Siendo egoísta, ‘¡bendita huída!’, se dice este viajero insatisfecho, en un momento de ataque de agobio y ansiedad. Aquella experiencia de hace sólo dos años le resultó en ese terreno un poco asfixiante, aunque única, bonita y necesaria, donde las aglomeraciones para ver cualquiera de los monumentos hablaban sobre todo español.
En Abu Simbel, a primera hora de la mañana, después de unas horas de autobús desde Asuán, la muchedumbre hablaba español.
En el templo de Luxor, ya de noche, con una espléndida iluminación de sarcófago, las multitudes, casi sombras, hablaban en español.
En el valle de los Reyes, ya en el interior de las bellas tumbas (¡increíbles!) era fácil que mientras bajaba, el que subía fuera español. Como fácil era, en las visitas a cualquiera de los monumentos, soltar un ¡Ohhh! (de admiración), pero sin duda en las subterráneas tumbas de aquel valle era casi inevitable, como inevitable era el hormigueo del público.
Era como aquel juego de la juventud más joven, ¿Dónde esta Wally? [fotografía].
Piensa en aquellas imágenes y, si bien grita de nuevo ‘¡bendita huida!’, desea al pueblo egipcio un feliz tránsito de la dictadura a, si todo sale bien, una democracia imperfecta.