27 de abril de 2007

"Todos son medio terroristas"


Que no se ponga ni una piedra más sin preguntar por qué. Hacía tiempo que no oía una frase tan acorde con lo que yo pienso de este mundo cotidiano, de esta realidad diaria, de lo habitual y rutinario, de la vida cercana que nos envuelve.
Hoy, leía esta frase de Saramago en el periódico de hace unos días.
Ayer (un ayer impreciso de hace un mes), viajaba yo en el carísimo tren que me llevaba desde Ollantaytambo a Aguas Calientes, en mi terca persecución del Machu Picchu. Frente a mí, en el incomodísimo tren -los pies los pasajeros, frente a frente, se entremezclaban por la estrechez del espacio- tenía (¡casualidad!) a dos arquitectos: uno, francés; ella, argentina. Hablábamos -sobre todo ellos- de estas profesiones en Argentina y Francia. Yo, que ni era arquitecto ni soñaba con serlo, hablaba, por derivación y con mi ignorante lenguaje, de la construcción en España.
No es éste un comentario de arquitectura ni de sabuesos constructores, sino de viajes. Porque los viajes también son relaciones humanas, conversaciones de intercambio, vivencias en las charlas de tren o autobús, o tomándote un cerveza, o un café,…
- “¿Y la situación en España?”, me preguntaba uno de ellos. No recuerdo quién.
- “Un desastre. Creo que podríais ir por allí y acabar con todo. Podríais construir España entera y rellenarla de edificios, como ya está la costa mediterránea, en especial”. Parecían no entender lo que les decía -un poco el francés, muy poco la argentina- pero quisieron saber mi solución para el problema.
- “La costa española está completamente edificada. ¿Soluciones?. Bombardearla entera y dejarla toda llana” -decía yo, no sin cierta vehemencia-. “Pásate, por España”, le insistía al francés. Miradas de incomprensión y extrañeza, falta de conocimiento de la realidad nacional y… cambio disimulado de conversación.
Tal vez, pensaban, “en España, todos son medio terroristas”. Ahora les podría haber dicho, más prudente: “que no se ponga ni una piedra más sin preguntar por qué”.

25 de abril de 2007

¿Dónde está Wally?


Así me sentí yo, entonces (¿Dónde está Wally?). Así me siento, ahora, al tratar de reencontrarme en la fotografía, rodeado de jóvenes peul senegalesas, futuras paridoras de niños, de trabajo, paridoras de miseria y de labores, al borde de un comunitario pozo donde la reunión era para ellas un buen momento para salir -supongo- de su vulgar vida en el cercano poblado.
Alegría, sonrisas, amabilidad, simpatía, miradas pícaras, alegría, palabras entremezcladas de más risas, vueltas alrededor del pozo, revuelo, alegría, más miradas pícaras, algunas inocentes,… La situación era entretenida para ellas y, no digamos, para mí. Tan sui generis, que al mirar ahora la fotografía veo movimientos, sonrisas, simpatía, miradas pícaras, alegría, vueltas alrededor del pozo,…
Si tuviera que enmarcar un instante del viaje y colocarlo en lo alto del cajón (como hacen en todas las competiciones deportivas) me iría a esos veinte minutos que pasé a la orilla del pozo. Ni siquiera escogería cuando era pasajero de aquella barca, en el río, en aquel paraje, entre multitud de aves ¡increíble!. Tan cerca tenía la naturaleza, que estiraba mi brazo y tocaba sus nidos, incluso palpaba su plumaje y sentía palpitar su cuerpo. Medía…., su miedo.
Bebí agua, si, bebí del pozo, pero no porque tuviera sed, sino porque una, dos o tres, no recuerdo, me la ofrecieron.
A la fuerza tuve que continuar con el viaje. Me hubiera quedado allí un día, dos, tal vez más.

¿Dónde estaría ahora Wally?.

