30 de abril de 2013

Aquella familia ‘peul’


Cuando abordó aquel paraje iba acompañado por el sonido de una pequeña moto y el motorista (zems-taxi/motos benineses) que la conducía. Apareció en el patio abierto de aquella comunidad peul, en el norte de Benín, y toda la familia se escondió en sus circulares chozas de barro. Tenían sus mujeres fama de vergonzosas ante el resto de las gentes locales y, en aquel momento, estaban solas. Únicamente les acompañaba un ciego anciano al que le costaba caminar.
Las dos niñas, supuso hermanas, se mostraron, en principio, tímidas y vergonzosas, aunque de vez en cuando sus sonrisas las delataban como alegres y normales. Ocultaban su rostro con sus menudos brazos llenos de pulseras de aluminio pero por los resquicios que dejaban se entreveía su simpatía.
Los peul (también llamados fula o fulani) son el pueblo nómada más grande del mundo.
Su origen es desconocido. 
Si este mochilero quisiera resaltar un momento agradable de su recorrido por el país, sin duda éste alcanzaría los primeros puestos. Toda la familia, después de diluido el primer sobresalto, se mostró alegre, y sus componentes -poco a poco aparecieron- dicharacheros, simpáticos y, sobre todo, pacientes. Les encantaban las fotos, reírse de sí mismos y disfrutar -cree este viajero insatisfecho- con la presencia de un blanco, calvo a trozos, barbudo y melenudo más.
Siempre recordará la tarde con aquella familia de antiguos esclavos peul, la etnia más extendida por el Sahel, pastores nómadas en origen pero, entonces y ahora, asentados al regazo de aquella urbe, Banikoara, relativamente cercana. A la distancia justa para no sentirse olvidados pero tampoco engullidos. Circunstancias como la elevada desertización o la globalización pudieron llegar a persuadir como pueblo, a aquellos y a otros muchos anteriores, de llevar un modo de vida sedentario y casi urbano.
Y, en estas condiciones, se vislumbraba un mundo que se acaba. Un mundo africano ancestral, enraizado a sus tradiciones que valía la pena descubrir antes de que fuera demasiado tarde.
Si no lo era ya.
 Copyright © By Blas F.Tomé 2013


21 de abril de 2013

Visita multi-lingüística

El descanso del león, o leona.

En la visita al Parque Nacional de Pendjari (Benin) tuvo mucho que ver las casualidades que conlleva un viaje, las probabilidades del que las busca y la voluntad de unas mujeres que finalmente le permitieron unirse. En el 4x4 que les llevó de gira iban una alemana, una francesa, una finlandesa, una coreana y el viajero insatisfecho (español). El día previo, tuvo la suerte de conocer a la francesa que hablaba un perfecto castellano y le invitó a estar presente en la reunión preparatoria en la que se decidiría si la visita era posible o no. Al final, las “cuatro mochileras+uno”, salidos todos de diferentes lugares, se encantaron a sí mismos y decidieron acoplarse para abaratar costes y conocer el Parque Nacional, a un centenar de kilómetros de la ciudad de Natitingou, donde se encontraban.
El PN de Pendjari, que tiene una superficie de 2.750 Km², toma su nombre del río que le atraviesa. Al sur, limita con los precipicios del macizo de Atacora, aunque éstos realmente no están dentro del propio parque. Era conocido por su vida silvestre y por ser el hogar de algunas de las últimas poblaciones de elefantes, leones e hipopótamos del África Occidental, tres ‘grandes’ que afortunadamente consiguieron divisar.
Una primera crítica que le viene a la mente es que no era la época apropiada. La estación seca en la zona (mes de enero) no favorecía contemplar un entorno bello y verdes praderas, más bien todo lo contrario, en gran parte, pastizales quemados por los responsables del parque. Fuegos controlados para evitar -dijo el guía- grandes incendios que pudieran ser mortales para aquellos animales y terreno protegidos. Los carnívoros y herbívoros, que se dejaban ver lejos, y el a veces paisaje quemado que rodeaba el trayecto, no permitieron una especial euforia.
Fuera como fuese, una gran visita.
Espectadores del león de la primera foto. ¿Manifestación?. No, así son los parques nacionales, a veces.

