24 de mayo de 2022

Campos ruandeses


Caminos ruandeses
Los días pasaban rápido. Había llegado a Rubavu/Gisenyi después de visitar otras zonas de Ruanda. En los alrededores de esta ciudad había alguna cosilla que se podría investigar o curiosear, pero para ello necesitaba contratar al inevitable motorista que le moviera por caminos que intuía serían de tierra, socavones y piedras. Una ruta difícil ¿quién podría encontrar, entre toda aquella maraña de caminos y sendas, algo como una antigua cueva o un orfanato de ayuda a niños necesitados (Imbabazi), perdidos ambos en una extensa zona poco transitada? Poco transitada, pero, como luego comprobaría, repleta de campos de cultivo, en apariencia bien cuidados y productivos.


Campos de patatas

Salió del hotel y se dirigió a la búsqueda de un taxi-moto que pareciera bueno, responsable y, si no conocedor de la zona, al menos, dispuesto a buscar la ruta. Serían más de sesenta kilómetros por complicados caminos. Aproximadamente, cuatro o cinco horas de trayecto, pensó.

Objetivos concretos: Imbabazi, orfanato fundado en 1994 por Rosamond Carr como lugar de acogida para niños huérfanos por el genocidio de ese año. Actualmente, estaba cerrado, pero se podía visitar: una bonita casa, unos jardines cuidados de ambiente tranquilo y la antigua granja. El otro objetivo, unas cuevas construidas en un pequeño poblado, que al final no supo para qué: abandonadas, perdidas en medio de los campos cultivados de patatas y que algunos lugareños no sabían ni ubicar. Tuvo oportunidad de entrar unos metros en una de ellas, rodeado de niños y jóvenes, pero el ambiente de inseguridad era, a todas luces, freno para cualquier expedición de primerizo espeleólogo.


Dentro de las cuevas


Saliendo de las cuevas

Entre baches, acelerones, sobresaltos en la moto y constantes dolores de su delicada espalda, el viajero insatisfecho pudo apreciar las grandes extensiones de fincas cultivadas de patatas, coles, judías, plátanos, cebollas o maíz. Bello paisaje verde, cultivado y productivo. Un terreno de cultivo manual y esfuerzo. Duro trabajo para hombres y mujeres de la zona que sabían sacar a la tierra su alimento. Multitud de asentamientos humanos solitarios, pequeñas poblaciones de agricultores y caminos siempre transitados por humildes labriegos. Una moto que cruzaba, un grupo de mujeres con bártulos en su cabeza y azadas en sus manos y, en los laterales, gente aplicada en la recolecta. El ruido de la moto, el silencio de la naturaleza y los gritos de los niños al paso formaron un sinfín de momentos.

El día casi había concluido. Una lluvia intermitente, pero intensa le acompañó en el regreso. Cuando entró en el hotel, después de siete horas, iba calado y listo para una ducha regeneradora.


Casa de Rosamond Carr, fundadora del orfanato

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6 de mayo de 2022

Rubavu y el lago Kivu / Ruanda


Playa del lago Kivu, en Rubavu

Llegó a Rubavu (Gisenyi) un día cualquiera. A media mañana, y a la estación central de autobuses / Gare park. Venía de la ciudad de Musanze (Ruhengeri). Cogió un taxi-moto y directamente indicó al conductor que le acercara al Centre d’Accueil St. François Xavier. Según la guía, era un lugar barato y de calidad, entre todas las posibles elecciones de hospedaje.

Lo puede certificar.

También, añadiría que en Ruanda los mejores sitios para dormir con cierta calidad y baratos son los gobernados por las iglesias, no siempre la católica.

Dejó la mochila grande en la habitación y sin más preámbulos se dirigió hacia las orillas del lago Kivu. Sabía que estaba cerca, incluso cuando venía en la motocicleta había intuido su proximidad entre las ramas de unos grandes árboles aledaños.

Rubavu era la segunda ciudad ruandesa en extensión, y fronteriza con el Congo. En una de sus calles, de pronto, aparecía el puesto fronterizo y, al otro lado, como continuación, la ciudad congoleña de Goma. De unos 150.000 habitantes, la ciudad no era especialmente bulliciosa, al menos en la zona que bordeaba el lago Kivu.


Lago Kivu, en Rubavu

¡Ganas tenía el viajero insatisfecho de tocar sus aguas!

Junto con el Victoria, el Tanganika y el Malawi era uno de los lagos-estrella del centro de África. Aunque sus aguas eran tristemente célebres por haber sido uno de los lugares donde fueron arrojadas gran cantidad de víctimas del genocidio de Ruanda. Una estrecha playa de arena lo bordeaba en aquella zona aledaña a la ciudad; en otras, serían acantilados. Luego, un jardín, relativamente bien cuidado con más verde que otra cosa, completaba los bordes. Unos altos y gruesos árboles daban sombra a las orillas y en algunos casos sus ramas casi tocaban la superficie del agua. Todo vallado, impedía el paso arbitrario, pues su acceso se realizaba por unas puertas colocadas de trecho en trecho.

Un pequeño dique de cemento se internaba en las aguas, donde varias barcas turísticas estaban atracadas. No tardó mucho un individuo en animarle a tomar una de aquellas barcas para hacer un recorrido por el lago. A la derecha, en un saliente, se veía las edificaciones de la ciudad de Goma. El barquero le incitaba a ver de cerca esta ciudad congoleña desde las aguas.

Paseó un largo rato por la pequeña playa y observó el escaso ambiente que allí había entonces. Cambiaría al cabo de unos cuantos minutos, cuando un grupo de jóvenes entró en masa al recinto. Era domingo, fiesta, jolgorio, chapuzones y partido de fútbol en un extremo de la estrecha playa. Cerca, un pescador remolcaba y, con una cuerda, tiraba lentamente de una red que había dejado a unos pocos cientos de metros de la orilla. Rezaba, seguro, para que con su esfuerzo pudiera arrastrar algunos peces.

Se había descubierto recientemente que el lago Kivu contenía muchos millones de metros cúbicos de gas metano disuelto a una profundidad de 300 m. El Gobierno de Ruanda había destinado muchos millones de dólares para que un consorcio internacional extrajera el gas. Desde donde se encontraba, una plataforma con una torreta metálica, se veía a lo lejos. Uno de los barqueros también se ofreció a llevarle.

VÍDEO

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