31 de mayo de 2010

La monja loca

La influencia del castellano en Filipinas se mantiene, de manera muy comedida, pero se mantiene en algunos detalles. El peso del inglés fue tan fuerte allá por ‘el 1900’ que apartó al español de aquellas lejanas islas. Hay quien cree, entretanto, que fue más por culpa de la falta de empeño que pusieron los colonos españoles de entonces, intoxicados por defender la religión y las jerarquías de poder.
Hace poco la (casi ex) presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal, recibió el Premio Internacional Don Quijote de La Mancha 2009, que compartió con el escritor Mario Vargas Llosa ¿Qué estaría impulsando la líder filipina para hacerse merecedora de este Premio? Pues, introducir la enseñanza de la lengua española en los planes de estudio nacionales. Cuando este viajero insatisfecho leyó en los medios de comunicación la noticia, recordó esta fotografía que sacó un lejano día en su visita a ‘Intramuros’, en Manila.
Casas o palacetes en esta antigua zona de la ciudad, que con el empuje, en su momento, de la entonces presidenta Cory Aquino, han podido mantener, o mejor, recuperar el antiguo sabor de poderío español. En uno de aquellos edificios estaba “La monja loca, Store”, pequeña tienda llena de artículos que iban desde camisetas, bolsos, posavasos, viejas postales y variedad de objetos pop y muy kitsch.
No supo quien era el propietario. ¿Alguien sabe el origen de este estrambótico nombre?.

Se admiten sugerencias.

Copyright © By Blas F.Tomé 2010

23 de mayo de 2010

¿Una patera?

Treinta minutos en la proa de esta barca (ver fotografías) cruzando de orilla a orilla el pantano/Lago Volta fueron suficientes para sentirse como en una patera. La otra orilla se veía a lo lejos; agua por todas las partes; el artilugio flotante atestado de negros subsaharianos=ghaneses que, después del griterío inicial, se convirtieron en expectantes pasajeros cuando el agua les arrulló, no con grandes olas como en el Estrecho de Gibraltar pero sí con la fragilidad de no pisar sólido.
A este pasajero leonés se le escapaba la imaginación hacia esas largas travesías desde la costa africana a una de las islas canarias, o de Tetuán a Algeciras, de final incierto y noticia de “telediarios”. Allí metido, imaginaba la ansiedad en medio del océano de gentes como aquellas por ver, a lo lejos, algo parecido a tierra firme europea.
Como el ferry que le traía del sur, donde había pasado treinta horas, paraba en Yeji, para continuar ruta hacia el norte de Ghana en bus era necesario atravesar el pantano/lago en una de esas embarcaciones. El embalse había cortado en dos la antigua carretera. La travesía no fue en absoluto peligrosa, pero para la calenturienta mente del viajero insatisfecho la imagen era muy parecida a la habitual huída del hambre en patera.

Observó, entonces, desde la proa el paisaje humano. Tenía una especial belleza y colorido, de pieles negras y brillantes, bruñidas a medias por la naturaleza y el sol.

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14 de mayo de 2010

La beldad y la inquina

Hay veces que los libros hablan maravillas de un determinado paisaje, natural o artificial, ciudad o pueblo y describen su esencia como algo hermoso. Y no siempre o, mejor, casi nunca el lugar es elegante, escultural o, simplemente, guapetón. Este, tantas veces, trashumante mochilero piensa que esa falta total de franqueza del escritor, o periodista, puede ser debida al afecto o quizás veneración por ese concreto lugar. También, pudiera ocurrir, que su intención fuera incentivar la imaginación al lector.
Estas serían interpretaciones positivas.
Otras veces, las más, esas falsedades son una forma de manipulación. ¿Es tan vistosa Nueva York que propios y extraños hablan maravillas? ¿Son tan bonitos los Santos Lugares que cualquier cretino-turista-viajero pone su meta en los mismos?.
¿Y Roma?. La mayoría de los literatos hablan maravillas de Roma, pero uno se pregunta si no será para evitar ser vilipendiados o excluidos por sus lectores más fieles. O para cumplir con el que contrata que escriba, que es peor. ¿Es tan exquisita la Ciudad Eterna que cualquier mortal, mal aconsejado, desea morir una vez pisadas sus calles? A ojos observadores lejanos, la ciudad más bien aparenta ser algo rancio, como rancias son las sotanas con naftalina tan habituales en sus aledaños.
¿No será que el visitante-manipulado va buscando la belleza donde cree que va a haberla y no donde realmente fluye?.