23 de abril de 2007

Una fotografía corriente

Viene a colación esta fotografía porque apareció hace unos días (escasos) en la edición digital del diario más prestigioso de nuestro país. Cualquiera se puede preguntar por qué este viajero insatisfecho se permite este cambio de orientación temática, después de haber llenado todas sus antiguas entradas con patrañas viajeras.
Para este mochilero, que siempre se consideró discreto en las distancias cortas, la instantánea le sonaba, le parecían conocidas sus formas, su poca voluptuosidad, color y aparente textura. ¡Vamos!, como si fuera algo que hubiera disfrutado de primera mano. Le subyugaba, como a un buen periodista le subyuga que su relator de la guerra haya participado en ella. Ese plano tan realista le acercaba a pasadas aventuras íntimas, le acercaba a otros tiempos.
Fue, entonces, cuando se dio cuenta de que lo que estaba viendo también era un viaje, en esta ocasión en el tiempo, y se decía, recordando el famoso dicho, “claro, eso fue en tiempos de Carolo”.
Si era un viaje en el tiempo ¿por qué no describirlo? También se preguntaba por qué elegir esa fotografía y no otra de las muchas instantáneas que tenía en su cerebro. “Partiré de esta -se decía- pero hablaré de otras. De esta, porque la publica este prestigioso diario, pero de otras, porque son las que realmente forman parte de mi viaje”.
Empezó a traer a la mente su periplo aventurero, tratando de hacerlo con imaginación y así situarse frente a sus experiencias, pero se dio cuenta de que si miraba la fotografía que tenía delante le producía el mismo efecto.
- “Es igual que cualquiera”, se decía. “¿Por qué ocupará ésta la portada y no otra? ¿Para qué necesito mi imaginación si lo que tengo delante es tan elocuente? Contaré lo que veo y ¿quién se va a enterar de que no fue lo que yo viví, y que esa no fue mi experiencia?”.
Luego, comprobó que la fotografía era de una musa de las pasarelas, y Sotheby´s, prestigiosa sala de subastas, la tenía entre sus futuras ofertas.
- “Ah, claro, por eso y no porque sus formas sean algo fuera de lo corriente, ocupa la portada de la edición digital del diario más prestigioso”.
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HOY, ES EL "DÍA DEL LIBRO". ¡ÁNIMO!.........Y A LEER.

21 de abril de 2007

¡Allá ellos!

Después de llevar unos meses (pocos) manteniendo viva mi blog, creo que me merezco un comentario propio.
- ¡¡Egocéntrico!!, me grito.
Este blog representa para mí un sitio donde puedo ser “el dueño” de lo que digo, de lo que cuento, sin tener necesidad de ajustarme al espacio o, incluso, al tema, que en una conversación a dos sería imprescindible. Un sitio con la pretensión de enriquecerme, enriquecer mis opiniones y mis vivencias con las ideas y experiencias que otras personas ineludiblemente me aportarían. Esa pretendida bidireccionalidad, que cualquier individuo que haya vivido necesita para seguir viviendo.
Tener algo que contar y contarlo, tener algo que escuchar y escucharlo, es la capacidad que una bitácora como ésta puede dar. Y escribirlo, colocándose en el momento del recuerdo, sintiendo lo que se sintió, sufriendo lo sufrido y dejando que los sentimientos se unan a lo vivido, como ciertas canciones que escuchamos, asociamos también a ciertos amores o desamores.
No sería lo mismo pergeñar un relato desde la distancia en el tiempo a escribirlo como se hubiera hecho la noche siguiente, con el calor de las sábanas cubriendo aún los sentimientos. ¿Sería lo mismo un paseo por la selva, contado en uno de los descansos en ruta, con los mosquitos aún chupándote la sangre y la humedad enquistada en tus huesos, que hacerlo en tu casa con el Fuyitsu encendido?.
Reunir las opiniones de un grupo de viajero(s)insatisfecho(s) no hubiera sido, de entrada, una aspiración excesivamente optimista. Hago un llamamiento a estas opiniones o comentarios cuyo objetivo es el de compartir experiencias, pero el paso del tiempo y el paso de los viajes, aclarará mi optimismo…… O no.
Los que desatiendan la llamada (suena a reproche, pero no, es mi carácter. ¡Gracias! a todos) estarán despreciando el canal de información e interacción más rico que han tenido nunca a golpe de teclado.
¡Allá ellos!.
¡¡A mamarla!!.

19 de abril de 2007

"Somos primitivos"


Nada que añadir, las imágenes lo dicen todo. Un autobús de 50 pasajeros vadeando un río (longitudinal no transversalmente) en la selva amazónica ecuatoriana es el precio que tuve que pagar -y una imagen para recordar- por tratar de llegar a la ciudad de Tena, centro de revueltas y huelgas con el lema “SOMOS PRIMITIVOS”, que gritaba el descontento de la comarca con su delicada situación de abandono.
Ya en la ciudad, asistí con prudencia y miedo a la manifestación de machetes que se organizó la noche siguiente. Creedme, un arma (herramienta) así, levantada en manos de los aguerridos y reivindicativos luchadores con el oscuro cielo de fondo, impresiona.

