30 de enero de 2007

En 1994 me perdí en la "Ciudad perdida"

En el macizo de Sierra Nevada, en Colombia, se encuentra la popularmente conocida “Ciudad perdida”, restos de un enclave de la antigua civilización tayrona, hoy convertido en lugar de orgullo colombiano y destino turístico, claro. De difícil acceso por su ubicación lejana, es toda una experiencia aventurera llegar a sus famosas terrazas. Pero la recompensa es grata, si no sucumbes a los impertinentes mosquitos que te atacan sin piedad a lo largo del camino.
Consulto mi diario, de entonces, y leo dentro de mis breves apuntes una frase: “la recompensa es el camino”. Y de pronto, el recuerdo, como graciosa anécdota, de “la última Coca Cola” como llamaba mi guía a hurtadillas a la mujer que nos acoge en su cabaña el primero de los seis días que dura la expedición.
En mi casa aún destaca, entre varios objetos viajeros, el poporo que el kogi Valencio me regaló un amanecer en ese impresionante paraje, todavía a falta de una jornada de camino a la “Ciudad perdida”. El poporo, especie de calabaza hueca, es el “vicio indígena” -según reseña mi diario- que tiene sus orígenes tan lejanos como el propio pueblo, como la propia civilización tayrona, ya desaparecida. Unas conchas de molusco, recogidas cada año en las lejanas aguas del mar Caribe, posteriormente molidas, son colocadas dentro de este particular recipiente. Esa masa blanquecina, que luego mastican mezclada con hojas de coca, sirven al pueblo kogi -descendiente de los tayrona- y también a los arzario -similares en sus ropas a los primeros- de reconstituyente para aguantar las duras jornadas por las selváticas veredas de Sierra Nevada.
Momentos cumbres de la experiencia aventurera: ese constante “sube y baja” por valles y montañas que te alejan del mundo civilizado colombiano y, casi, se convierten en un obstáculo para tu objetivo; esa vereda serpenteante y estrecha que hace frágil al poco iniciado caminante; ese paso del río por un rudimentario puente de troncos y cortezas construido por el pueblo kogi, muy útil para el lugareño y para el turista empecinado en transitar su territorio; ese encuentro inesperado con los primeros niños kogi (ver fotografía) a quienes consigues convencer para que te presten su sonrisa como recuerdo en una instantánea; ese primer poblado indígena que han anunciado, con su presencia, esos niños solitarios; esa breve charla con el chamán mama Lorenzo, hombre difícil y poco comunicativo pero verdadero jefe espiritual para esas gentes que acuden a su destartalada cabaña; esa subida desde el cauce del río por las empinadas escaleras tayrona hacia el soñado destino y, sobre todo, esa visión final de la “Ciudad Perdida” (ver fotografía principal). La meta. Imponente en sus terrazas, pacífica y tranquila en sus imaginarias calles transitadas antaño por aquella civilización tayrona, ahora lejana,.... y triste, como el fin de ese pueblo que la levantó y, obligado, la abandonó.
A modo de disculpa. Acabo de iniciar mi blog y cuento historias, a veces de antaño, pero pronto, pronto, escribiré desde algún país lejano.

