-Viviendas mursis-
Visitar a los ‘mursis’, en el Parque Nacional Mago (Etiopía), no fue una de sus mejores
experiencias viajeras. Se sintió, otra vez -ya le había ocurrido con las ‘mujeres-jirafa’ en Thailandia-,
culpable de una situación denigrante
para con un pueblo que no sabía si quería sobrevivir o lo que únicamente quería
son los ‘birrs’ (moneda local etíope)
que les reportaba ser atracción turística.
Dejaba mala conciencia.
[La presión turística que acucia a las playas españolas convierte a las
mismas en un semillero de hormigón y perros falderos; la presión turística -menos, pero avanzando- que soporta esta originaria étnia somete a sus gentes a
humillaciones bastardas].
La tribu ‘mursi’, indígenas del sur de Etiopia,
vivían principalmente del pastoreo de grandes rebaños de ganado en el valle del Omo, parte del mismo
convertido en PN Mago. También
se dedicaban a la agricultura de cereales, sorgo y maíz, sobre todo, y eran,
junto con otras etnias como los ‘banna’
y los ‘hamer’ ubicados en los alrededores,
recolectores de miel.
-Joven mursi-
En una práctica ancestral se
adornaban con espectaculares tocados en la cabeza e increibles dibujos y bellos
ornamentos en sus cuerpos, decorados con pigmentos naturales extraídos de
minerales y vegetales. Más anecdótico era que éstos, además, actuaban como
repelente de insectos al haber sido mezclados con ceniza y orina de ganado. Se
pintaban el cuerpo incluso varias veces al día, como una forma de seducción, de
expresar su estado de ánimo o su orgullo.
Las escarificaciones y
mutilaciones que se infligían eran también signos de elegancia, de fortaleza y
valor.
Pero el poblado visitado,
artificialmente creado en un arbitrario lugar, constituía, según opinión del viajero
insatisfecho, una falsa vida.
Pero así estaban las cosas.
-Mujer mursi, con numerosas escarificaciones-
-Niños mursis, jugando a ser guerreros-
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