26 de enero de 2009

Aves en el manglar


Dejarse engañar puede ser una grata experiencia. Dejarse engañar en África, todo un acontecimiento.
La zona de Ziguinchor (Senegal), ciudad de ‘sabor’ francés, era uno de esos lugares peligrosos para los visitantes. La cercana frontera con Guinea-Bissau era muy permeable y los campos aledaños a Ziguinchor, refugio de guerrilleros regionales y del país vecino. Además, el río Casamance iba caudaloso entonces y su navegación era peligrosa aún contando con un potente motor, tuc-tuc.
Ambos peligros esquivaron a este viajero insatisfecho. A la orilla del río, en el puerto fluvial de la ciudad, engañado por un guía local (¿lo sería?), inició una de esas excursiones matinales que dejan regustillo en el recuerdo. Parajes bravos de río, parajes selváticos que olían a guerrilla, aguas que bajaban con fuerza, de cuando en cuando campos encharcados de aguas pantanosas, corrientes que tropezaban contra los manglares. Su fuerza hacía mover los cientos de nidos -tal vez, miles- de garzas y garcillas o, quizás, otras aves ribereñas que desconocía. Bonito espectáculo.
Desde la barca, ya entre los manglares, tocaba sus nidos, tenía sus huevos al alcance de las manos, palpaba su valor y, casi, sentía el ansia del ave que revoloteaba tímida y angustiada en su propio territorio que ni quería ni debía abandonar.
El viajero se sentía ofendido. Un intruso.
Al regreso, la corriente golpeaba con fuerza la barca. La noche caía cuando el río se imponía más crecido y caudaloso.
El corazón en un puño [¿vale la expresión?].
Arribaban ya de noche cerrada en el puerto fluvial de la ciudad.
El miedo, aún entre las piernas.
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21 de enero de 2009

El profesor de taekwondo


En un reciente viaje a Perú, en el trayecto de autobús de Tumbes a Trujillo, este viajero insatisfecho coincidió en el mismo asiento con un profesor civil de taekwondo, que daba clases en el ejército peruano. Entre las muchas cosas que se hablaron durante el largo viaje, este mochilero se interesó por la situación de las zonas alejadas de las ciudades y por la educación en ellas. El joven profesor -más parecía de ética que de deporte oriental- de mente preclara, se explayó largo rato, a veces indignado:
Acá en Perú, el programa de ayuda infantil se llama PRONAA, que quiere decir PROgrama Nacional de Asistencia Alimentaria, y es básicamente el apoyo alimentario hacia los ‘comedores populares’ y ‘comités de vaso de leche’. La idea desde el Gobierno es muy buena, pero el inconveniente es el trayecto y la burocracia que lleva este programa. Los malos funcionarios y personas-sin-escrúpulos que trafican con las necesidades de la gente más humilde.
Estos programas no llegan donde deben llegar.
Imagínate -añadía- el Estado debería comprar leche, pero no lo hace. En su lugar compra un producto que se llama, o denominan, enriquecido lácteo que se hace a base de todo, menos de leche (trigo, harina, soja, cereales etc.). Supongamos que el Estado compra 900 kilos (porque son en polvo), por ejemplo, para la región de Tumbes (ciudad del norte peruano). Se distribuyen entre las tres áreas zonales correspondientes. En cada una, 300 kilos. Cada zona tiene un promedio de 15 ‘comités de vaso de leche’ y cada comité un promedio de 30 beneficiarios. A la hora de repartir no alcanza, porque los mismos dirigentes venden el producto, o simplemente no lo entregan, o lo reparten entre su familia, a la que anteriormente clasificaron como ‘indigente’.
El problema viene a ser un asunto de moral y ética de cada una de las personas. Mientras más intermediarios existan, mayor será la corrupción
”.
Más claro, el agua.

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14 de enero de 2009

Lémures


Madagascar tiene una biodiversidad envidiable. La punta de lanza, su producto estrella, los lémures. Las amenazas y problemas que tienen el resto de las especies son los mismos que tiene este vistoso animal. Es importante partir de la idea de que Madagascar es un país esencialmente agrícola, en el que más de tres cuartas partes de la población dependen de ella para sobrevivir.
Los lémures son un tipo de primate, predecesor evolutivo de los monos y simios. Su nombre vendría del latín y significaría “espíritus de la noche”. Su hábitat primario son los bosques y no pueden sobrevivir en áreas deforestadas. Les pudo observar en unos protegidos montes cerca de Antsiranana (antes, Diego Suárez), pero el loco mercenario inglés que le acompañaba, en aquella única ocasión, le impidió disfrutar del paseo. El estúpido insultaba al guía, al conductor, al pequeño y sorprendido camaleón y a todo bicho viviente con quien se topara.
Los habitantes en Madagascar necesitan empleo y, como gran parte se genera en la agricultura, muchos recurren a la tala y quema de bosques para propiciar un espacio de cultivo. Un viaje nocturno a través de las carreteras de Madagascar puede dar una idea del desastre que está ocurriendo. En una sola noche de trayecto desde Antananarivo (capital) a Mahajanga -el viaje duró dos días- este viajero insatisfecho pudo observar al menos una decena de fuegos en el oscuro horizonte.
Imposible que un país aguante tal presión devastadora y esta isla, ya erosionada, puede morir de inundaciones y sequías al mismo tiempo.
La máquina de la protección del lémur está en marcha ¿llegará a tiempo?.

