El monte Ngaounderé
Alguien
le dijo al viajero insatisfecho que
en Ngaounderé
iba a estar fresquito, inmerso en un agradable clima. Era una ciudad en el
centro de Camerún, a la vera del monte del mismo nombre, y, quizás, su altitud
(1300 metros) fuera la causante de ese ‘estar fresquito’ que le habían
comentado. Y era verdad, a última hora de la tarde y primeras horas de la mañana
era necesaria la manga larga que no había utilizado aún en el país, hasta no pisadas sus
calles.
Según
el libro-guía, la ciudad “fue fundada en 1835 por un clan peul procedente de la vecina Nigeria”. Hasta la llegada de estas
gentes, el monte Ngaounderé (en lengua mbum,
significa ‘monte ombligo’) estuvo habitado por los mbum, una etnia de agricultores y cazadores. A este promontorio, se le
veía cercano a la ciudad y daba la sensación, por su ubicación, que la presidía.
Precisamente, en esta entrada querría contar un poco sobre su experiencia con
una de las familias mbum que vivía
cerca de las cataratas del río Vina.
Cataratas del río Vina
Aunque
no era visible desde la carretera, el salto de agua estaba sólo a unos metros.
Sin embargo, una valla de protección en la ruta impedía acceder a él directamente.
Dando un pequeño rodeo, el mozalbete y el mochilero llegaron hasta lo alto del
ribazo de aquel río, desde donde se podía contemplar la catarata en toda su
extensión. Pero la inspección de aquella zona no solo tenía que ver con la
salvaje naturaleza de un río sino que quería conocer, aunque fuera mínimamente,
la vida de la etnia mbum, muy
desvirtuada ya por la occidentalización de un país como Camerún. Ayudado por
los servicios de aquel muchacho que le acompañaba se acercaron a unas chozas,
viviendas, cabañas o como se quiera llamar a aquellos habitáculos tan
tradicionales o, desde la perspectiva actual, tan pobres.
En
la casa se encontraron con dos mujeres y un joven rapaz que disfrutaba, como un
enano, aunque tímido, con los visitantes de aquel día. En especial, con aquel
hombre blanco que con cara sonriente pretendía entablar un contacto con él.
Unos recintos muy humildes, de paredes de tierra y techumbre de paja, daban por
si solos información detallada de la vida familiar. Una de las mujeres, sentada
limpiaba semillas. Al final, supo que había perdido la visión y su trabajo lo
ejecutaba con la experiencia de una persona que se había acostumbrado a realizar
tareas del hogar sin auxiliarse de un importante sentido como el visual.
¡Pobre!.
Mujer mbum
Un
vistazo al interior de aquella humilde casa, con cuatro enseres en su interior
y un camastro sin patas en el suelo, en perfecto desorden y suciedad, le sirvió
para hacerse idea de todo lo demás. Los dos hombres de la familia estaban en
sus faenas campestres, cultivando no supo qué. En lo que duró la inspección no
aparecieron por allí.
Finalizó
la jornada en otra finca de agricultores en la margen de un pequeño arroyo que
se dedicaban, entre otras cosas, a elaborar vino de palma. Y sí, lo probó, pero
nada que ver con el tradicional vino de uva. Su elaboración no necesitaba fermentación
y tenía un gustillo similar a la sidra. Guardando las distancias, claro.
Conversó un poco -lo que pudo entender- con un anciano que se mostraba dichoso al
poderle saludar, sentado como estaba a la sombra de un árbol del lugar.
La
visita a los cercanos alrededores de la ciudad de Ngaounderé había
terminado. No había presenciado grandes cosas, pero le había servido para tomar
contacto con la realidad más cruda y real. Por tanto, todo fue comprobar el hecho,
ahora relatado. Al fin y al cabo el que lo hace se considera un modesto blogger nada más. Un caminante del mundo
que cuenta sus peripecias y correrías por escrito.
A la sombra del árbol de la papaya
La mujer 'mbum' que había perdido la vista
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