27 de febrero de 2011

Fragmento de "Tren fantasma a la...." (*)

En aquel momento, en las escarpadas laderas de las montañas [norte de Birmania], el tren entraba y salía de túneles. Se cruzaba también con la carretera, por la que avanzaban con pesadez los convoyes de camiones cuyas lonas golpeaban la mercancía.
Pude ver el interior de un camión relleno de paja.
- Sandías. Van para China –dijo Ko Tin [
compañero birmano de compartimiento].
Luego vimos un camión con enormes figuras envueltas.
- Tallas de Buda. Las hacemos muy bien. Los chinos las compran para sus templos.
Ví [
Paul Theroux] más camiones cargados de arroz, tomates, judías, cebollas, plátanos, naranjas, limones, pimientos,…., la pobre y hambrienta Birmania exportaba alimentos a la rica China, como un vasallo que pagase tributo para que China pudiera abandonar sus granjas, construir fábricas en sus arrozales y emplear su tiempo en desarrollar su industria manufacturera y su tecnología”.
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(*) Theroux, Paul. Tren fantasma a la Estrella de Oriente. Alfaguara, Barcelona 2008.

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19 de febrero de 2011

El gallo, los 'emberá' y el mochilero

El gallo cantó a las 2 de la mañana; luego, a las 3 y, de nuevo, a las 5, cuando compuso, junto a otros vecinos-colegas, la-melodía-del-despertar. El viajero insatisfecho dormía solitario, bajo un artesano y humilde mosquitero, sin algo parecido a un colchón, cansado, muy cansado, en una de las viviendas/choza de la comunidad emberá. Era un pequeño pueblo en el Darién, con un bonito nombre, Llano bonito.
La actual ubicación en Panamá de los diferentes pueblos indígenas, kunas, wounaan y emberá tiene que ver con la invasión española del siglo XVI y la presión sometida por la tierra. Las luchas y enfrentamientos entre estos tres pueblos que habitaban el Darién, por el azuce de los guerreros españoles, obligaron a los kunas a desplazarse mayoritariamente hacia la vertiente del mar Caribe o Costa Norte: el actual territorio del Kuna Yala. Los emberá continuaron ocupando una amplia zona de la selva del Darién, donde se encuentran actualmente.
Hasta allí, hasta Llano bonito, se acercó un día este leonés en un agotador trayecto a través de una tupida selva plagada de momentos sudorosos y confusos senderos.
Pero a las 6 (y poco), recién amanecido, cuando el gallo le despertó definitivamente, pudo contemplar un paisaje silencioso, bañado por una bruma matinal que le rodeó mientras estiraba sus entumecidos músculos. Al fondo, unas viviendas despertando al nuevo día y la escuela blanquiazul, único edificio construido de moderno material, que sus gentes tuvieron que transportar -hace apenas 8 años- a lomos de caballo, desde el lejano poblado de Quintín.
Y sus casas….
Y sus rapaces…., con sus pintadas.

¡No era un juego de niños. Era pura cultura 'emberá'!.

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12 de febrero de 2011

El brujo de Borinquén

Casa de Los Santos, donde se firmó el acta de independencia
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La villa de Los Santos (Panamá) fue la primera población en que se gritó la independencia panameña de los españoles en 1821. Allí se redactó una carta para Simón Bolivar en la que la población se sumaba a su lucha contra la colonia, según el libro-guía-viajero.
La revuelta fue encabezada por un personaje, posiblemente legendario (no existen pruebas de su existencia), llamado Rufina Alfaro, que se convirtió en la heroína simbólica de la independencia panameña. Esta mujer sedujo a un mando militar y obtuvo la información necesaria para que el pueblo pudiera tomar el cuartel.
¡Tenía que visitar esta villa y acercarse en el espacio a los hechos!, se dijo. 

Y lo hizo.
Cuando este mochilero salía de su casco viejo, donde por supuesto se encontraba la inevitable iglesia (de San Atanasio, en este caso), un maduro ciclista se le acercó dando tumbos con su vieja y destartalada bicicleta. Al cruzarse ambos, le gritó fuerte, rotundo y claro ¡¡El brujo de Borinquén!!.
El grito derivó, cuando llegó al hotel, en una inmediata investigación. Para ello, Internet es una gran fuente de datos, a veces, fiable; otras, no tanto y, las más, desprestigiada.
Ismael Rivera, conocido y exitoso cantante portorriqueño, fue apodado así. Estuvo a punto de retirarse de la canción debido a las drogas, pero su devoción por el Cristo Negro, ubicado en la iglesia de San Felipe de Portobelo (Panamá), obró el milagro y, la marcada y antigua influencia sobre el artista, motivó que aquel dejara las drogas.
El viajero insatisfecho miraba la fotografía del cantante en la web y alternaba, repetidamente, con el espejo donde aparecía su rostro [el del viajero] desmelenado y barbudo. Confuso se preguntaba “¿por qué ese hijo-e-puta de ciclista panameño me habrá gritado ¡¡El brujo de Borinquén!!, si más bien parezco El Bin Laden del Darién(*)?”.

Ismael Rivera
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(*) Darién: Región selvática panameña que hace frontera con Colombia.
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3 de febrero de 2011

En ruta al poblado indígena-emberá / Panamá

Hace tres días, el viajero insatisfecho se internó, acompañado de un guía local, en la selva del Darién, que cierra el paso entre Panamá y Colombia, en busca de los indígenas emberá. Habrá cosas que le atraen más que la selva y los manglares, pero éstas, ambas, ‘le ponen’ de verdad.
El comienzo, realmente fácil. Pertrechado de sus botas de goma (alquiladas y usadas, quizás, por miles de ‘mequetrefes’ antes que él) se internaron en el húmedo y cálido ambiente selvático. En principio, una apacible senda -en la que se cruzaban ramas, troncos caídos y maleza- les adentraba suavemente en la espesura, pero al cabo de un buen rato el cansancio, calor y la humedad se convirtieron en agobiantes. Poco a poco el sendero empezó a hacerse más difuso, oculto entre las hojas y ramaje que entorpecían el camino. La huella, antes visible y clara, zigzagueaba perdida y el peso de la mochila (la azul, no, la otra) multiplicaba ‘el precio’ de la caminata y comenzaba a martirizar la columna [Esa débil columna del mochilero, machacada y herida desde hace años por algún que otro inconveniente altruista].
Las pequeñas pisadas del guía-emberá en el barro, entre un largo y ciego paredón de hojas verdes, se escondían a ratos y volvían a aparecer más allá, cuando comenzaba el temor y las daba por perdidas. Un murallón de rocas verdes, casi imperceptibles, les exigía una peregrinación tan lenta como cargada de desánimo.
La selva atrae y fascina pero agota en similares proporciones.
Creedle.


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