¡No
pasaba nada!
Una
jornada de turismo sostenible.
La llegada a esta población era con el fin de visitar las cataratas de Maletsunyane, y a ese propósito se encomendó nada más dejar la mochila grande en la habitación. Pero el trayecto al salto de agua era largo. Se atravesaba la población, después se cruzaba un arroyo, en cuya orilla estaba Semonkong Lodge, el más prestigioso alojamiento de la población, y luego se iniciaba, por unas estrechas sendas para caballerías y ganado, la ascensión a las montañas que rodeaban la zona. Por una de estas veredas, de subidas y bajadas, circulaba el viajero insatisfecho en la búsqueda de las cataratas. Respiraba un aire extremadamente puro y lo notaban sus fosas nasales. Desde el primer momento, se daba cuenta de la gran altitud, a la que normalmente no estaba acostumbrado a vivir: hacía algo más de brisa fresca de lo normal y al mirar alrededor veía montañas imponentes, algunas más bajas que el punto de observación. Otras, más altas.
Desde
una de las partes más altas del trayecto, divisaba todas aquellas montañas de
suaves picos y verdes laderas y algunos rebaños de ovejas pequeñas en tamaño, que
eran la raza de Lesoto. De ellas extraían la lana con la que se hacían las
numerosas mantas que los locales llevaban habitualmente por aquellas latitudes.
A veces, de coloridos variopintos; otras, no tanto. Se cruzó con cantidad de
pastores y labriegos montados todos ellos en sus apuestos caballos y enfundados
en las austeras mantas de lana. También, con sus pasamontañas calados.
Amables,
y alguno de ellos sonriente, saludaban al mochilero con simpatía.
Y
llegó, después de dos horas de caminata, a las cataratas Maletsunyane. Un gran
barranco se divisaba antes de llegar al salto. Éste se formaba al caer el agua
de uno de los arroyos al gran despeñadero.
¡Espectacular!
Se
veía alejado, pero imponía.
Con
poca agua, pero aun así de gran belleza.
Se
sentó en una de las rocas y dejó pasar los minutos. En silencio. Esperando oír
al agua golpear el fondo, pero, no. Era silencio sobre el silencio reinante.
Era la paz absoluta, enmarañada entre los picos, valles y laderas.
(Las fotografías completan más la información descrita).
VÍDEO
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