El viajero insatisfecho como avezado, pero
frustrado, periodista de investigación no tiene precio, y lo dice sin ánimo de
vanagloriarse. Él sólo, sin ayuda de nadie, careciendo del olfato de Sherlock Holmes y la
intuición de Hércules Poirot
y sin recurrir al guía local descubrió, aunque parezca raro decirlo así, la senyera con la que se 'ahorcará' Artur Mas.
Dos hábiles
tejedores, con sus tradicionales telares, urdían sin descanso y con maestría la
gran senyera. Pero la gran
curiosidad, o gran descubrimiento, fue que la estaban trenzando en el patio
exterior del palacio real del antiguo rey Glele de Abomey, reinado anterior a la dominación francesa, que sometió a
los reyes locales. Allí, en los portales donde esperaron los súbditos antes de
ser recibidos en audiencia real, se estaba maquinando un proceso secesionista.
La gran mayoría del
pueblo de Benín pertenece a la etnia ‘fon’
y hablaban el ‘fon’ y el francés.
Pero había otros muchos pueblos como los ‘yoruba’
que ocupaban el centro; los ‘tofi’,
del lago
Nokoue; la etnia de los ‘taneka’,
aún con taparrabos, representaban a ese África que se resistía a cambiar; los ‘somba’ del noroeste que se extendían
además por el país vecino, Togo [separados como consecuencia de
las divisiones coloniales hechas a principios del siglo XX con el proceso de
independencia]; los ‘fulani’, aún
nómadas, compartían su territorio con varias etnias más, aunque la más
importante es la ‘bariba’ que
significa ‘pagano’; los ‘songhay’ que
ampliaban su expansión a Nigeria y, como no, los ‘gurma’, originarios de Burkina
Faso. Todos estos pueblos, y muchos más, con rituales diferentes,
religiones diversas y lengua o estatus sociales distintos estaban bajo la
bandera y gobierno de Benín.
Y no pasaba nada.
Cuando un extranjero preguntaba algo en francés, todos los que lo supieran contestaban en el idioma galo.
Uno, no supo si ‘fulani’, ‘fon’ o ‘somba’, se rió -a 5.000 kilómetros de distancia de España- ante este mochilero del problema diferencial entre Madrid y Barcelona y la actitud secesionista de Cataluña que conocía de manera somera.
Riámosnos también todos con mucha, muchísima ironía y respeto.Y no pasaba nada.
Cuando un extranjero preguntaba algo en francés, todos los que lo supieran contestaban en el idioma galo.
Uno, no supo si ‘fulani’, ‘fon’ o ‘somba’, se rió -a 5.000 kilómetros de distancia de España- ante este mochilero del problema diferencial entre Madrid y Barcelona y la actitud secesionista de Cataluña que conocía de manera somera.
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