El nuevo viaje es inminente. El otro día estuvo oteando en la librería “De viajes” (han cerrado su preferida: Altäir) y encontró la
guía que necesitaba. En la contraportada, se podía leer “bienvenidos a un país con una historia inspiradora y a la vez terrible,
y un futuro todavía en construcción. En este país se podrá ascender al reino de
los dioses en Angkor Wat, o descender al infierno de los jemeres rojos y a su
máquina de matar”.
Todos los lectores conocerán ya el destino del viajero insatisfecho: Camboya.
Es, sin duda, uno de los lugares que ansiaba disfrutar desde
hacía mucho, mucho tiempo pero su insistencia en seguir descubriendo y palpando
la realidad africana se lo había impedido. Ha llegado el momento de hacerlo
pero no sabe a ciencia cierta si es ‘su momento’. Lleva su mochila emocional
cargada de sentimientos y no precisamente son los mejores acompañantes de la
ruta. En todo caso, lo hará.
Seguro que la gente simpática camboyana de la que todo el mundo tan bien habla, harán de su estancia allí un recuerdo imborrable.
Seguro que la gente simpática camboyana de la que todo el mundo tan bien habla, harán de su estancia allí un recuerdo imborrable.
Es uno de los sitios donde va más documentado. Ha tenido
tiempo de ojerar varios ‘blogs’ pero aún no sabe si le ha venido bien a sus
ilusiones, o todo lo contrario. Sueña con un empalago -aunque no hastío- de los
sentidos, con las motocicletas zumbando por las callejuelas de las grandes
poblaciones, con los inmensos mercados -o los mercados callejeros-
desprendiendo olores penetrantes y, como no, con un cierto aroma de
supervivencia o -diría más- de explotación y pobreza.
Volará en fin de año, e iniciará el nuevo en un tierra diferente aunque no hostil.
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