Aparte de sus viajes, necesitados del avión como transporte, este mochilero realiza intermitentes idas y venidas a su tierra natal que le ayudan a soportar el calvario madrileño. Ya en el pueblo que le vio nacer, si el tiempo le acompaña, cultiva matojos que a nadie interesan, riega con esmero arbustos inservibles, realiza largos paseos por los campos, descansa apoyado en un ribazo y vuelve a retomar su caminata cuando el cuerpo se encuentra entre relajado, después de su agarrotamiento anterior, y alegre, lo que anima nuevos pasos.
En su último viaje terruñero, una garbosa yegua soportó durante un buen rato su inconsciencia aventurera. Le permitió subirse y obedeció sus órdenes de carrera. Sintiéndose crecido por el éxito momentáneo y consentido, el viajero insatisfecho intentó ponerse de pie en su lomo desnudo.
No tiene constancia de que al animal en cuestión alguien, entonces, le susurrara al oído para que detuviera su galope, que lo hizo, lo que dice mucho de la inteligencia del animal pero también de la estupidez del viajero.
El público asistente a una cercana reunión aplaudió la reacción.
En su último viaje terruñero, una garbosa yegua soportó durante un buen rato su inconsciencia aventurera. Le permitió subirse y obedeció sus órdenes de carrera. Sintiéndose crecido por el éxito momentáneo y consentido, el viajero insatisfecho intentó ponerse de pie en su lomo desnudo.
No tiene constancia de que al animal en cuestión alguien, entonces, le susurrara al oído para que detuviera su galope, que lo hizo, lo que dice mucho de la inteligencia del animal pero también de la estupidez del viajero.
El público asistente a una cercana reunión aplaudió la reacción.
De la yegua, claro.
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