27 de enero de 2023

Presentación del libro FAKAHA


Asistentes a la presentación

El viajero insatisfecho no está acostumbrado a presentaciones o charlas. No es un lobo de conferencias ni un ave rapaz de soliloquios ante un público más o menos entregado, conocido o, todo lo contrario, difícil. Pero reconoce que en esta ocasión se sintió pleno, contento, feliz y ubicado (muy importante sentirse ubicado). Era el día de la presentación de su libro “Fakaha. Los pintores del bosque de Pablo Picasso”.

Llegó a la librería Gaztambide, donde tenía lugar la presentación, con el tiempo suficiente para sentir el local como algo suyo, como si fuera el salón de su casa o un habitáculo familiar ¡Hacerse con él! Una llamada de Paco Nadal al móvil preguntando si seguía “en pie lo de mañana” le ubicó definitivamente. “¡No, Paco, que es hoy, que es ahora!”. Era una broma de este gran amigo y viajero, que estaba ya a sólo unos metros el local.

La parte comercial de la librería era un espacio atrayente, lleno de estanterías y mesas con libros, volúmenes y ejemplares de todo tipo, formando un conjunto abigarrado de objetos de culto, aunque también de polvo. El sótano -al que se accedía por una pendiente escalera- igual de sobrecargado y barroco, transportaba al visitante hacia la intimidad y la cercanía. A sentir la protección de tanta letra enlatada y tanto libro envasado en estanterías laterales y frontales.

Y llegó Paco Nadal.

Saludos y sonrisas de bienvenida, ante otro gran amigo, Pepe, que instalaba una cámara para recoger la charla y empaquetarla luego en el recuerdo. El público asistente comenzó a llegar en tromba. Puntuales, deslumbrantes, contentos y animados. Algunos besos; a otros, abrazos. Algún saludo de lejos, pero cercano.

Y aquellas filas de sillas, que vio -en principio- como demasiadas y excesivas, se fueron ocupando. Culos y más culos se unieron al cómodo asiento. Sobre ellos, amigos y amigas relajados, pero expectantes. Más personas bajando las escaleras. No cesaban de entrar. Se llenó, y comenzamos. En los siguientes minutos, las escaleras de acceso sirvieron también de reposo para los más retrasados.

“Voy a empezar contando cómo conocí a un personaje como Blas, a un personaje peculiar. No me diréis que no es peculiar, porque rarito, rarito es”, así comenzó el acto de presentación de este libro africano y picassiano. Más, en concreto, de su autor. Estas fueron las primeras, cariñosas y sinceras palabras de Paco Nadal, desde aquel alto taburete. El público, sin duda, comenzó a darse cuenta de qué iba aquello y del tono en que iba a discurrir la reunión. Las sonrisas de los asistentes afloraron y todo el mundo se relajó. El primero, el que escribe estas líneas.

“Desde que abrí un blog en El País, desde el minuto uno, apareció un tío, un tal Blas F.Tomé, que me hacía comentarios en todas y cada una de las entradas. ¡Era un tocapelotas! No os lo podéis imaginar”. Paco ya se había ganado al público con ese tono, con esa facilidad de comunicación, de exteriorización de sus sentimientos y cordialidad en sus palabras ¡Gracias, Paco!

Todo, a partir de ahí, discurrió con un público animado, predispuesto a escuchar, a dejarse encandilar por el agradable y experto viajero, Paco Nadal. Se habló de África, de Picasso, de las máscaras, de las religiones animistas, de los recorridos mochileros, de los precarios hoteles, de sexo, del turismo de agencia, de cómo se había fraguado el libro […], de todo. Se expusieron ideas y temas africanos a diestro y siniestro. Al final, hubo preguntas. Y deduce este mochilero: porque el tema había sido interesante.

Gracias, a todos, por asistir. Gracias, Paco, Pepe, Zule, Pilar, Isabel, José Ignacio, Oriente, Inma, Perpe, Carmen, Beatriz, otra Beatriz, Jesús, Cristina, José Manuel, David, Ania, Marta, Melchor, Melchor Jr., Rus, Lou, Luis, Paula, Lola, Merche, Begoña, Prado, Melda, Nacho, Miriam, Miguel, Zulayka, María, Tatiana, Juan, Sandra, Noemí,... , y gracias a todos los que no cite por su nombre.

