19 de diciembre de 2021

Primer recorrido armenio

Monasterio entre el bosque. El primero visitado
Atravesó la frontera entre Georgia y Armenia con cierto desconcierto, o miedo a que extremaran precauciones con relación al Covid19, pero todo fue muy fácil. Traspasó la frontera de Georgia con facilidad y al entrar en el edificio fronterizo de Armenia una enfermera, o eso parecía, le pidió el papel de la doble vacunación. Eso fue todo. “AstraZeneca”, dijo, y le permitió avanzar hacia el control de pasaportes. Subió al coche que le llevaba hacia Erevan, y continuó viaje. Ya había apalabrado con el conductor que le dejara en Dilijan, aunque había pagado el trayecto completo. Quería visitar la zona, a pesar de no tener muchos datos sobre el interés que podría tener esta ciudad y sus alrededores.

No se arrepintió pues era una tranquila ciudad rodeada de montañas y bosques, la más frondosa que encontraría en todo Armenia. Había reservado a través de Booking una habitación que le resultó difícil encontrar. El nombre que figuraba como dirección más bien era la parte de atrás de dicha calle y nadie conocía semejante lugar. Mochila al hombro, se arrepintió de no haber tomado un taxi. Enfadado y cabreado con la situación, después de mucha vuelta, preguntas y vaivenes encontró el lugar. Una tranquila casa, semejante a un chalet, con una habitación de invitados a la entrada del jardín.

Dilijan no era muy grande. Se asentaba a la orilla de un río y en la ladera de varios montículos adyacentes. Verde, muy verde, con un centro que estaba en una de sus laderas y no por donde pasaba la carretera general. Era domingo y necesitaba dinero armenio, pero no logró encontrar un sitio donde le hicieran el trueque. Eso sí, recorrió a pie toda la ciudad en su busca.

Descansó esa noche y en la mañana se dispuso a conocer la zona. Ayudado por el taxista con el que negoció se marcó un recorrido por los alrededores que abarcaba al menos tres monasterios. Sin que su pasión sean las piedras, esto le permitía conocer un poco toda el área. Los taxistas armenios, además, eran muy asequibles para el raquítico bolsillo del viajero insatisfecho, por lo que no dudó en encomendarse a sus servicios. Los dos primeros, eran unos monasterios abandonados en medio del monte, poco visitados y menos atractivos. Le dieron la oportunidad, nada más, de pasear solitario por aquellos parajes pues el taxista en un determinado lugar le mandó subir, primero, por una estrecha vereda hasta donde cuatro piedras añejas formaban una iglesia rectangular y, luego, por una empinada cuesta para alcanzar el musgoso y deshabitado monasterio del siglo X.

Monasterio Haghartsin

El tercero, más famoso, se encontraba alejado, pero sin problemas. El taxista, según lo convenido, le acercó, le esperó el tiempo necesario y le devolvió a Dilijan. Se llamaba monasterio Haghartsin, El monasterio de la danza de las águilas. Bonito nombre. Construido entre el siglo X y XII tenía tres iglesias: la de San Gregorio el iluminador, la de la Virgen y la de San Esteban (¡Qué cosas os cuenta!). Tras una reciente restauración, financiada por el jeque de Sharjah, de Emiratos Árabes Unidos, las iglesias habían perdido la pátina histórica y a muchos visitantes les resultaba desconcertante su aspecto reluciente.

¡Verdad!

En la parte de atrás, un tronco viejo, quemado y con varios agujeros era talismán. Atravesar por uno de sus huecos daba suerte.

¿Verdad?.

Árbol de la suerte

Regresó a Dilijan. El resto de tarde, unas cervezas, un paseo por la orilla del río y un entretenimiento que le recordaba a sus años infantiles: abrir nueces con una navaja para comer su interior blancuzco, aún sin secar.

