27 de julio de 2009

Desidia (?)

Llegó a Bombay (ahora, Mumbai) en autobús, una manera como otra cualquiera de llegar. Le dejó en el centro, relativamente cerca de la estación del ferrocarril, a una hora muy temprana. El sol trataba de alzar aún sus rayos en la lejanía y la ciudad aparecía con una clara penumbra matinal.
Al atravesar con respeto las calles laterales a la estación Victoria, el espectáculo era impresionante, pero por lo mísero. Allí, en la soledad y el ruidoso silencio del amanecer no había más remedio que pensar que había demasiados indios en la vida india. Aligerando el paso, el viajero insatisfecho contaba y contaba las decenas de indios que, bajo los soportales, en los setos centrales divisorios de carriles y en los escasos metros del ancho de las aceras, dormían sin orden ni concierto, o tumbados unos al lado de otros. Algunos dormitaban sobre cartones o esterillas, pero la mayoría lo hacía sin nada que hiciera las veces de colchón y sólo con algunas prendas de vestir, con los brazos cruzados debajo de la cabeza. Los niños dormían unos sobre el costado, otros, boca arriba. Arrimados a sus padres, algunos; otros, yacían, como criaturas abandonadas, acurrucados en rincones llenos de suciedad y polvo. No se veían indicios de que poseyeran bienes, sólo cuerpos, sin hatos ni carretillas. Llegó a contar, antes de doblar una esquina, que ahora su mente cataloga como divisoria, unos cincuenta y ocho, que podían ser el doble.
En aquellos momentos, algunos desentumecían ya sus músculos después de haber descansado en el duro cemento o asfalto. El mochilero caminaba con prisas, como huyendo con su pesada mochila al hombro.
¿Miedo?. No, tal vez desidia. Porque ver niños tirados como desperdicios en la acera da desidia, e impotencia.
Llevaba su cámara en la mano.
Pudo sacar unas fotografías.
Nada más.
¿Miedo?. No, tal vez desidia, y vergüenza.
Copyright © By Blas F. Tomé 2009

18 de julio de 2009

La filosofía salvaje de la naturaleza

Siempre impresionó a este viajero insatisfecho la salvaje naturaleza, y la foresta, en especial. La vida que desprende. Allí donde hay árboles hay vida, hay maraña, desdén y desorden.
La vegetación tropical se desenvuelve libremente: matorrales, malezas, cortinas de enredaderas entrelazadas unas a otras, pasan de un árbol a otro, se cuelgan de las ramas mientras lanzan sus tallos al agua o a la humedad salvaje, se agarran a las raíces, al suelo, y no contentos con ello, la naturaleza planta sobre las plantas. De los recodos de las ramas surgen nuevos líquenes, nuevas plantas que almacenan agua para otros animales; musgo y hongos viven sobre agrietadas cortezas, y las plantas aéreas -a veces- como ‘graciosillos’ huéspedes, abrazan de muerte a su árbol hospitalario.
Caos organizado. Caos, caos, caos.
Los árboles seculares -reviejos- y de ahuecado tronco mueren sólo cuando algún rayo hiere su altiva copa. Ya nadie les quiere sin alimento, pelados, sin su savia que alimente a otras vidas vegetales trepadoras. Como mucho les sirve de apoyo.
Y se ven a lo lejos.
Hay, también, enormes peñas que el tiempo y la naturaleza van vistiendo con terciopelos de musgo: el polvo se deposita capa tras capa en sus huecos, la lluvia las fija y las aves siembran sus semillas. El proceso comienza de nuevo, lento, implacable, fiel a su destino. Fiel a su filosofía salvaje.

Copyright © By Blas F. Tomé 2009

10 de julio de 2009

"Al loro"

Hace unos días, el viajero insatisfecho leía una de las ‘entradas’ de un compañero blogger, en relación a los problemas de tinte racial aparecidos en Urumqi (China):

  • El masivo traslado al Tíbet y Xinjiang de miles de chinos de la etnia mayoritaria 'han', otorgándoles privilegios que les hacen prosperar por encima del resto, ha marginado a los habitantes originarios ['uighur'] a la vez que ha erosionado de forma irreparable su identidad. En Lhasa y Urumqi, las capitales regionales, los locales son ya una minoría frente al empuje de la diáspora china.

Atentos al parche” -como dice el dicho popular- en este país ibérico.
Al loro” -decía Tierno Galván- y a su invasión en este país ibérico.
La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”, según Mijail Bakunin.
Pero una cosa es la diversidad [ante la que el mochilero se ‘quita el sombrero’'] y otra, la usurpación y asfixia.
……

Quien haya viajado a China (el viajero lo ha hecho), podrá entrever que el régimen imperante en el país sería capaz de eso y mucho más.

Copyright © By Blas F. Tomé 2009

6 de julio de 2009

Jeepney's (Filipinas)


Tal vez este viajero insatisfecho retrató uno de los más llamativos que transitaban por las ciudades filipinas, pero con el grado decorativo que alcanzan los jeepney’s son dignos de ser catalogados como verdaderas obras maestras. Es un vehículo distinto. Distinto de lo visto hasta entonces, genuino, particular por su estética y misión socializadora para el filipino de a pie. Sus asientos laterales y a lo largo obligan a la mitad del pasaje mirar a la otra mitad. Allí, el filipino se codea, se empuja, se respeta.
La mitad observa a la otra.
Conceptualiza.
Capitaliza las miradas si es extranjero, o chica bonita, o moscón parlante.
El techo almohadillado en todos, o casi todos, cumple una utilidad anti chichones. Un muy loable acierto.
Este particular transporte conforma paisaje. No pueden decir lo mismo los taxis madrileños, o africanos, o los autobuses hindúes: no plantean al mochilero una mirada de asombro.
El paisaje-jeepney es especial, provoca curiosidad, miradas prolongadas si va circulando y sorpresivos movimientos. ¿Lo suscita esta fotografía?.

Copyright © By BlasFT 2009