-Exterior del 'Imperial Saloon', en Batticaloa-
Batticaloa era una tranquila ciudad (¡bueno, no tanto!) de la costa este de Sri Lanka. Nadie le recomendó visitar este enclave pero allá que fue. Tomó un autobús en Trincomale, donde se encontraba y, después de un largo trayecto, el bus le dejó en una ancha calle sin nada que hacer. No sé si alguna vez lo ha dicho pero lo primero que hace el viajero insatisfecho al llegar a una ciudad es buscarse un alojamiento digno(?) para pasar la noche, o noches. Luego, ya se organizará para visitar el sitio. Despejado del peso del macuto es más fácil pensar y decidir.
Batticaloa, en una primera
impresión (no podrá dar una segunda pues se marchó al día siguiente), era una
ciudad confusa. No consiguió orientarse en las pocas horas que estuvo allí y
eso que dedicó la tarde y parte de la mañana siguiente a interminables y prolongados paseos. En esta urbe
ribereña entre islas se veían edificios por todos los lados ¿qué era la isla
grande?, ¿qué era la otra isla?. ¿este puente une dos pequeñas islas, o une la isla
grande y otra isla?. Esta claro que si hubiese permanecido allí más tiempo hubiese
resuelto el problema. Pero paró poco.
Pareciera que
hubiera ido a esa ciudad, que abandonó en tren al día siguiente, a tomarse una
cerveza caliente, solitario en la recepción de un hotel, y cortarse un poco las
greñas o escasos pelos de calvo incipiente (¿o compulsivo?) que es.
-Interior del 'Imperial Saloon'-
Pues sí, así fue, se topó con la peluquería “Imperial Saloon” más bonita, más recargada, más kitsch y colorida que ha visto en su vida. Sus paredes eran todo un espejo, cubiertas de pinturas decorativas, flores artificiales, lentejuelas, filigranas, vidrieras policromadas o guirnald
-Estación de tren-
Salió alegre de
aquel ‘saloon’ de estilo recargado y
repujado, y, sin más, tomó un tuc tuc
y, con su mochila preparada, se presentó en la estación de tren. Buen
viaje!!.
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