30 de julio de 2015

Una pequeña isla, ¿un gran país?

No es que haya preparado el viaje a conciencia (¡Qué va!) pero ya tiene algunas ‘rupies’, moneda local del próximo viaje. Y cuando dice algunas, son pocas; le van a dar como mucho para recorrer el trayecto de aeropuerto al hotel si lo hace en taxi. Si se busca la vida, le sobrarán algunas para pagar la primera comida en la capital. Pero ya maneja ‘rupies’ y conoce la moneda, siempre necesario para dar los primeros pasos en un país a descubrir. Una amiga acaba de regresar de allí, en uno de los muchos viajes organizados que hace, y le ha traído unos cuantos billetes, incluso diferentes, para que los vaya conociendo.
Ya tiene el libro-guía, en esta ocasión, en español. Cuando cuenta con este librillo, el ánimo se pone en marcha. Es tan importante la guía como el billete de avión a la hora de mentalizarse de lo inminente del viaje. Con este particular libro, amontona otros que van a servir para el trayecto. En esta ocasión, le apetece releer Gente remota, de Evelyn Waugh, y refrescarse con este libro del que tiene un gran recuerdo. De vez en cuando, conviene releer y repasar. Apiló también en el montón El último tren a la zona verde, de Paul Theroux, su también último libro. Llevar a Theroux en un viaje es siempre, siempre, un acierto. Es para el viajero insatisfecho uno de los mejores escritores sobre esta temática y uno de los más entretenidos.
Sri Lanka es un gran país, sobre todo, es un país que le apetecía conocer. Lleno de gran tristeza, que no consigue apaciguar, emprende camino dentro de escasos días.
Saludos, amigos.


Copyright © By Blas F.Tomé 2015

21 de julio de 2015

La hiena de Ernest


Ernest Hemingway fue, sin duda, un gran escritor, un justo Premio Nobel de Literatura, pero a veces llegó a ser un poco siniestro, o representó ser un poco engreído. A este viajero insatisfecho ciertos libros, de este amante de las corridas de toros, no le gustan. Sus vivencias en África tampoco le gustan, eran crueles como debió ser la época en la que vivió, rodeado siempre de una brutalidad más bien buscada.
Dudó a la hora de comprar el libro “Verdes colinas de África” pues se temía lo peor y, leídas unas páginas, confirma lo se temía: su desvarío mental (el de Hemingway), teñido de cierta prepotencia e indignidad interior que le llevó donde tenía que llevarle. Un final trágico merecido y, hasta cierto punto, deseable.
¡Que le den!.
No le gusta hacer afirmaciones sin justificar su pensamiento y aquí deja un fragmento nimio de lo que escribe en este libro africano que podría haber sido un ejemplo de magnetismo hacia un continente maltratado. Hasta en los animales que él cazaba impone esa falta de empatía que le llevaría a la estupidez, al suicidio.
A […] le resultaba divertido ver a una hiena abatida a poca distancia. Estaba el cómico impacto de la bala y la agitada sorpresa de la hiena al encontrar la muerte dentro de su cuerpo. Era más divertido ver a una hiena alcanzada desde una gran distancia, en el calor reverberante de la planicie, verla retroceder, verla iniciar ese frenético círculo, ver esa velocidad eléctrica que significaba que estaba corriendo contra esa pequeña muerte niquelada que había en su interior. Pero el mejor chiste de todos, el que hacía a […] agitar las manos delante de la cara, apartar la mirada y sacudir la cabeza y reír, avergonzando incluso a la hiena, la culminación del humor hiénico, era la hiena, la clásica hiena, que, al recibir la bala demasiado atrás mientras corría, se ponía a dar círculos enloquecidos, mordiéndose y desgarrándose a sí misma hasta que se sacaba los intestinos, y ahí se quedaba, expulsándolos de una sacudida y comiéndoselos con fruición”.
¿Por qué personajes tan dañinos para África han tenido que pisar sus campos, sus tierras, sus selvas y tupidas sabanas, y sus ‘verdes colinas’?.

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4 de julio de 2015

Visitar Roma es una 'catetada'

