27 de mayo de 2008

El mensaje de “El Roto”

Este mochilero no pudo menos que reírse al ver el chiste de “El Roto”, ayer en el diario El País. Pensó en los bloggers, en general, y, en alguno, en particular. Entre ellos, en él mismo.
Este descarnado humorista (que siempre incide en la diana con sus particulares maneras) no se refería expresamente a nadie en concreto, claro está, sino que podría ser un mensaje a todos los que tienen una pequeña bitácora.
El viajero insatisfecho se aplicó el cuento (andantes = viajeros), tomó nota, e intentará mejorar para tener “más pegada”.
Difícil misión.

¿No somos todos merecedores de tener “más pegada”?.
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23 de mayo de 2008

¿Cacique o sueño?

El viajero insatisfecho se ha relacionado con chamanes (son un misterio) y con jefes de comunas (normales y corrientes), pero nunca lo ha hecho con caciques.
Pero caciques antiguos.
Aquellos de las películas infantiles que, aunque bravos, mantenían un cierto aire de exotismo. No como los de ahora, que se convirtieron hace tiempo en peligrosos.
Aquellos, ya no existen. En sus paseos los ha buscado y en su interior los tiene descritos, pero no los ha visto. Se va a atrever con la descripción de uno de ellos que tiene en su mente:
Era uno de los hombres más notables y más aristocrático de entre los de su raza. Para ser un cafre (habitante de la antigua colonia inglesa de Cafrería, en Sudáfrica), su corpulencia resultaba inmensa; pero no era solamente grueso, sino de aspecto imponente, monumental. Su cuerpo erguido estaba cubierto de bellos y ricos ropajes, de sedas trenzadas y coloreadas y de bordados de oro. Su enorme cabeza, iba envuelta en un pañuelo verde y negro; la cara grande, redonda y llena de arrugas y sinuosidades; dos profundos surcos semicirculares partían de cada lado de las anchas y exageradas ventanillas de la nariz y parecían encerrar la boca, de gruesos labios, en una cerca prisionera. El cuello era macizo como el de un toro. Constituía, en fin, un conjunto que, una vez visto, no se olvidaría jamás.
¿Sería un cacique o sería un sueño?.
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16 de mayo de 2008

El 100 por 100

Para cruzar el río Zambeze era necesario hacerlo en una barcaza que transportaba camiones, autobuses, bicicletas y pasajeros. El viajero insatisfecho así lo hizo en su trayecto de sur a norte de Mozambique. Siempre le llamaron la atención estas barcazas: parecen construidas para sufrir un inevitable percance.
No sabe por qué.
El puente que construían allí iba para largo (ver uno de sus pilares en la fotografía). No hacía falta ser ingeniero para deducir tal afirmación.
Era un río impresionante, mucho más si el día era lluvioso, con las nubes cayendo amenazadoras en el horizonte, que imprimían una terrible sensación de humedad. Cuando se llegaba a laorilla, uno se veía desbordado por la cantidad de vehículos que aparecían por sus alrededores. Los camiones se mezclaban con las personas que por allí merodeaban; con los puestos de venta de frutas, de bebidas, de comida aparentemente insana, de venta de todo tipo de artículos, en un raro desorden, que los guardias mozambiqueños conseguían controlar no siempre con adecuados modales.
Los vehículos fueron los primeros que ocuparon un sitio. El resto del pasaje, amontonado, al final. Tres blancos, contados, subieron en ese turno a la barcaza-transbordador. Cuando ya navegaban por el centro del río, el viajero vio detrás, por el rabillo del ojo, a los otros dos. Mientras, les escuchaba hablar en español.
Se giró completo e hizo la siempre impertinente pregunta: ¿Españoles?. Si. ¿Qué hacéis por aquí, de 'turisteo'?. No, somos cooperantes de Cruz Roja. Estamos aquí, al lado, en un pueblo. Por aquí pasaremos un mes….
¡La cosa tiene serendipia!
Tres blancos, los tres españoles.

El 100%.
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7 de mayo de 2008

La lucha del viajero

Viajar es algo muy, muy serio,…… Y divertido, y apasionante, y enfermizo, y gratificante…. Hubo un tiempo -cree este intrépido mochilero- que la marabunta viajaba porque así al regreso de vacaciones tendría algo que contar, y si salía en la conversación -que salía- tendría algo de que hablar. De esta manera, viaje se convertía en un fonema más dentro del feliz reencuentro delante de un café con churros, y salía de su boca como la palabra atasco, o playa, o suegra, o hamaca.
Podría convertirse en algo odioso o, quizás, contradictorio.
Pero no.
El viaje y el viajero no son como el día y la noche que se empujan mutuamente: te ocultas tú, para aparecer yo. No, el viaje y el viajero son como la luna y la noche: donde estas tú, estoy yo.
El primer viaje de este mequetrefe fue a la India. Fue un pronto, un impulso, una decisión impetuosa, una manera de homenajearse a sí mismo, a su trayectoria. Hasta entonces.
Pero a partir de ahí, todo cambió.

La lucha por conseguir lo alcanzable había comenzado. Surgió en los recovecos de la mente de un muchacho que iba camino de convertirse en un paseante más, en un merodeador más, y un caminante más de las calles y recodos del Madrid de entonces, y de ahora.
Y luchó, luchó y luchó por evitarlo.
Ahora, el viajero insatisfecho, en sus recorridos mochileros, ve hasta imágenes y caras en las rocas ¿se habrá fumado un porro?.
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