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12 de abril de 2013

¡Cuánta tontería 'pilla' uno en los viajes!



¡Cuánta tontería 'pilla' uno en los viajes!.
Mucha, sin duda.
Al finalizar el viaje, en medio de él, cuando pasea por el mercado o cuando visita aquel monumento son momentos apropiados para encontrar algo que comprar, tocar o mirar, y remirar. Después, pasarán a formar parte de la 'mochila azul'.
En su ‘chabola’, el viajero insatisfecho guarda un poco de todo, monedas, billetes, sellos, postales, ‘vitolas’ de cerveza, un poporo, posavasos, esculturas de madera, un anillo labial de las mursi, un fosil de caracola marina, fotos y……, cuadros, pulseras, CD´s, tankas, silbatos, collares, bonetes y,……., sombreros, vestimenta africana, camisetas, molas, máscaras,.…. Y todo aparece por la ‘covacha’ colocado -pero sin gusto- polvoriento, descolorado, avejentado y sucio.
Un poporo, junto a unas hojas de coca
Todo son tonterías que no recuerdan el viaje, ni alimentan la memoria, ni son utilizadas como elemento de autoestima. Tal vez sirvan para renegar aún más cuando, en la siguiente salida, llegue la triste y embarazosa hora de comprar. Dijo Jefferson: “No compres nunca lo que te sea inútil bajo el pretexto de que es barato”.
¡Este viaje no traeré nada!, ha soltado infinidad de veces el leonés antes de salir a África, Asia, o cualquier otro destino. Al final, lo visto, lo oído o lo admirado llevarán siempre al mochilero hacia la tienda de souvenirs o puesto callejero, siempre con el ánimo de no romper su palabra y mirar ‘para-matar-el-tiempo’.
Pero…..
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2 de abril de 2013

El sueño de navegar el río Niger


-Orillas del rio Niger, en Karimamá. El río, al fondo, no se aprecia en la foto-

Aunque pareciera un tanto ridículo, para el viajero insatisfecho era muy importante ver el río Niger, en su viaje por Benin.
Misión cumplida.
Hacía años que había leído “El dios indómito”, de Sanche de Gramont.
Relataba, entre otras muchas cosas, las peripecias de Mungo Park, a primeros del siglo XIX, el primer explorador europeo que terminó engullido por las aguas del río Niger. Fuera por las aventuras que alimentaron la mente del mochilero, fuera por el buen espíritu del relato deseaba conocer este extraño río que se adentraba en el desierto y después, como asqueado de su lucha con las ardientes arenas, giraba casi 180 grados y se lanzaba camino del océano (golfo de Guinea) por tierras ya de Nigeria.


Mapa del recorrido del rio Niger
Llegó, para conocer el río, hasta Malanville, ciudad beninesa, última población antes de la frontera de Niger-país. No contento con eso e ilusionado por navegarlo unos kilómetros, al día siguiente tomó un taxi-brousse (taxi-colectivo-montonera) que le llevaría a la población de Karimamá, más al norte, en la propia ribera del río. Le parecía más fácil su descenso que su ascenso. Desde esta localidad -pensó- con un poco de suerte y mucha esperanza, descendería en una piragua a motor que transportaría a las gentes, y a él, de regreso al famoso mercado de Malanville. Cuando llegó a Karimamá comprobó que la tarde de aquel día no era buen momento, ya habían bajado las barcas, mejor probar suerte al día siguiente aunque con pocas probabilidades, según los soldados de la Marina beninesa apostados (¿o debería decir tumbados?) en la ribera del río, pues el mercado finalizaba y las piraguas en la jornada posterior más bien harían la ruta contraria.
Después de un mar de dudas y un pequeño paseo en piragua por sus aguas decidió regresar otra vez en taxi-brousse.
Su sueño se había escapado por poco, pero…

  • Nota.- Ha tratado de ampliar información (mediante enlaces) sobre estas poblaciones pero no ha logrado encontrar algo de cierta relevancia. En todo caso, dos lugares apartados y fronterizos en la ribera del río Niger.
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