Puesta de sol en Mawlamyine
De la ciudad de Mawlamyine, y alrededores, no pensaba hablar el viajero insatisfecho, pero sería una
traición hacia quien no lo conozca y sea seguidor de estos escritos. ¿Qué culpa
tienen los lectores que el mochilero leonés haya pasado más bien rápido por
allí?. Había leído que esta ciudad y sus rincones habían inspirado a George
Orwell y a Rudyard Kipling, dos de los escritores en lengua inglesa más
asociados a Myanmar. No sabe. Esta afirmación parece un poco literatura de
viajes o, lo que es lo mismo, un intento ‘de poner salsa a la patata cuando tiene
poco sabor’.
Desde la guest-house donde se
hospedaba en Mawlamyine se acercó aquella tarde a Kyaikthanlan Paya, una
estupa en lo alto de una colina, la más alta de la ciudad, desde donde se podía
divisar con rotundidad toda la urbe al completo, un cercano entrante del mar de
Andamán y una ‘estupenda’ puesta de sol, según le había comentado el conserje
del hotelucho, que luego no llegó ‘ni a medio buena’. ¡Qué estupidez viajera
hay con las puestas de sol!. Increíble. Cualquier sitio que se precie tiene su
maravilloso (?) atardecer según todos los libros de consulta o escritos de
viajeros que precedieron. Esos atardeceres venden, generan expectación y suelen
producir al final -lo ha observado también en otros- hastío. Y tiene que
insistir: ¡Cuánta pamplina viajera hay con las puestas de sol!. Esta estupa no
estaba solitaria en aquella loma montañosa pues había varios templos, al menos
un monasterio, y otras de menor tamaño. Descalzo como estaba, obligada norma
religiosa, esperando a que el sol cayera sobre la línea del horizonte, decidió
permanecer allí dando paseos circulares para contemplar la ciudad en todo su
esplendor. Se asomaba a la baranda, hacía fotos o permanecía estático al
divisar a lo lejos algo peculiar. Con anterioridad había visitado un vecino monasterio
donde, aparte de admirar la preciosa estructura de madera tallada, pudo
comprobar la quietud y reposo interior, todo mezclado con la cotidiana vida de
los pocos monjes allí asentados.
Pero, también, lo impactante de aquella zona eran los alrededores de la ciudad, plagados de monasterios, estupas, templos y budas. Dedicó una jornada a respirar aquel ambiente y recorrer el lugar. Comenzó, a varias decenas de kilómetros, por uno de los budas sentados más grandes del mundo que desde la carretera principal ya impresionaba. Hueco como estaba por dentro, se metió en sus tripas y ascendió varias escaleras hasta llegar casi a la cima, aún en construcción. Desde una especie de ventana-mirilla en el pecho del buda, al mirar al suelo, pudo apreciar en directo la inmensidad de su tamaño.
Y cuando uno creía que había visto todo sobre budas grandes y antiguos, descubría el templo de Win Sein Taw Ya. Allí, sobre la ladera de un par de colinas se acostaban dos budas, uno a medio construir (aparentemente abandonado), de 170 metros de largo. Una de las imágenes de este tipo más grandes del mundo. En los aledaños, había muchas estupas e hieráticas estatuas de budas de pie en reposadas procesiones a ninguna parte. Una de las filas se adentraba en la tupida vegetación de un bosque cercano, conformando una inquietante imagen para el recuerdo.
La ciudad de Mawlamyine, y sus alrededores, contenía muchas más cosas visitables. Lo precipitado de un viaje, y sus condicionantes, hicieron imposible recorrerlas todas, pero en el recuerdo del mochilero quedaba esa sensación de haber visto algo insólito y haber recorrido un mundo alejado en cuanto a creencias y pasiones.
Buda sentado
Pero, también, lo impactante de aquella zona eran los alrededores de la ciudad, plagados de monasterios, estupas, templos y budas. Dedicó una jornada a respirar aquel ambiente y recorrer el lugar. Comenzó, a varias decenas de kilómetros, por uno de los budas sentados más grandes del mundo que desde la carretera principal ya impresionaba. Hueco como estaba por dentro, se metió en sus tripas y ascendió varias escaleras hasta llegar casi a la cima, aún en construcción. Desde una especie de ventana-mirilla en el pecho del buda, al mirar al suelo, pudo apreciar en directo la inmensidad de su tamaño.
Y cuando uno creía que había visto todo sobre budas grandes y antiguos, descubría el templo de Win Sein Taw Ya. Allí, sobre la ladera de un par de colinas se acostaban dos budas, uno a medio construir (aparentemente abandonado), de 170 metros de largo. Una de las imágenes de este tipo más grandes del mundo. En los aledaños, había muchas estupas e hieráticas estatuas de budas de pie en reposadas procesiones a ninguna parte. Una de las filas se adentraba en la tupida vegetación de un bosque cercano, conformando una inquietante imagen para el recuerdo.
La ciudad de Mawlamyine, y sus alrededores, contenía muchas más cosas visitables. Lo precipitado de un viaje, y sus condicionantes, hicieron imposible recorrerlas todas, pero en el recuerdo del mochilero quedaba esa sensación de haber visto algo insólito y haber recorrido un mundo alejado en cuanto a creencias y pasiones.
Buda tumbado
Estatuas de buda, dirigiéndose al bosque