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8 de enero de 2009

Los jugos de La Triple Frontera


Cerveza, whisky, coca-cola, calimocho, fanta, cerveza, sangría, tinto de verano, calimocho, fanta,….
Nada. Nada.
Donde esté un jugo natural, tomado una mañana calurosa, con brisa matinal, y húmeda por las amazónicas aguas cercanas, que se quite cualquier brebaje moderno, mezclado de repelentes conservantes y aditivos. Este viajero insatisfecho siempre recordará aquellos jugos que tomaba nada más levantarse en Leticia (Colombia), una de las tres ciudades ribereñas que formaban La Triple Frontera.
En el mercado de Leticia, rodeado de puestos de frutas, verduras y carnes maltrechas, detrás de la hornacina de una simpática virgen, una de las muchas veneradas por el pueblo colombiano, estaba el chiringuitoLa piragua” donde servían los mejores jugos o zumos naturales, con carteles anunciadores de nombres estrambóticos, de frutas tropicales, desconocidas para este occidental europeo. Todavía, a veces, saliva cuando le vienen a su obtusa mente. Era, incluso, una particular forma de levantarse el saber que el jugo estaba esperando a la espalda de aquella kitsch y pretenciosa hornacina.
Eran los jugos de aquella selvática ciudad colombiana, que poseía almas-gemelas en Brasil y Perú: Tabatinga y Santa Rosa. Aquella zona, conocida como La Triple Frontera, tenía al río Amazonas como divisoria, además de una larga y terrible historia. Va a dejar que sea Javier Reverte quien explique con sus palabras, de experto periodista y viajero, la particularidad del lugar. Espera que Reverte sepa perdonar esta apropiación de conocimientos, tomados de su libro “El río de la desolación”:
Y por más que los mapas y las administraciones públicas las separen, estos hombres y mujeres fronterizos que habitan en mitad de una selva que no acepta comunicaciones por tierra con ningún otro lugar, son en el fondo una misma y única población. Da lo mismo que se expresen en dos idiomas y que las matrículas de sus autos sean diferentes y que cuenten billetes de banco con distintas denominaciones. La Triple Frontera es una geografía semejante: tres almas con un mismo cuerpo o tres cuerpos con el mismo corazón”.
Y además de los sabrosos jugos, estaba el río, bestia, vasto, grandioso, acogedor y fiero. Sus habitantes lo querían y lo respetaban. Prepárese aquel que ose dañarlo con malditos requerimientos industriales.
Les pertenecía y lo adoraban como los quechuas y aymaras a la pachamama.


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2 de enero de 2009

C h i k u n g u n y a


Hacía el equipaje. Aquí, unas zapatillas; allí, un pantalón liviano; en este apartado de la mochila, las gafas de sol; por el otro lado, sus calcetines de dibujos. Pretendía estar relajado y centrado, pero no lo estaba. Durante tres días había estado haciendo una investigación sobre el país y no le gustó nada saber que hacía poco habían sufrido, o estaban sufriendo, una epidemia. Este detalle le sumió en un sinfín de averiguaciones para ¿saber más?, ¿satisfacer su preocupación?, ¿abandonar la idea del viaje?. Un poco de todo. Nunca se había preocupado por esas cosas pero aquel viaje era distinto, no estaba dentro de sus planes inmediatos. No era su-viaje, no era el viaje del viajero insatisfecho.
La epidemia de chikungunya sigue extendiéndose, según la agencia AfrolNews. El virus chikungunya, trasmitido a través del mosquito, se extiende de una isla a otra en la región del Océano Índico. Las naciones isleñas conocidas como "paraísos" por los turistas se encuentran desamparadas en su lucha contra los mosquitos. En torno a 160.000 personas se han infectado tan sólo en la isla francesa de Reunión, y el virus se ha extendido a Seychelles, Isla Mauricio y Madagascar. Crece el temor entre los turistas a medida que la epidemia se extiende. Después de los ataques de alta fiebre, deshidratación y fuertes dolores, los pacientes se reestablecen lentamente por sí mismos. Solamente se sabe que las personas muy débiles, niños o ancianos, pueden correr el riesgo de morir. Pensaba para sus adentros: “No es nada agradable la noticia”.
El temor aparece entre el mundo turístico. “¿Y yo que soy? Acaso no soy un turista. Con ciertas particularidades, pero turista”.


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