22 de noviembre de 2022

Entrada en Laos


Ho Phra Keo

Llegó a la capital de Laos, Vientiane, con varias horas de retraso. No consiguió enlazar en Bangkok y tuvo que sacar a relucir su tarjeta para conseguir un nuevo billete, ocho horas más tarde.

¡Mal comienzo!, aunque tenía el convencimiento que todo se arreglaría en el transcurso de la ruta, de un “camino torcido saldría alguno derecho”, pensó. Ya de noche en el aeropuerto de la capital, un taxi le llevaría al hotel que tenía previsto. A la entrada, un cartel en letras góticas le recibía “Wellcome, V(B)iajero Insatisfecho”. Esto le subió el ánimo.

No era una mega ciudad Vientiane. Según tenía entendido, alrededor de un millón de habitantes.


Claustro de Wat Si Saket

Un café y unos huevos fritos a la mañana siguiente le ayudaron a lanzarse a conocer la ciudad. No sabía dónde estaba situado su hotel ni sabía hacia dónde tirar, pero el joven y simpático recepcionista le dio alguna pista. Con su mochila azul a la espalda, la fotocopia de un pequeño plano del centro, donde señalaba el hotel, y la experiencia viajera (o lo que es lo mismo, sin miedo a perderse) se aventuró a conocer al menos el centro de la ciudad. No era excesivamente agobiante el tráfico, tampoco la gente, ni el ruido y el bullicio, lo que facilitaba, y mucho, la relajación de los trayectos. Ahora, perdónenle, comenzarán una serie de nombres de difícil comprensión. Disculpad a este mochilero, pues se verá obligado a citarlos tal y como aparecían en los carteles o en el plano de la ciudad. Callejeó por avenidas relativamente amplias y aterrizó en Ho Phra Keo, un gran templo dorado y rojizo -enclavado en medio de un jardín- muy decorado y recién pintado. Luego se daría cuenta de que los templos, en la mayoría del territorio laosiano, son dorados en exceso y recargados en decoración. Varios budas rodeaban el templo, sentados en su más famosa posición, bhumisparsha, con la mano derecha apoyada sobre la rodilla y con los dedos apuntando hacia el suelo. La mano izquierda descansa sobre el regazo con la palma hacia arriba. Le dedicó mucho tiempo a ese primer templo, luego iría perdiendo minuciosidad al observar los detalles y realizaría visitas más rápidas.

Enfrente, estaba Wat Si Saket, el templo más antiguo de la ciudad. Tenía un claustro alrededor lleno de budas y nichos, con más budas pequeños a su vez, de aspecto antiguo y polvoriento.


Patuxai, arco de triunfo

De allí, la visita obligada a Patuxai, el arco de triunfo de la capital. Era grandioso, una mole cilíndrica con cuatro arcos. En el centro de los arcos una cúpula azul, adornada con motivos hindúes, y un mercadillo a sus pies. Le llamó la atención este mercadillo donde vendían artículos de todo tipo. Bebida, también. Hacía un sol chillón, picante y abrasador. Cualquier sombra, la sombra que daba aquel arco de triunfo era bien recibida.

Iría a más y más templos en Vientiane. Entre otros, a Pha That Luang (una enorme estupa dorada). A la entrada, la escultura del rey Setthathirath, fundador de Vientiane.

Un día agotador de templos, caminatas y calor.


Pha That Luang, al fondo

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