Uno
de los monasterios más impresionantes por su estilo y arquitectura, su
ubicación, su colorido, conectado a los alrededores, y sus vistas generales era
Noravank.
Para visitarlo, el viajero insatisfecho
tomó como base de operaciones un pueblo, casi ciudad, llamado Yeghegnadzor (¡vaya
nombre!), aunque hubiera sido más acertado parar en el pueblo de Areni,
conocido por su vino y sus bodegas. Las uvas de esta región llevaban
cultivándose muchos, muchísimos años como demostraba el descubrimiento, hace
años, de la bodega más antigua del mundo (de 6.100 años), en la cueva Areni-1.
Se
hospedó en una casa de huéspedes, familiar. En un rato de tarde, paseó por las
calles de Yeghegnadzor bajo un fuerte calor que le animaba a ir por las sombras
de la gran cantidad de árboles frutales y nogales que se encontraban al borde
de las aceras y en los huertos ubicados en los márgenes de las estrechas calles
que subían y bajaban por los diferentes montículos de la geografía irregular de
poblado. El propio dueño de la casa de huéspedes le acercaría en su coche
particular, tomado a modo de taxi, al monasterio de Noravank.
Una
carretera que circula por un estrecho valle servía de acceso al monasterio, sin
duda uno de los más espectaculares de Armenia. Como el libro-guía sugería
visitarlo al atardecer por los tonos cobrizos de los acantilados que rodean al
monasterio, eso hizo. Y sí, sin duda, la imagen del lugar y del propio
monasterio adquiría más fuerza pues la piedra rojiza y dorada de las iglesias
allí edificadas adquiría una maravillosa luminosidad.
El
edificio principal era la iglesia Surp Astvatsatsin construida, en 1339, sobre
el mausoleo de Burtel Orbelian, enterrado aquí con su familia. Los historiadores,
según recogía la documentación consultada, decían que la iglesia recordaba a las
estructuras funerarias en forma de torre creadas en los primeros años del
cristianismo.
Al margen de los temas históricos, el recorrido bajo un fuerte calor que se generaba en todo el valle descubría rincones y momentos mágicos. La reposada observación de los acantilados de los alrededores revelaba formas, sombras y coloridos de gran belleza. No permaneció mucho tiempo en aquel lugar, pero le dio tiempo a subir por una ladera para contemplar en toda su magnitud el complejo monacal y a los visitantes admirando y deteniéndose en cada edificio arquitectónico.
A través de las siguientes fotografías será más fácil apreciar el sitio y su entorno.
Noravank, desde la carretera de acceso
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