M’banza
Kongo, también conocida como São Salvador do Congo, era una ciudad, capital de
la provincia de Zaire, en el noroeste del país. Fundada en 1483, fue capital
del antiguo Reino de Kongo. Renombrada por los portugueses como São Salvador en
los años 1568-1570, mantuvo este nombre hasta que Angola se independizó en 1975
y la ciudad recuperó su nombre inicial.
Una
vez visitada, y después de una estancia de dos días, el mochilero se preguntaba
si había merecido la pena internarse en el centro de país —un lugar que parecía
territorio de nadie— para ver lo que vio.
Sí,
había merecido la pena.
El
hotel estaba bastante bien. Un hotel de una sola planta con unas quince o
veinte habitaciones en línea y todos los servicios hoteleros habituales.
Descansar, a veces, o siempre, era una buena manera de disfrutar de un viaje.
En la parte alta —la ciudad se extendía también por las laderas y otras lomas aledañas— estaba el palacio del gobernador, en unos cuidados jardines presididos por un gran busto de Agostinho Neto, el fundador de la patria. No muy lejos de allí se encontraba lo más importante y reseñable: las ruinas de la Sé Catedral, una pequeña iglesia que se consideraba había sido el primer lugar de culto cristiano construido en África central. Estaban cuidados sus alrededores, bastante bien conservadas sus cuatro paredes de piedra y en la parte principal sorprendía el gran arco de entrada. Hizo algunas fotos y observó a un grupo de escolares, acompañados por dos maestras, escuchando las explicaciones de lo que parecía ser un guía, u otro maestro más.
De allí se dirigió al Museo de los Reyes de Kongo, un pequeño edificio recientemente restaurado con algún objeto histórico en su interior, entre ellos, el trono del último rey Kongo. Allí mismo se encontraba, también, el árbol de la Sangre, lugar famoso por la tremenda historia: fue el lugar de las ejecuciones ordenadas por el Manikongo, o rey Kongo. A pesar de su historia, para el visitante foráneo no era más que un árbol grande.
El último día alquiló una moto-taxi para recorrer los alrededores, que desde la altura de la ciudad se veían verdes y lozanos. Toda una mañana, sentado de paquete, observando diferentes mercados, humildes casas en las laderas, un gran hospital en construcción, barrios pobres, y poco más.