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7 de diciembre de 2021

Antigua ciudad de Vazdzia / Georgia


Al fondo, la ciudad excavada en roca de Vazdzia

El minibús que le traía, ya ni recuerda de dónde, le dejaba en la ciudad de Akhaltsikhe. Seguía las instrucciones que le marcaba la Lonely Planet que rezaba así en la introducción de la referencia a la localidad: “La magnífica restauración del castillo del siglo XII que domina la localidad, ha contribuido a convertir Akhaltsikhe, que era un triste ejemplo de declive postsoviético, en una parada relativamente atractiva desde la que visitar Vardzia”.

Y ahí, a la antigua ciudad excavada en roca de Vazdzia era donde se dirigía. Las ruinas estaban a 60 kilómetros de la ciudad en la que se encontraba, y el transporte público no era frecuente, si existía. La única posibilidad era alquilar un taxi que, según alguna información, no era un medio muy caro, incluso para un solo ocupante. ¡Fue fácil! Nada más descender de la marshrutky/minibús un simpático y veterano taxista local le ofreció el trayecto a un precio muy razonable. Consiguió bajarle unos pocos laris (moneda local) y le contrató sin más. Fue su hijo quien realizó el trayecto. Hablaba un corto inglés, parecido al del viajero insatisfecho, y se lanzaron a la carretera.

Vazdzia, excavada en roca, era bastante espectacular por sus muchas cuevas, túneles y una impresionante iglesia con decenas de frescos extraordinarios. Aún la habitaban unos cuantos (4 o 5) monjes. Y, además, era un símbolo, y ocupaba el corazón de los georgianos que la visitaban habitualmente. Una foto imprescindible era cuando, desde la carretera, se comenzaba a ver el muro montañoso horadado de huecos, parada obligada para apreciar en toda su amplitud la antigua ciudad ‘queso gruyère’.

Vazdzia y al fondo la ribera

El rey Giorgio III construyó una fortificación aquí en el siglo XII, y su hija, la reina Tamar (otra vez esta reina, como en Uplistsikhe) fundó un monasterio que creció hasta convertirse en una ciudad santa que albergó a unos 2.000 monjes. En la época, y a nivel mundial, fue conocida como el bastión espiritual de la frontera este de la cristiandad. En 1283 un gran terremoto sacudió las paredes exteriores de muchas cuevas, lo que marcó el inicio de la larga decadencia del lugar.


Vazdzia (en el centro la iglesia de la Asunción)

El mochilero pasó por caja, como cualquier local o extranjero, y haciendo uso de un pequeño vehículo con remolques, habilitado para dejar al visitante al pie de las escaleras, inició la ascensión, la visita y la internada en las cuevas que iban apareciendo a su paso. Un permanente zigzageo por escalerillas, pasadizos y sendas. En el centro del complejo se hallaba la iglesia de la Asunción. La fachada se había perdido, se suponía como efecto del terremoto, pero en el interior se hallaban multitud de frescos, pintados cuando su construcción (1.185). Antiguos. En algunos se apreciaba a Giorgio III y a su hija, antes de casarse ésta. Allí, como en el resto de las iglesias georgianas, las mujeres debían usar falda larga y cubrirse la cabeza, y los hombres pantalón largo. Se cumplía, pero no vio mucha rigidez. En una de las grutas, un largo túnel (iluminado y un poco claustrofóbico) ascendía hasta otra cueva en el piso superior. Al final, casi perdido, descendió de aquel laberinto, por otra parte bastante bien señalizado.

Una experiencia brutal, si uno pensaba y aproximaba a lo vivido por los antiguos monjes entre aquel laberinto de cuevas y salas, bodegas y almacenes.

El taxista esperó paciente a que finalizara el recorrido y, luego, regreso a Akhalsikhe, visitando, además, un castillo y un tradicional monasterio habitado.


Túnel

Nota.: ¿Me ha salido un 'post' parecido al de Uplistsikhe?

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