17 de agosto de 2019

!Canadá! No me incomodes


Y es un titular justificado, un temor que venía masticando ya varias jornadas. Cree que el temor era fundado, ahora que lleva por aquí varios días.
De esta costumbre de no leer nada antes de iniciar una nueva aventura vienen estos lodos’. !Normal! Pero antes de nada, y redundando aún más aquellos temores, pisaba suelo canadiense y la mochila no apareció. !Voto a bríos!. No había tenido nunca esa sensación, no había pasado por este trance. Lo había oído en los círculos de expertos en tomar vuelos, ‘facturadores de equipajes’, pero no lo había padecido. Ahora puede decir, y lo dice, que esto ocurre.
Los errores, los excesos de viajeros, la inoperancia de las compañías, lo ajustado de algunos tránsitos y la dejadez de algunos trabajadores pueden provocar estas situaciones. ‘Con mal pie entras en Canadá’, se decía el viajero insatisfecho, allí solitario, mirando a la cinta por la que debía aparecer su preciada mochila.
Sin equipaje, sin el francés necesario, se dirigió a la oficina de SwissAir a reclamar. Le prometieron, después de muchos minutos en una cola, que se la llevarían a la residencia  al día siguiente. No fue así. Se demoraron, al menos, dos días.
Sin equipaje, sin el francés necesario, se cogió un bus hasta el centro de la ciudad. Tuvo la suerte que una de las paradas de aquel bus la hacía al lado de su hotel/residencia, y anduvo solo unos metros.
Y qué encontró?. Aunque se lo esperaba, pisaba, sin equipaje, sin el francés necesario, un colegio mayor universitario. No había reservado un hostel para jóvenes, no, había reservado sin saberlo una habitación en un colegio mayor.
Un habitáculo de estudiante, una cama individual de estudiante y un único servicio exterior de aseo para diez o doce habitaciones.
A casi 50 euros la noche y donde estaba, sin equipaje, sin el francés necesario, no parecía la mejor manera de entrar en el país.
La mochila ya esta con él. Faltaría más.


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