Y es un titular justificado,
un temor que venía
masticando ya varias jornadas. Cree que el temor era fundado, ahora que lleva
por aquí varios días.
De esta costumbre de no leer
nada antes de iniciar una nueva aventura vienen ‘estos
lodos’. !Normal! Pero antes de nada, y redundando aún más aquellos temores,
pisaba suelo canadiense y la mochila no apareció. !Voto a bríos!. No había
tenido nunca esa sensación, no había pasado por este trance. Lo había oído en
los círculos de expertos en tomar vuelos, ‘facturadores
de equipajes’, pero no lo había padecido. Ahora puede decir, y lo dice, que
esto ocurre.
Los errores, los excesos de
viajeros, la inoperancia de las compañías, lo ajustado de algunos tránsitos y
la dejadez de algunos trabajadores pueden provocar estas situaciones. ‘Con mal
pie entras en Canadá’, se decía el viajero
insatisfecho, allí solitario, mirando a la cinta por la que debía aparecer
su preciada mochila.
Sin equipaje, sin el francés
necesario, se dirigió a la oficina de SwissAir
a reclamar. Le prometieron, después de muchos minutos en una cola, que se la
llevarían a la residencia al día
siguiente. No fue así. Se demoraron, al menos, dos días.
Sin equipaje, sin el francés
necesario, se cogió un bus hasta el centro de la ciudad. Tuvo la suerte que una
de las paradas de aquel bus la hacía al lado de su hotel/residencia, y anduvo solo
unos metros.
Y qué encontró?. Aunque se
lo esperaba, pisaba, sin equipaje, sin el francés necesario, un colegio mayor
universitario. No había reservado un hostel para jóvenes, no, había reservado
sin saberlo una habitación en un colegio mayor.
Un habitáculo de
estudiante, una cama individual de estudiante y un único servicio exterior de
aseo para diez o doce habitaciones.
A casi 50 euros la noche y
donde estaba, sin equipaje, sin el francés necesario, no parecía la mejor
manera de entrar en el país.
La mochila ya esta
con él. Faltaría más.
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