14 de abril de 2007

Petra, en la mente de Spielberg

Todavía recuerdo cuando ví la película de Steven Spielberg, “Indiana Jones y la última cruzada”, en la que el protagonista y su padre, Henry Jones Senior, papel interpretado por nuestro antiguo Agente 007, envueltos en la aventura de la búsqueda del Santo Grial, penetraron por uno de los emblemáticos edificios, construidos por los nabateos en las rocas de la ciudad de Petra (Jordania). Para mí -espectador y seguidor del genio Spielberg- aquel edificio, aquella fachada era tan excepcional y conocida, que descendí del mundo de la imaginación y los sueños, a los que me transportó la película, y aterricé en la butaca del cine en el mundo real como conocedor del lugar. Ya no me pude creer que Indiana encontrara su Santo Grial en el interior, ni me pude imaginar el túnel que tenía que atravesar hasta llegar al recinto donde se encontraban los diferentes y antiguos cálices sacros, ni siquiera creí en el valor del protagonista al enfrentarse a los múltiples peligros y contratiempos (a eso se arriesgó el famoso director al colocar un plano tan evidente del lugar).
Sólo en mi butaca, recreé el instante en el que después de atravesar a caballo un largo desfiladero (“Siñor, ver allí”, me decía el palafrenero cuando nos acercábamos al final) apareció ante mí la entrada de la Tesorería nabatea, tallada en la roca con una delicadeza que solamente las antiguas civilizaciones dedicaban a sus edificios sagrados o simbólicamente sagrados. Me quedé sobre el caballo, que con su instinto animal se había parado ante el edificio (aunque más bien creo que era su costumbre de “experto guía turístico”) y disfruté del panorama durante unos minutos. Más tarde, ya pie en tierra, entré en su interior como si fuera el propio Indiana Jones.
En mi mente siguen vivas las imágenes de las paredes lisas, heladas, vacías, y los pequeños y cuadrados recintos interiores, que yo me preguntaba en esos momentos para qué servirían a sus antiguos pobladores.
No os dejéis engañar por Spielberg ni por Indiana Jones. Os puedo asegurar que el famoso túnel de aventuras fue producto de la imaginación de un genio, de la manipulación bienintencionada y cinematográfica de su director.
Petra, hermanada desde mayo del 2005 con el Machu Picchu peruano, compite ahora con las famosas ruinas incas por ser elegida entre una de las Siete Maravillas del Mundo. Una y otra lo merecen.

11 de abril de 2007

"Me has jodido mi humilde aventura"


Iba a escribir algo sobre mi viaje a Turquía, allá por 1990, y pretendía centrarlo en su capital mundial, aunque no política. Pero en estos momentos me coincide con la lectura del libro “Estambul”, de Orhan Pamuk, último Premio Nobel de Literatura, y ¿qué voy a decir sobre esta ciudad si este escritor lo dice todo?. ¿Para qué voy a contar mis experiencias si Orhan abre su corazón y su clase literaria al mundo?. Y los abre con una sensibilidad digna de un estambulí, pero también con la maestría y carácter de un occidental.
Contaría mi experiencia de viajero, de visitante de cuatro días; él cuenta sus recuerdos de cuando tenía cuatro años hasta hoy día. Hablaría sobre su centro neurálgico y turístico, pero él relata la vida de los barrios, de los suburbios, de las callejuelas, de sus tenderetes, su vida vecinal, alude a otros escritores anteriores y compara lo que vieron con lo que él siente,….
Nada que añadir. Me “quito el sombrero” ante sus relatos y con soberbia, pero también con cariño, le digo: “Me has jodido mi humilde aventura, llena de recuerdos”.