Hace unos días, en uno de los comentarios que el viajero insatisfecho rellena habitualmente en sus lecturas a otros blogs, aseguraba, con cierto tono de provocación, que la visita a Roma le parecía una ‘catetada’, una ciudad construida y resguardada para la admiración de arqueólogos y mitólogos y, según parece, la mayoría de los mortales tienen algo de ambas cosas. Alguno de los lectores posteriores le tachaban de ‘hijo de la gran puta’ (¿a cuento de qué?) por realizar aquel comentario totalmente inofensivo para cualquier admirador de la ‘Ciudad Eterna’. 
- ¿Dijo ‘catetada’?. 
- Sí, porque lo piensa. 
En esta breve entrada va a intentar explicar algunos de sus vagos argumentos al respecto, nada válidos -con seguridad- para aquellos que ante una nimiedad se sienten ofendidos y capacitados para lanzar hirientes insultos que, por supuesto, le resbalan, y mucho.
De entrada, y sin mayores análisis, no desea visitar Roma porque no le atrae nada, nada, nada la sensación de sentirse en un lugar adorado por los que le llaman ‘hijo de la gran puta’. Pero tampoco le entran ganas de pasear por sus calles porque todo esta visto, todo ha sido contado, todo ha sido desmenuzado por expertos, periodistas y literatos. La mayoría de estos hablan maravillas de la ciudad pero este mochilero se pregunta si no lo harán para no perder a sus lectores más fieles, por lo general, difíciles de fidelizar y, a veces, muy intransigentes. No le entra en su sesera, tampoco, que algún mortal, mal asesorado, quiera morir nada más pisar sus calles. Más bien, para los ojos lejanos de este mochilero, es una urbe rancia, como rancio es el ambiente turístico de sus calles, como rancias son las constantes idas y venidas de las sotanas rancias como si de un desfile se tratara.
No le gustan los palacios, pues prefiere un marco de convivencia distinto donde crezcan niños sencillos y, quizás, harapientos. No le gustan las catedrales porque admira más aquella casa donde el pobre trabajador disfruta del descanso con los suyos. No le gustan los monumentos porque aún conociendo su simbolismo ve otros lugares más discretos que dicen mucho más de las gentes que los habitan.
Aprovechando esta breve disertación, meditada, por supuesto, y pensando en las diferentes culturas existentes, con sus diferentes formas de habitar y vivir, va a reseñar alguno de ‘sus monumentos’ preferidos:

Casa tradicional ghanesa en la ciudad de Paga
Todo un ejemplo de cultura y diseño del mejor estilo tradicional del Sahel. Casa de barro y reliquia de la época esclavista, por situarla en una época. La baja y minúscula entrada y el alto murete que por el interior la bordeaba hacia imposible que cualquier persona no bienvenida pudiera acceder.  La mejor Capilla Sixtina de Ghana.

Casa tradicional ‘mursi’
Los ‘mursis’ son una tribu africana que se localiza en las estepas de Jinka y, en especial, en el valle del Omo, región central de Etiopía. Se dedican principalmente al pastoreo de ganado vacuno y también son buenos recolectores de miel. Las mujeres ‘mursis’ son fácilmente identificables por el gran ‘plato labial’ inferior que es parte de su cultura. Sus casas, tal y como se aprecia en la fotografía, tienen forma ovalada y están construidas casi íntegramente de hierbas salvajes secas. Para él, mochilero leonés, esta construcción de hierba seca es toda una Basílica de San Pedro.

Viviendas embera
Es conocida como ‘tambo’. Consiste en un armazón de madera construido sobre pilotes a una altura de unos dos metros sobre el suelo. El techo es cónico de hojas de palma. No suelen tener paredes  ni divisiones internas y, como muestra la fotografía, suelen estar repletas de objetos y utensilios familiares. Igualita, igualita a la Basílica Santa María la Mayor.

Casa del norte de Mozambique
Sencilla, su decoración exterior con figuras geométricas era un hecho que las distinguía y tenía algo que ver con la protección de sus antepasados. El suelo era de tierra y la mayoría de ellas con un único habitáculo interior. Nada que envidiar al Panteón de Agripa.

Los ‘kreung’ de Camboya
La casa familiar de la fotografía de paredes de bambú trenzado pertenece a la tribu ‘kreung’, al norte de Camboya. En su cultura, los hijos, al independizarse de sus padres, se construían casitas aledañas e individuales de bambú, diferentes en su altura según el sexo: siempre más alta la del chico que la de la chica.  Por su sobriedad podría compararse perfectamente a la Basílica de San Pablo Extramuros.

Las ‘tatas’ de los somba (Benin)
Eran casas de barro, tal y como se ve en la fotografía, con varios habitáculos interiores y una terraza en la parte superior -a la que accedía por una minúscula escalera- con varios pequeños habitáculos que servían de dormitorio a la familia (recintos circulares separados) y, también, de almacén para el maíz o el mijo. En la parte baja, hacían fuego y, por la noche, guardaban los animales. Estas ‘tatas’ serían identificables en todo con el Coliseo romano.

Casa flotante camboyana
Humilde casa flotante parecida a otras miles que constituían poblados enteros en la cuenca de los ríos y, especialmente, a orillas del lago Tonlé Sap (Camboya), donde familias enteras disfrutaban de esa íntima y relajante convivencia.  Por el agua y sus recovecos tiene ese aire a la Fontana de Trevi que no hay quien se lo quite.


¡Entended el mensaje!.

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