula

Eran imponentes las cataratas de Kalandula, la imagen turística de Angola, naturales, bellas e intimistas en su disfrute. Recordó que el pantallazo de bienvenida que aparecía en las televisiones del avión de la compañía bandera angoleña, TAAG, que le había llevado al país, era de esas cataratas. 


Cataratas de Kalandula

 Copyright © By Blas F.Tomé 2023