17 de abril de 2018

Mawlamyine, y alrededores / Myanmar (Birmania)

Puesta de sol en Mawlamyine
De la ciudad de Mawlamyine, y alrededores, no pensaba hablar el viajero insatisfecho, pero sería una traición hacia quien no lo conozca y sea seguidor de estos escritos. ¿Qué culpa tienen los lectores que el mochilero leonés haya pasado más bien rápido por allí?. Había leído que esta ciudad y sus rincones habían inspirado a George Orwell y a Rudyard Kipling, dos de los escritores en lengua inglesa más asociados a Myanmar. No sabe. Esta afirmación parece un poco literatura de viajes o, lo que es lo mismo, un intento ‘de poner salsa a la patata cuando tiene poco sabor’.
Desde la guest-house donde se hospedaba en Mawlamyine se acercó aquella tarde a Kyaikthanlan Paya, una estupa en lo alto de una colina, la más alta de la ciudad, desde donde se podía divisar con rotundidad toda la urbe al completo, un cercano entrante del mar de Andamán y una ‘estupenda’ puesta de sol, según le había comentado el conserje del hotelucho, que luego no llegó ‘ni a medio buena’. ¡Qué estupidez viajera hay con las puestas de sol!. Increíble. Cualquier sitio que se precie tiene su maravilloso (?) atardecer según todos los libros de consulta o escritos de viajeros que precedieron. Esos atardeceres venden, generan expectación y suelen producir al final -lo ha observado también en otros- hastío. Y tiene que insistir: ¡Cuánta pamplina viajera hay con las puestas de sol!. Esta estupa no estaba solitaria en aquella loma montañosa pues había varios templos, al menos un monasterio, y otras de menor tamaño. Descalzo como estaba, obligada norma religiosa, esperando a que el sol cayera sobre la línea del horizonte, decidió permanecer allí dando paseos circulares para contemplar la ciudad en todo su esplendor. Se asomaba a la baranda, hacía fotos o permanecía estático al divisar a lo lejos algo peculiar. Con anterioridad había visitado un vecino monasterio donde, aparte de admirar la preciosa estructura de madera tallada, pudo comprobar la quietud y reposo interior, todo mezclado con la cotidiana vida de los pocos monjes allí asentados.


Buda sentado

Pero, también, lo impactante de aquella zona eran los alrededores de la ciudad, plagados de monasterios, estupas, templos y budas. Dedicó una jornada a respirar aquel ambiente y recorrer el lugar. Comenzó, a varias decenas de kilómetros, por uno de los budas sentados más grandes del mundo que desde la carretera principal ya impresionaba. Hueco como estaba por dentro, se metió en sus tripas y ascendió varias escaleras hasta llegar casi a la cima, aún en construcción. Desde una especie de ventana-mirilla en el pecho del buda, al mirar al suelo, pudo apreciar en directo la inmensidad de su tamaño. 
Y cuando uno creía que había visto todo sobre budas grandes y antiguos, descubría el templo de Win Sein Taw YaAllí, sobre la ladera de un par de colinas se acostaban dos budas, uno a medio construir (aparentemente abandonado), de 170 metros de largo. Una de las imágenes de este tipo más grandes del mundo. En los aledaños, había muchas estupas e hieráticas estatuas de budas de pie en reposadas procesiones a ninguna parte. Una de las filas se adentraba en la tupida vegetación de un bosque cercano, conformando una inquietante imagen para el recuerdo. 
La ciudad de Mawlamyine, y sus alrededores, contenía muchas más cosas visitables. Lo precipitado de un viaje, y sus condicionantes, hicieron imposible recorrerlas todas, pero en el recuerdo del mochilero quedaba esa sensación de haber visto algo insólito y haber recorrido un mundo alejado en cuanto a creencias y pasiones.

Buda tumbado
Estatuas de buda, dirigiéndose al bosque





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