25 de abril de 2015

Koh Rong, una isla mochilera

-Playa de Koh Touch, Koh Rong-

Koh Rong era una pequeña isla camboyana, para algunos, olvidada. Pero nada de eso, aquella isla, en invierno, se llenaba de mochileros australianos y europeos que destilaban alcohol por los poros y destrozaban sus blancuzcas pieles a base de solo y calor.
Estaba situada a hora y media en barco (menos, en una lancha rápida; por supuesto, más cara) de la turística playa de Sihanoukville, en el continente.
-Vista de Koh Rong, desde el ferry-


Koh Rong tenía en su haber unas maravillas y virginales playas pero, como carecía de carreteras interiores, la más accesible, donde llegaban los ferry era Koh Touch aunque, al menos, a otras dos era fácil llegar. Más accesible y, por tanto, más popular. Carecía, por supuesto, de paseo marítimo y la única manera de moverse era pisando su blanca arena. La playa era el paseo, era el recreo, era el 'bufoneo', lo era todo. A este trozo de arena le habían surgido cabañas entre la vegetación como si de un terrible sarampión se tratara; cabañas de madera y techo de paja para ser respetuosas con el entorno, y eso era de agradecer. En realidad eran pequeños hoteles, con más carencias que servicios básicos. Pero ¡me caguen diez!, tenían su encanto.
-Muelle en Koh Rong visto desde la playa-


En realidad, y en un principio, la playa de Koh Touch era un pequeño pueblo de pescadores; aún sigue teniendo algunos que miran a los mochileros con cierta perplejidad.
"¿De dónde habrán salido estos descerebrados?", parecían preguntarse.
El viajero insatisfecho se acercó por allí por pura curiosidad. Estaba en la ciudad de Sihanoukville y una mañana entera en su playa podía ser desolador. Allí mismo había un ferry que le transportaba a Koh Rong, y luego le traía de regreso. Decidió acercarse. Se movió y se movió por la isla y, a la hora de tomar la vuelta, se arrepintió de no haber proyectado una estancia más larga, aún a pesar de que este mochilero suele huir de los ambientes cargados de jolgorio.
Allí, en plena playa, estuvo de charleta con unos ‘jovencetes’ valencianos que trabajaban como empleados en uno de los locales playeros, Ashia (bar, restaurante y con unas habitaciones baratas para alquilar). Eran cuatro o cinco sufridores de la crisis en España que escucharon la oferta de trabajo de otro español, arriesgado emprendedor.
Vivían -dijeron- en el paraíso, aunque sus amigos y familiares en Valencia les tacharan de malvivir en aquel lejano lugar.
Pasó un rato agradable. 
Un día diferente.

-Playa de Koh Touch-


Copyright © By Blas F.Tomé 2015

14 de abril de 2015

Una flor llamada ‘shivalinga’

-Shivalinga-
Al iniciar la visita del Palacio de Real de Phnom Penh, lo primero que le sorprendió fue un grupo de chino-japo-turistas que se concentraban alrededor de un árbol con estrambóticas flores. Una placa de metal, a media altura, confirmaba que el arbol era un Pentacme siamensis’. El chino-japo-guía hablaba y hablaba ‘como una verdadera cotorra’, y la aglomeración atenta impedía al resto hacer cómodamente una fotografía a aquellas vistosas flores. Sólo pudo hacer una instantánea de una de ellas, por eso incluirá otras fotos, prestadas de Internet, para componer y hacer fácilmente comprensible esta entrada. Las siempre críticas a este tipo de turismo chino-japo se confirmaban ante este viajero insatisfecho.
Aquellas flores eran sagradas para Buda y sus discípulos (supone que eso era lo que le contaba el guía a sus seguidores), y el árbol era conocido desde hace más de 3.000 años en el sudeste asiático, siendo tan venerado que 'se encontraba a menudo creciendo en los templos religiosos’, según dice San-Google. Aquel ejemplar, rodeado de chino-japos, probablemente había sido trasladado allí desde la India.
Consultas posteriores, al regreso, confirmaban que este árbol también tenía su implantación, con otros nombres más sencillos, en Sudamérica. Nombres como ‘coco de mono’, ‘coco hediondo’ o ‘castaño de macaco’. En idioma tamil se llamaba ‘nagalingam’, y sus flores -en telugú (idioma de Andhra Pradesh, en India)- se llamaban ‘shivalinga’ (así, a primera vista, se podría traducir como la “linga (falo) de Shiva”.
Popularmente, también conocido como el ‘árbol bala de cañón' porque no sólo los frutos son tan grandes, redondos y pesados como sus homónimos sino que, al caer a la tierra, a menudo lo hacen con los ruidos fuertes y explosivos. Naturalmente, estos árboles no se plantan junto a caminos, porque una fruta que cae fácilmente podría causar una lesión fatal.
Quizá la gran curiosidad provocada por este extraño árbol viene del hecho de que la fruta parece estar desarrollándose directamente del tronco del árbol en oposición a los árboles normales. También en que la fruta tiene un hedor verdaderamente horrible, a diferencia de sus flores.
En inglés, se conoce como ‘Cannonball Tree’.


