25 de marzo de 2015

Un tierno arrullo

Es verdad que las estrellas de mar mueren cuando están fuera del agua, en apenas un minuto aproximadamente. El viajero insatisfecho lo pudo comprobar en el Archipiélago de San Blas, en Panamá, cuando la sensual colombiana/alemana -se decía alemana pero hablaba un perfecto español con sonoridades colombianas- cogió dos de ellas, muy cerca de la orilla en una playa arenosa de una diminuta y apacible isla deshabitada, y las colocó -después de quitarse las telas de arriba- a modo de cazuelas de sujetador. Algo que no debería haber hecho con estos delicados equinodermos y, menos, mantenerlos fuera del agua un tiempo excesivo, aunque necesario para hacer una variedad de sensuales fotografías, como la que sirve de cabecera. Y sí, una de las dos murió ante los ojos de los inconscientes mochileros que reían las atrayentes posturas de la accidental y temporal modelo. Cuando la estrella de mar ha muerto, al introducirla de nuevo en el agua salada, no se mantiene en el fondo sino que flota, síntoma evidente de que ha caído en desgracia. Habría disfrutado de los turgentes pechos de la simpática colombiana/alemana pero su vida había valido eso, un tierno arrullo.
Todos apenados.
Las branquias dermales de las estrellas de mar están especializadas para la captura del oxigeno presente en el agua, y cuando estas especies son sacadas de su hábitat acuático no pueden realizar el intercambio de gases para su ciclos vitales, por lo que sufren una intoxicación, generalmente con dióxido o monóxido de carbono y, en un tiempo relativamente corto, mueren, es decir, se "ahogan".
Este sencillo ‘post’ es un pequeño aporte a la causa de un turismo sostenible, un granito de arena en el arte de concienciar a otros sobre la importancia de determinadas acciones que, quizás por desconocimiento, puedan perjudicar a ciertos animales o determinadas plantas.


Copyright © By Blas F.Tomé 2015

11 de marzo de 2015

Músicos en la colecta / Camboya

Es posible que todos los ‘bloggers’ se acuerden de que Camboya sufrió un conflicto entre Gobierno y los jemeres rojos que duró muchos años. Todo el mundo recuerda que el mandato de los jemeres rojos provocó un genocidio con miles, millones de camboyanos muertos. Pero no sabría decir si todos los lectores de este texto son conscientes del problema de las minas antipersona en el país, miles o millones de ‘municiones durmientes’ que siguen mutilando, especialmente a niños o, si no a estos, a sus padres, arrojando así a aquellos a una triste vida de orfandad. En Camboya, la mitad de las víctimas terrestres son niños. Zonas, como la nororiental, continúan -a pesar de los esfuerzos- infectadas de campos de minas. La zona de Pailin, cerca también de la turística ciudad de Battambang, decían ‘era uno de los lugares más peligrosos del mundo’. También, en Siem Reap, cerca de los templos de Angkor, había multitud de campos de minas. Y dos décadas después de que los jemeres rojos y sus enemigos sembraran los campos de muerte, se seguía trabajando en un intento de que los campos de labor fueran seguros para niños y colonos.
Esto es lo que dicen los estudios, pero que nadie se venga abajo y piense que visitar Camboya es lo más cercano a quedarse lisiado.
No. Para el turista, o el viajero, todo está controlado. O casi todo.
Había muchas muestras que evidenciaban peligrosidad, sobre todo en la visión de gran número personas mutiladas. Personas que, a veces, servían de reclamo para solicitar una donación al visitante. También, músicos que dejaban caer sus notas para contribuir a la colecta.
Un mundo complicado, lleno de situaciones límite -si se quieren apreciar- y de visiones desagradables sin posibilidad de evitar, aunque, también (¡perdón!), era posible mirar a otro lado. No eran insistentes.
Recuerda, en especial, aquel grupo –su primer representante enseñaba con descaro su pierna artificial- que tocaba ‘notas-orientales-de-sitar’ (o que el viajero insatisfecho identifica así) cuando los visitantes caminaban sobre una firme pasarela que cruzaba aquella zona pantanosa [fotografía], camino -una vez más- de otra maravilla del arte jemer.


-Grupo de músicos, en colecta para los mutilados de las minas anti persona-

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1 de marzo de 2015

Kampot, ciudad de la provincia de la pimienta

-Rotonda, con escultura del durián-

Si hubiera que definir Kampot (Camboya), esa pequeña ciudad a orillas del Kampong Bay River y muy cerca del monte Bokor, sería por ‘su ritmo pausado, ambiente afable y tranquila atmósfera’. Su parte antigua, era una agradable zona que aún mantenía ese viejo y transnochado aire colonial francés. Decrépito, sí, pues por sus edificios se apreciaba el largo tiempo transcurrido.

-Edificios coloniales franceses-

Con sólo darse una vuelta por la orilla del río se palpaba esa tranquilidad, resaltada aún más si la hora del paseo era al atardecer, con la preciosa puesta de sol. En toda aquella avenida lateral al río, se concentraban la mayoría de bares y restaurantes, todos ellos llenos, o regentados al menos, por numerosos turistas y expatriados. Se oía mucho hablar francés entre los jóvenes, y no tan jóvenes viajeros.
Le sorprendió, además, el gran número de rotondas que tenía Kampot, con sus respectivas estatuas modernas realistas, que ya había podido observar en otras ciudades. Le llamó especialmente la atención la ‘estatua del durián'*, hiperrealista, aunque también le pareció ver un cierto toque ‘kitsch’. Se decía que todas ellas servían para orientar al pueblo llano que no sabía leer. El viajero insatisfecho tiene dudas de que esta sea una verdadera teoría y no uno más de los tópicos y típicos bulos que se generan con el paso del tiempo.
Desde esta apacible ciudad se podían hacer pequeños recorridos a la playa de Kep (unos 25 kilómetros), a las cercanas salinas o al campo a apreciar de cerca la vida rural, incluso visitar sus famosas plantaciones de pimienta.
La pimienta era tan extraordinaria en esta zona, que según el libro-guía, estaba a punto “de ser el primer producto camboyano que recibe una ‘indicación geográfica’ como los quesos franceses”, o el jamón español, claro. El auge de las ventas de tan apreciado producto beneficiaba a las familias que vivían de ella y, sobre todo, a los jóvenes que ya podían casarse porque sus padres al fin tenían ingresos como para sufragar la dote.
Y al escribir esto, recuerda a aquel conductor de tuc-tuc de la provincia de Ratanakiri (visitada anteriormente) que en un momento de sinceridad le dijo que seguía soltero porque era muy caro pagar la dote de una mujer.
Así estaban las tradiciones camboyanas.
-Barco turístico para el paseo por el río-

[*] Para quien no conozca, el durián es una fruta, muy dulce, originaria de sudeste de Asia, muy apreciada y, casi reverenciada en la zona. Exteriormente, es muy espinosa.


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