Plaza Chacha, Ouidah
Ni había oído hablar
de la plaza Chacha, de Ouidah (Benín), ni sabía que reunía
tanto simbolismo. Le llamó la atención, eso sí, aquel árbol tan africano, tan
voluminoso que no cabía en la instantánea que pretendía tomar.
Había tres cosas particularmente
emblemáticas en la plaza: un arbol centenario, un monumento-homenaje erigido en
1992 y el monolito que indicaba el nombre del lugar. Este trío de elementos
estaban finamente entrelazados.
La plaza era el lugar
de la trata de esclavos en época de Francisco de Sousa, uno de los
comerciantes negreros, de principios del siglo XIX, más importantes de la costa beninesa.
Su casa estaba cerca
de allí, un harén en aquel entonces con cientos de mujeres.
Hoy en día, la
explanada y el árbol se adornaban con colores y frescos que denunciaban el
imperialismo europeo y estadounidense. La bandera española también se intuía en
la parte baja del tronco. Parado, casi plantado a orillas de la plaza, el viajero insatisfecho sufría la
inclemencia de un sol plano mientras observaba la normalidad y calma del lugar.
No transmitía nada, únicamente los anillos de banderas de colores incitaban a
la curiosidad. Después, pasaría varias veces por allí, su maltrecho
hotel-guarida estaba por los alrededores.
Conociendo un poco la
historia, era fácil recuperar la escena que ocurriría a principios del siglo XIX: bajo el gran árbol, plantado, según
cuenta la tradición, por el rey Agadja, los esclavos serían
marcados, dependiendo de su comprador, y obligados a dar varias vueltas a su
tronco, una forma de hacerles creer que, después de la muerte, sus espíritus
regresarían de nuevo a la patria. Una vez cumplidos los trámites, comenzaría el
bochornoso camino hacia el cercano océano, donde el barco negrero les esperaría
fondeado.
Hoy conocido ese trayecto como Ruta de los esclavos. Una pista de
tierra de cuatro o cinco kilómetros, jalonada por estatuas de dioses del vudú. Al
finalizar la siniestra ruta, al borde del Atlántico, se alzaba la Puerta
de No retorno (fotografía), un arco marrón y blanco que simbolizaba el embarque de
esclavos y su despedida de la tierra natal.
Allí, al lugar que ocupa ahora el arco, llegarían en el siglo XIX cientos, miles de esclavos a pie y maniatados, mientras, en la plaza Chacha comenzaría
un nuevo turno de subastas.
Puerta de No retorno
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