Otra
de las escalas del nomadismo veraniego fue Gori, ciudad conocida mundialmente (entonces
en el Imperio ruso) por ser el lugar de nacimiento del ‘amigo’ Josef Stalin, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili. Este
líder, en el seminario ya había comenzado con el movimiento revolucionario,
según sus biógrafos. Se
unió a la organización socialdemócrata de Georgia, en la que fue instruido en
política marxista por el profesor Noe Zhordania y comenzó a difundir el
marxismo.
El gran Museo Stalin era la principal atracción de la ciudad, aunque la idea de parar en Gori no fue por idolatría hacia Stalin, o como perseguidor de sus orígenes, sino más bien como punto de partida para visitar la localidad excavada en la roca de Uplistsikhe.
¡Vamos a ello!
Antigua localidad de
Se
había hospedado en Tamar Guesthouse,
casa que recomienda a todo mochilero que se acerque por Gori. Tamari, jefa del
establecimiento, era una mujer encantadora y su negocio, cuidado y limpio. Además
de estar en un lugar tranquilo, la dueña era atenta y llenaba de atenciones. Su
marido, a su vez, ejerció de taxista para poder visitar de manera práctica la
población excavada en roca.
Temprano,
el viajero insatisfecho realizó un
recorrido más bien rápido por la ciudad de Gori y visitó su fortaleza,
parcialmente reconstruida que se alzaba sobre un cerro. Como hecho anecdótico,
o no tanto, en la ladera de este promontorio, un círculo con ocho guerreros de
metal mutilados constituía el escalofriante monumento conmemorativo a quienes
perdieron la vida en la guerra del 2008 contra Rusia por el control de Osetia
del Sur. Luego, el marido de Tamari y este mochilero se lanzaron a la búsqueda
de Uplistsikhe.
Por dar algunos datos para situar en el tiempo aquella ciudad rocosa: Entre los siglos VI a.C. y I d.C. Uplistsikhe se convirtió en uno de los principales focos políticos y religiosos de la Kartli precristiana, con tempos dedicados sobre todo a la diosa del Sol. Después de que los árabes ocuparan Tiflis, en el 645 d.C., esta localidad se convirtió en residencia de los reyes cristianos y en un importante centro de comercio. En su apogeo alojó a 20.000 personas.
Tras pasar por caja, se metió en el recorrido como si fuera un experto arqueólogo. Subió, bajó, paseó, curioseó y resbaló en alguna de las rocas pisada y repisada por los miles o millones de turistas predecesores. Era un lugar singular, con cavidades rocosas de todo tipo que miraban al cercano río Mtkvari. Cavidades que habían sido moradas privadas, salas (como la de la reina Tamar), teatros, palacetes, bodegas o residencias. En la actualidad, era difícil diferenciar a primera vista el uso de aquellos agujeros horadados en la roca, pero había carteles informativos que facilitaban la búsqueda. Incluso, señalaban un posible recorrido. Al tratar de hacerse una de sus 'fotos señuelo', de espaldas y con los brazos en alto, acudió a los favores de una veterana pareja de enamorados, aunque más parecía que estuvieran ambos haciendo una 'pillería', contra sus respectivos consortes. Sospechó y, ahora, no asegura.
Para abandonar el complejo, nada mejor que utilizar un largo túnel (recomendado por la Lonely Planet) que iba a parar al Mtkvari, una ruta de escape que debió utilizarse, a su vez, para subir agua a la ciudad.