-Playa de Koh Touch, Koh Rong-
Koh Rong era una pequeña isla camboyana, para algunos, olvidada. Pero nada de eso, aquella isla, en invierno, se llenaba de mochileros australianos y europeos que destilaban alcohol por los poros y destrozaban sus blancuzcas pieles a base de solo y calor.
Estaba situada a hora y media
en barco (menos, en una lancha rápida; por supuesto, más cara) de la turística
playa de Sihanoukville, en el continente.
-Vista de Koh Rong, desde el ferry-
Koh Rong tenía en su haber unas maravillas y virginales playas pero, como carecía de carreteras interiores, la más accesible, donde llegaban los ferry era Koh Touch aunque, al menos, a otras dos era fácil llegar. Más accesible y, por tanto, más popular. Carecía, por supuesto, de paseo marítimo y la única manera de moverse era pisando su blanca arena. La playa era el paseo, era el recreo, era el 'bufoneo', lo era todo. A este trozo de arena le habían surgido cabañas entre la vegetación como si de un terrible sarampión se tratara; cabañas de madera y techo de paja para ser respetuosas con el entorno, y eso era de agradecer. En realidad eran pequeños hoteles, con más carencias que servicios básicos. Pero ¡me caguen diez!, tenían su encanto.
-Muelle en Koh Rong visto desde la playa-
En realidad, y en un principio,
la playa de Koh Touch era un pequeño
pueblo de pescadores; aún sigue teniendo algunos que miran a los mochileros con
cierta perplejidad.
"¿De dónde habrán salido estos descerebrados?", parecían preguntarse.
El viajero insatisfecho se acercó por allí por pura curiosidad. Estaba
en la ciudad de Sihanoukville y una mañana entera en su playa podía ser desolador.
Allí mismo había un ferry que le transportaba a Koh Rong, y luego le
traía de regreso. Decidió acercarse. Se movió y se movió por la isla y, a la
hora de tomar la vuelta, se arrepintió de no haber proyectado una estancia más
larga, aún a pesar de que este mochilero suele huir de los ambientes cargados
de jolgorio.
Allí, en plena playa, estuvo de
charleta con unos ‘jovencetes’ valencianos que trabajaban como empleados en uno
de los locales playeros, Ashia (bar, restaurante y con unas
habitaciones baratas para alquilar). Eran cuatro o cinco sufridores de la
crisis en España que escucharon la oferta de trabajo de otro español, arriesgado
emprendedor.
Vivían -dijeron- en el paraíso,
aunque sus amigos y familiares en Valencia les tacharan de malvivir en aquel
lejano lugar.
Pasó un rato agradable.
Un día diferente.
-Playa de Koh Touch-
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