Demasiadas preguntas resentidas y contradicciones para este breve ‘post’.
Demasiada inquina genera en el viajero insatisfecho que no entiende, en determinados casos, esas ganas de exageración ni esa supuesta beldad.

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9 de mayo de 2010

Eres un 'malco'


Hace unos días -como un eco argentino, de más allá del océano- le llamaban, a este viajero insatisfecho, ‘malco=malcogido’. Se rió y se ‘c-rió’ y se ‘rec-río’ hasta no poder respirar. Hoy, pensaba redactar algo sobre la playa de Copacabana y, sin el menor complejo, va a hacerlo en ‘sudaca-pañol’.
- La playa de Copacabana. ¡Huyyyyy, la playa de Copacabana!.
- ¡Pues tampoco es para tanto!.
En aquella recordada visita a la playa, en ciertas zonas cercanas a la discoteca ‘Help’, se encontraban prostitutas desinhibidas, jineteras (Cuba), pajuelas (México), zungas (Colombia), pirujas (Chile) sin ningún temor a mostrar su cuerpo en tanga, bikini o bombacha, a pesar de tener varias primaveras en el culo, nevera (Cuba) o poto (Chile).
Un montón, porrón o pocotón (Panamá) de bellezas comenzaron a bailar en la arena hasta el cansancio. Con gracia, alegría y sencillez. Cualquier ritmo o sonido que saliera de aquellos altavoces playeros era bueno.
Póngase el lector a pensar en las peores pendejadas (México), pavadas (Argentina), huevadas (Ecuador) o vainas. Los movimientos no cesaban; vibraban las nalgas o yucas (Perú); saltaban los pechos, tetas o puchas (Colombia) y había quien, excitado y cachondo, simulaba el movimiento de joder, chingar (México) o bombear (Honduras).
¡Y cómo bailaban!
Parecían manosear el aire con movimientos sensuales y hacía falta mucha valentía o arrecho (Ecuador), y ser chévere (Colombia y Venezuela) o bacán (Perú) para mantenerse quieto e impasible.
Gracias a un eco argentino, queda enriquecido este ‘blog’.

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4 de mayo de 2010

El 'kathakali'

Presenciar una danza de ‘kathakali’ fue algo sorprendente, enigmático y todo un espectáculo de silencio y colorido. Difícil combinación, pues el silencio aparece perseverante en la mente como algo ceniciento y plomizo.
Esta danza, una de las clásicas en India, suele ser una representación escénica de poemas épicos y leyendas populares. Este viajero insatisfecho presenció una muestra de ella en la ciudad de Ernakulam, cerca de Cochín. Su libro-guía, le aconsejaba que fuera con tiempo suficiente antes del horario y, fiel cumplidor de estas sugerencias librescas, allí se presentó, al menos, una hora antes de la cita. En sus nubes cerebrales, recuerda la espera con un pálpito de admiración. Los danzantes prepararon su atrezzo con cierta parsimonia, candidez y silencio. Lo más admirable: el meticuloso arte de maquillar sus rostros; más que maquillar, cubrir de arte su cuerpo entero.
No perdió detalle este inexperto mochilero, excepto en un momento de parón artístico que aprovechó para complacer su vicio más sonado: un cigarro Habanos, ante la entrada del recinto.
Entre los danzarines, los diálogos se intercambiaban por medio de la mímica y juegos de manos. Toda una delicia visual.

Recomendado queda.

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