8 de abril de 2007

Todo está claro: el bobo cerebro viajero


Todo está claro. Lo que más emociona al viajero y, diría más, le deja candoroso y medio bobo, son los paisajes que a la gente del lugar le parecen anodinos, aburridos, monótonos y vulgares. Para el viajero, son paradisíacos y reúnen todas las características apropiadas para convertirse en su mente en imágenes exóticas. Pero para los que allí nacieron y crecieron, todas las cosas que les rodean se funden con sus propios recuerdos, que no son precisamente paradisíacos y, mucho menos, exóticos.
“¡Hoy, esta bravo!”, me dijo la niña-mujer que me atendió a primera hora de la mañana nada más levantarme y me vio salir raudo ante el impresionante ruido del volcán Arenal, en el centro de Costa Rica. Pensé, en esos momentos, si para esta tierna mujer, el volcán era paradisíaco y exótico o más bien era una vulgar mezcla de recuerdos tristes y añejos, nacidos en el mismo momento en que ella apareció a la vida. Tal vez su breve comentario no surgió de ella misma por propia iniciativa sino que fue provocado por la expectación que el gringo (no olvidemos que en muchos países iberoamericanos así nos llaman) mostraba. Escuché su penetrante sonido y ví la humareda que soltaba la montaña por su boca. Más tarde desde una bonita terraza del pequeño hotel, observé que esos hechos eran a la inversa: primero, veía el humo y, posteriormente, se escuchaba su ruido. ¡Qué torpe, no haberlo deducido antes!.
¿Y por qué mi interés por ese volcán activo, aunque de baja intensidad?. Pues, todo está claro, no nací en unas laderas de fuego, no sentí su amenaza en ningún momento de mi vida, y menos en mi infancia, y solamente al encontrarme bajo sus efectos me produjo esa bobería de viajero.
Mi admiración como gringo contrastaba con la normalidad con que los habitantes vivían el fenómeno y la naturalidad con que miraban, o mejor, no miraban las laderas del monte atronador y a veces iracundo. Para mí, belleza; para los que allí paseaban diariamente, cierta monotonía. Seres similares vivimos con impresiones diferentes.
Más tarde he podido dormir en brazos de otros volcanes activos, pero siempre recordaré los rugidos matinales que me dejó, en el tálamo de mi bobo cerebro viajero, aquel cono costarricense (ver fotografía).

1 de abril de 2007

Nunca llegaré a ser Lara Croft

Lara se sentía verdaderamente viva y libre viajando sola a través del mundo”, pues sí, me parezco (en macho, claro). Pero, además, su signo del zodiaco era acuario, como yo. Soltera, yo… soltero. Su grupo sanguíneo tenía dos letras y era negativo, lo mismo que figura en mi antigua tarjeta. Alcanzaba una altura parecidísima a la que poseo y su pelo castaño, sin contar mis canas, semejaba al que yo visto. ¡Ah!, sus ojos -salvando las lógicas distancias- poseían el mismo tono cromático.
Pero, no. Nunca llegaré a ser Lara Croft.
Tal vez debería haber dado un espectacular salto circense, en aquellos momentos, y habría conseguido acercarme o asemejarme un mínimo a nuestra estrella. Debería haber conocido un segundo antes las intenciones de aquel desecho humano, para conseguir reaccionar con la seguridad que la Croft lo hubiera hecho. Pero, no. Dejé que el hombre se me acercara agresivo, como si ante un león de presa se estuviera aproximando. Y yo no era un león de presa. Transmutó sus papeles: el fiero león era él. Y así me ví en los últimos días de mi viaje peruano, frente al malo de la película, un engendro salido de un desaguadero, de no se qué cabaña al lado de una enmarañada vegetación a la orilla de un reseco charco, que en épocas pasadas, y seguro que futuras, se convitió en vertedero de aguas y miserias. Me amenazó con su voz (a un metro del agua oceánica, en una aparente tranquila playa) y con su cara (reflejo de sus múltiples problemas), y me desnudó con su larga y afilada navaja de mis seguridades, de mis alegrías y de mis satisfacciones viajeras, también, de mi cámara de fotos Olympus, llena de recuerdos, y de mi reloj Lotus, que me traía otros. El dinero robado ni lo nombro, es papel pintado para hacer nuestras diarias transacciones. Pero me ví ante su punzante arma que amenazaba mi integridad por una plata que el individuo desconocía si llevaba.
Lara Croft hubiera salido triunfante de su supuesta misión en territorio inca, yo salí hundido de la mía y decepcionado por no haber conquistado a todo un pueblo al que aspiraba tener a mi lado; sin babear de rabia pero con inciertos deseos en mi mente que, si ahora detallara, atentarían contra lo más noble que los peruanos, sin excepción, tienen, y tenemos: la vida.
Me robaron en un país al que empezaba a querer, me ofendieron con la indignidad que se ofende a un condenado a la horca y aquel robusto peruano dejó en la cuneta al viajero feliz para convertirlo en el de siempre, insatisfecho.