¡Un rato muy agradable!

VÍDEO

Copyright © By Blas F.Tomé 2023 

21 de enero de 2023

Aquel norte de Laos


Paisaje laosiano

Nada más llegar a la población de Luang Namtha, en el norte de Laos, después de un día completo de transitar por no muy buenas carreteras, donde los baches imperaban a sus anchas, el viajero insatisfecho se encontró con una pareja de españoles, que se convertirían en compañeros de recorridos los dos días que estuvo en esta localidad. Un simpático y armonioso duplo, incansables fumadores y trabajadores de Correos.

El primer día, después de alquilar dos pequeñas motocicletas automáticas, se lanzaron a la carretera en busca de puntos interesantes por la zona del Parque Nacional Nam Ha. Era un lugar que “vendían” como ideal para hacer trekking, pero este mochilero cree que la opción elegida -hacerlo en moto- no fue desacertada. La carretera cruzaba el parque y, durante el trayecto, realizarían varias paradas. Una de ellas, en un poblado tradicional laosiano donde la amabilidad de las gentes, las tareas que realizaban y la alegría de los niños hablaban de su naturalidad y, hasta cierto punto, de sus raíces, ancladas aún en lejano pasado, pese a estar ubicados a orillas de la carretera. Aparcadas las motos al lado de aquellas casas de madera que formaban este tranquilo poblado rural, pasaron un buen rato disfrutando de la alegría de aquellas gentes. Muchos niños jugaron a ser niños y varias ancianas miraban con curiosidad a los foráneos invasores.


Poblado tradicional laosiano

Pararon, también, cerca de los campos de arroz que salpicaban la ruta para fotografiar de cerca las labores de la recolección y visitaron una cueva -resultó estar abandonada- que se anunciaba a pocos metros del camino. Una buena cerveza y un sabroso arroz con delicias locales sirvieron para tomar fuerzas. Después de descansar, iniciaron el camino de regreso a Luang Namtha.

En la siguiente jornada, una nueva ruta exploratoria: inspeccionaron las cataratas de Nam Dee, nada espectaculares y, después de retomar la carretera principal, se acercaron a Muang Sing, ciudad fronteriza con China, llena de chinos. Muchos kilómetros: parte de la vuelta y la entrada a la ciudad de origen fue ya de noche.

No había grandes cosas. La zona no tenía espléndidos y grandiosos monumentos, pero hicieron kilómetros y kilómetros experimentando la libertad, la alegría del relax y la pasión por descubrir nuevos lugares y sentir remotas sensaciones.


Recolección de arroz

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5 de enero de 2023

Fakaha. Los pintores del bosque de Pablo Picasso


SINOPSIS

En un reciente viaje que el autor realiza a Costa de Marfil, visita el pueblo de Fakaha, una población perdida en la sabana boscosa del norte del país. Allí se encuentra un cuadro, supuestamente pintado por Pablo Picasso a su paso por esta localidad, a finales de los años sesenta del siglo pasado. Las gentes de Fakaha, según algunos inverosímiles testimonios y el documento acreditativo adosado al viejo lienzo, fueron testigos de la llegada de aquel hombre blanco, viejo, descamisado y descalzo. Allí dejó –ahora, expuesto entre todas las telas- un ingenioso lienzo salido de su imaginación, sus manos y sus pinceles.
El autor comienza aquí la construcción del relato de aquel idílico e improbable viaje de Pablo Picasso a tierras africanas, en 1968, a punto de cumplir 87 años. Este libro es una interpretación imaginaria de aquel viaje del artista en busca de la realidad mística y mítica de las máscaras africanas, elementos claves en ciertos momentos en la evolución de su pintura. A través de las páginas, que reconstruyen el trayecto de Picasso realizado por el país en aquellos difíciles años, y de los capítulos en los que el propio pintor expone diferentes hechos en ciertas etapas de su vida, el autor profundiza en la visión trascendental del creador, sus obsesiones pictóricas, su evolución artística y hace, en fin, un singular repaso a la vida del pintor malagueño.
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Para más información y adquisición [AQUÍ].
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Muñoz Torrero, 1
37007 - Salamanca

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1 de enero de 2023

Luang Prabang, ciudad Patrimonio de la Humanidad / Laos


Museo del Palacio Real

El trayecto de Vang Vieng a Luang Prabang, en un minibús repleto de pasajeros, fue toda una aventura de baches, saltos y sobresaltos. Un gran derrumbe de tierras en la carretera -atravesaba ésta una zona montañosa- hizo que a la duración del viaje se añadieran tres horas: la espera para sobrepasar con tranquilidad aquel inconveniente. Fue necesaria la intervención de una gran máquina con pala para limpiar el terreno y arrastrar a los vehículos hasta cruzar el trecho de zona afectada. Llegaron a Luang Prabang ya entrada la noche cuando lo previsto había sido alcanzar la ciudad con la claridad de media tarde.