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3 de abril de 2015

“Cosas que sé hacer cuando viajo”

El viajero insatisfecho va a cumplir con la petición que le hace ‘Dianamiaus’, aunque no sea muy proclive a este tipo de ofertas-envenenadas (pero con veneno de buen rollo, lo sabe) y va a enumerar alguna de las…. “cosas que sé hacer cuando viajo”. Hay tantas que va a centrarse en unas, quizás algunas irreverentes, y dejará otras que serán tan importantes como las primeras. Intentará ser original, aunque no lo logre, pero así es.
Sabe:

Mimetizarse
En Egipto, el viajero ha sido Ramses (“look like Ramses”, decían). En Zambia, ha sido Livingstone (igual: “look like Livingstone”, decían). En Perú, fue Atahualpa, el emperador inca (“te pareces a Atahualpa”, aseguraban). Se jugaría ahora mismo un huevo y parte de otro de los de ellos, que lo hacían para hacerse los simpáticos y alentar un acercamiento egoísta e interesado. Pero así es, este leonés ni es como el tal Ramses, ni mucho menos como el explorador más grande que jamás haya pisado África, aunque, según parece, sabe mimetizarse.

"Look like Livingstone"

Regatear
Y es fundamental dominar el oficio cuando las zapatillas recorren cualquier país africano, u oriental (India, o Tailandia, o Camboya,…). Las reglas están establecidas de antemano o, si no lo están, son de uso general, y cualquier ‘adán’ intentará estafar o, si no estafar, al menos intentará sacar al mochilero el “money, money”, y cuanto más mejor. Un blanco por definición en África, al menos en ciertos lugares de este bello continente, es un cajero automático ambulante, y eso se nota. Se piensan que a todos los blancos les sobra el dinero, o son millonarios per se. A veces, hay que explicárselo y en verdad lo entienden.

-Regateo en el mercado de Malanville / Benin-

Cambiar de rumbo
Cualquier circunstancia le puede hacer variar los planes que ha decidido la noche anterior (no sabe si se deberían llamar planes) y cambia el rumbo porque el conserje de hostel  o de la guesthouse le recomienda otro. Ha cambiado el lugar de destino hasta cuando iba a comprar el billete a la bus-station y el motero de turno que le llevaba le dijo que por allí, por aquella zona donde iba a ir, no había nada que ver, “vete por este otro lado” Y le hizo caso, aunque no siempre, o casi nunca, la persona local que no conoce el mundo del turista o viajero tiene los mismos gustos por las cosas y puede discernir la realidad de lo que es ‘visitable’ para un viajero.

-Bus-station en Lusaka-

Ser precavido
A este mochilero le gusta la noche, o al menos, antes le gustaba, pero dependiendo del país visitado o de la ciudad que sea en ese momento su base de operaciones, unas veces se arriesga a vivir la noche; otras, se lo piensa dos veces, moviéndose entonces a esas horas por terreno más o menos conocido. Lo que quiere decir que siempre es precavido. La peligrosidad, a veces es una mandanga, pero otras puede ser muy real.

-Nochevieja en Natitingou-

Tener las cosas claras
A este mochilero le gustan las mujeres, y jamás dejará de ¿buitrear? o ¿mirar? a las mujeres del lugar, ya sean blancas, chinas, negras, o nepalíes o tanzanas. Vayan vestidas de locales o a la moda internacional, sean de ‘body africano’ u occidental. A veces, también, las caras son su pasión, no siempre un cuerpo insinuante o cimbreante va a ser el único objetivo. En su descargo dirá que siempre viaja sólo y no suele tener condicionantes a su lado que impidan realizar la tarea, a la que se dedica 16 horas al día; el resto, duerme. Creedle, no es una obsesión pero sí una realidad.
También, aunque no tenga relación con lo anteriormente dicho, le gusta la cerveza y encontrará cualquier disculpa (cansancio, calor, conversación,…) para deleitarse con una. Cree que ha dicho al principio que tiene las cosas claras.

-Joven emberá, Panamá-
-Joven paseando por la calle-

Leer
Como en un viaje suele haber muchos tiempos muertos -o al menos él los busca y los encuentra- dedica ese tiempo a la lectura. Suele llevar varios libros en la mochila y rara vez vuelve con alguno de ellos no leído. Es fácil entretenerse con unas páginas antes de dormir ¿será una costumbre?.

-Libros-

Para completar el 'juego', la 'rueda' o la 'diversión', nomino a (la participación es voluntaria, no necesitáis odiarme, así, de entrada):

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