Playa de Shela
El
día en Lamu era de lo más relajado y tranquilo. El hecho de que no hubiera
carreteras ni vehículos a motor en la isla, sosegaba la mente del viajero insatisfecho, tranquilizaba el
espíritu e imponía una rutina sin prisas ni agobios. Estuvo allí dos días, tres
noches. Se levantaba con uno de los tostones parlantes que impone el muecín (hombre
que desde el alminar de la mezquita convoca en voz alta a los fieles musulmanes
para que acudan a la oración). Luego, desayunaba opíparamente en un restaurante
cercano, semi-autoservicio y repleto de gente local que se ponía ‘hasta las
cejas’ a esas tempranas horas, o no tan tempranas. Por pura inercia, el
mochilero hacía lo mismo que ellos. Más tarde, bien alimentado, se acercaba
al dique que estaba enfrente y esperaba a que algún caza-turistas le ofreciera
una barca para ir donde en ese momento le llevaran. El primer día se fue a la
cercana playa de Shela. Ya en ruta, la pequeña embarcación bordeaba la isla muy
cercana a la costa donde se veía, a escasos metros, a la gente transitar por un
largo paseo, a veces, pequeña senda. Ya en la playa, pudo comprobar el escaso
turismo existente. Una inmensa playa de varios kilómetros de extensión lucía
totalmente vacía, ni una sola toalla tendida sobre la arena, tan solo en el
largo paseo se cruzó con dos turistas, en apariencia jubiladas, que iban detrás
de un perro que brincaba sobre la orilla y ladraba de vez en cuando al sol. Dos
jóvenes de la isla cargaban de arena las alforjas de unos obedientes y
pacientes burros, único medio de transporte y carga de la isla. Les sacó varias
fotos aunque ya les había hecho muchas en la ciudad. Bueno, es más, fueron los
protagonistas fotográficos durante la estancia en la isla. ¡Ya quisiera
Angelina Jolie haber sido tan fotografiada!.
Cargando de arena las alforjas
La
playa de Shela estaba bordeada de unas bonitas dunas, protegidas por el
Departamento de turismo keniata, aunque entre ellas ya había construido un
palacete -de manera ilegal, seguro- un
personaje ‘oversea‘ (de ultramar).
Simulaba, un fortín medieval y en aquellos momentos un obrero limpiaba la arena
del acceso y acondicionaba las plantas del jardín. Se acercó y le preguntó
quién era el propietario. Le dijo que era una persona oversea, alemán para más señas, que venía de vez en cuando.
Construcción en la playa
¡Turismo
invasor y destructor de dunas de arena protegidas!.
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