Pescador de gambas en la desembocadura del río Mono, Benín
A este mochilero
leonés le cayó simpático el nombre de aquel lugar, al sur de Benín: desembocadura del río Mono. Además,
tenía relación con otro no menos simpático topónimo. El lector, tal vez, no lo
aprecie así pero la zona donde se ubicaba se llamaba Gran
Popó.
Dos mágicos nombres
por el precio de uno.
En cuanto llegó a Gran
Popó, se planteó conocer la dichosa desembocadura. No tardaría mucho en
ver la oportunidad de conseguir una barca, eso sí, compartida con parejas y
otros solitarios mochileros.
¡El conductor o
patrón hablaba español!.
Y no solamente eso,
¡le gustaba hablar español!.
El estuario del río
era sin duda una preciosa excursión en sencilla piragua a motor (podría haber
sido a remo), casi exploratoria de las bocas del Rey (otro topónimo
mágico), lugar de gran belleza ecológica y puerta donde el río Mono se peleaba con
el océano Atlántico por mezclarse con sus aguas.
Las grandes
concentraciones de manglar se veían bellas y frondosas, también misteriosas,
como siempre dice el viajero
insatisfecho cuando transita por territorio de manglares. Todo ello
facilitaba la reproducción de abundantes bancos de peces y crustáceos por lo
que era frecuente ver a artesanos pescadores, en sus pequeñas piraguas
unitroncales y endebles, inmersos en la pesca de langostinos y gambas, siempre
cerca, muy cerca de los verdes y boscosos márgenes. Las grandes extensiones de
tranquilas aguas que se formaban alrededor de aquel delta cobijaban muchas aves
migratorias y, según dijeron, una gran población de hipopótamos que, dicho sea
de paso, no consiguieron avistar.
El recorrido también
incluyó la visita a una apartada comunidad local donde la fabricación de sal
era la principal ocupación de las mujeres lugareñas. El proceso de elaboración
era un original y artesanal sistema de filtración a través de tierra arenosa y
posterior proceso de ebullición. En unas particulares ollas de alumnio al fuego
se hervía el agua de gran concentración salina que al evaporarse por la fuerte
temperatura dejaba una pasta blanca en el fondo del recipiente.
Fabricando sal en la desembocadura del río Mono, Benín
El grupo salió de
allí con kilo y medio de sal cada uno, pagada y adquirida. Una manera de ayudar
a aquellas afanosas mujeres.
¡Va por ellas!.
La excursión [última en Benín] por aquel
territorio cálido, húmedo, rodeado de agua y vegetación terminó, cómo no, con
el grupo viajero a la sombra de una soberbia palmera cocotera ‘libando’ el líquido de un coco recién
cortado.
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