Luang Prabang era una ciudad espectacular, muy turística. Guardaba aún el encanto de antigua colonia francesa pero poblada de multitud de templos, monasterios y todo tipo de vestigios budistas. Y monjes, muchos monjes budistas. Se contaban por cientos, puede que por millares. Monjes madrugadores, para recoger las ofrendas de sus fieles.

La ciudad, a orillas del río Mekong, rodeaba al templo Phu Si, erigido en lo alto de una pequeña montaña o elevación en cuya ladera crecían árboles y arbustos (De noche, la estupa débilmente iluminada, que coronaba el monte y el templo, parecía flotar sobre la ciudad, que dormía en su base).


Jóvenes monjes budistas preparando adornos


Templo, con la naga preparada para el desfile nocturno

La jornada transcurría para el viajero insatisfecho entre los paseos y las visitas a la multitud de templos perdidos en sus calles y callejuelas: Wat Mai Suwannaphumahm, Wat Ho Pah Bang, Royal Palace, Wat Siang Thong,… y más y más templos. También, con los recorridos por la parte alta de la ribera del río Mekong, donde un gran número de cafés y restaurantes animaban al turista a presenciar el tranquilo transcurrir de sus aguas, y a disfrutar de las maravillosas puestas de sol, perdido en ese momento entre la vegetación de la orilla contraria, las palmeras y el verde que lo imprimía todo de color.

Había muchos sitios en esta ciudad dónde centrar la mirada: en los templos; en las casas coloniales; en las guesthouse típicas, aparentemente limpias y muy cuidadas que salpicaban la parte más vieja de la ciudad; en los puestos callejeros, y en la amabilidad de sus gentes que no parecían estar hartas de la constante invasión del turismo.

Todos los días, en las primeras horas de la noche, se montaba un mercadillo variado de productos locales, de objetos turísticos, de jugos tropicales, de comida. Cientos y cientos de puestos sobre el suelo, en la calle principal que adquiría el valor de peatonal. Todo esto se añadía al Night Market que tenía su sitio fijo en una gran plaza en la base de la montaña central. Se llenaba de puestos, de mesas, de luces y, en general, de vida. Todo Luang Prabang parecía cenar en la vía pública y vivir al son que marcaba el extranjero, el foráneo que buscaba cosas típicas y originales.


Templos iluminados el día antes del Festival de la Luz

Una de las noches -recuerda que fueron tres- se celebró el Festival de la Luz o Barcas de fuego, de gran colorido, luces, carrozas de dragones o serpientes y gente alrededor. Una celebración local y tradicional, desvirtuada en los últimos años por la multitud de turistas, aunque aún mantenía cierta autenticidad. Una procesión de grandes barcas, repletas de velas encendidas y recubiertas con papel de colores sobre una estructura de bambú formando grandes serpientes luminosas: las nagas, diosas de las aguas. Estas grandes nagas iluminadas avanzaban por la calle principal hasta el principal monasterio de la ciudad, el Vat Siang Thong. Por un antiguo embarcadero real descendían hasta las aguas del río Mekong, donde las barcas eran liberadas creando un espectáculo precioso.

Una de las nagas en el desfile del Festival de la Luz

Había, además, en los alrededores, sitios que merecían una visita. Unos botes en la ribera del río Mekong, ofertaban recorridos a las cuevas Ban Pat Ou, y varios tuk-tuks, estacionados en los alrededores de Night Market, ofertaban visitas individuales o colectivas a las cataratas de Kuang Si. No era complicado pues llegar a estas cataratas, a unos 30 kilómetros de Luang Prabang. Varios pequeños saltos de agua durante un pequeño recorrido culminaban en una gran catarata principal.


Cataratas de Kuang Si


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