27 de enero de 2007

India y Nepal: Iniciación viajera

Eso representa mi primer viaje a la India: la iniciación como viajero. Corría el año 1986 (¡¡cuánto tiempo!!) y me embarqué, como un pardillo, en la mejor experiencia de mi vida.
Cuánto sufrimiento, cuánto miedo y cuánta soledad en aquellos días iniciáticos, que pasaron a ser, con los años, uno de mis mejores viajes: el primero. De huir de mi pueblo, “para no sacar patatas” -como suelo decir a mis amigos- a meterme en el impresionante mundo oriental, con mis temores y mis ansias de conocer, pero con el inconveniente del desconocimiento del idioma y..... la soledad de mi mochila. No hablaba una palabra de inglés y la incomunicación llegaba a puntos extremos, sospechosos, indignates, tal vez, de superación.
Fueron cuarenta y cinco días en los que vi la pura realidad del pueblo hindú en su cruda existencia. Pasé miedo paseando por Chandhi Chowk, de Old Delhi; desconcierto en los viajes del tren; admiración ante el Taj Mahal, en Agra; cierta espiritualidad al presenciar las abluciones en el río Ganges en la ciudad de la muerte, Varanasi o Benarés; mucha ternura al conocer a los shadus (como el de la fotografía) y comprender su abandono de lo material y su dedicación a la oración; confusión al presenciar, a lo lejos, las cremaciones en los ghat del río, y cierto reposo al cruzar la frontera nepalí y recorrer las tranquilas calles del centro de Katmandú. En Pokhara, en las laderas del Annapurna, admiré, al amanecer, lo impresionante que pueden ser las frías, rocosas y blancas cumbres del Himalaya, para eso el jefe del pequeño hotel en que me hospedaba se encargaba de despertarte a las 6 de la mañana, único momento del día en que las nubes dejaban divisar en todo su esplendor la cima.
A la orilla del lago de Pokhara encontré a la primera pareja de españoles, a los que mareé y agobié con mis inmensas ganas de “charleta”, después de aproximadamente un mes sin poder comunicarme en español. Misión cumplida. Mi iniciación viajera había comenzado con éxito. Aires de libertad dentro de mis venas y la mochila, el bien más preciado. Luego vinieron viajes y más viajes de turismo mochilero: Jordania, Turquía, Madagascar, Tailandia, China, Vietnam, Senegal, Tanzania, Malawi, Colombia, Cuba, Trinidad y Tobago, Venezuela, Costa Rica,….. y siempre pensando: misión cumplida, pero siempre......., insatisfecho.

26 de enero de 2007

El futuro laboral: Al carajo


















Todo mi mundo laboral se me fue al carajo hace varios años, y pensé que viajar era una de mis mejores soluciones, pero…. la cuestión monetaria condiciona, y aquí me veis, insatisfecho.
Así me despedía de mis compañeros (alegre, realizado,…con vida) en mi última cena de confraternización:
Nunca olvidaré los ratos que he pasado con vosotros. De eso, estoy seguro. Me gustaría decíroslo directamente, y mirándoos a los ojos, pero me resulta muy difícil. Y no es que me asuste lo difícil, lo que ocurre es que para decir exactamente lo que quiero decir necesito la palabra escrita, que siempre es más precisa. Podríais pensar que efectivamente es más precisa, pero menos espontánea. Lo admito, pero no significa que sea menos verdadera, que es lo que al final importa.
Tal vez tengáis curiosidad por saber si el recuerdo de esos momentos es “bueno o malo”. ¡El recuerdo es bueno!. Podría ser más explícito, pero vuestras caras me lo impiden. No puedo engañaros, sin embargo, y deciros que todo ha sido bueno, pues en algún momento ha sido cansado, agotador y, siendo exagerado, extenuante. Pero sólo han sido décimas de segundo. ¿Cómo voy a guardar en mi cabeza esas mínimas décimas?. Las he olvidado, y si las recuerdo ahora es, únicamente, por ser mi despedida.
Si bien no soy capaz de deciros que ha sido una vivencia muy agradable, si soy capaz de escribirlo, porque escrito está. Y lo califico de “vivencia”, porque sé que aún me quedan muchas otras, y todas ellas, sumadas, creo que serán una vida. La mía. Ayer, caminábamos por el mismo sendero, hoy, sentado en un ribazo, os veo pasar. No os agobiéis, no. Guardad vuestras lágrimas para mejores causas. Simplemente, me apetecía deciros lo que he escrito, sin más
”.

















Y me fuí a la búsqueda de un chaman a la selva amazónica, para que me quitara los malos espíritus y averiguara de dónde venía mi enfermedad mochilero-viajera.

25 de enero de 2007

Tengo un sueño
















En Libertalia, paraíso ubicado al sur del más grande océano y a miles y miles de kilómetros del imbécil centro del mundo, los ciudadanos, de común acuerdo, hemos decidido declararnos libres e independientes de todas aquellos poderes, reinos, virreinos, príncipes, ministros, burgueses, millonarios, dirigentes, intelectualísimos, de toda la fauna y flora que conduce y explota al rebaño humano, y liberarnos así de las barreras que impiden la creatividad y la capacidad de soñar de nuestra gente. Para que el futuro cercano, con la potencia creadora como bandera, alcance el camino que nos lleve a las estrellas.
A partir de ahora, voy a vivir en él. A la orilla de un maravilloso río que surge de las montañas de la libertad.... y de ahí, partiré rumbo al mundo, donde las ataduras y barreras no me serán impuestas.
Un............................ HASTA LUEGO.