23 de junio de 2012

Ceremonia del café


Le sorprendió a este mochilero que el café estuviera tan implantado en Etiopía. Quizás su sana torpeza de conocimientos sobre el país contribuyera a ello, pero alrededor del café había todo un ceremonial y, también, todo un mundo artesanal. Significativo era que la portada del libro-guía que llevaba al viaje era una fotografía de un pote de cerámica dedicado a ese particular ritual, pero ni por ello se percató antes. En varios mercados visitados y en el mercadeo callejero era habitual encontrar el puesto de artesanía del café que se componía, casi exclusivamente, de decenas o centenares de potes utilizados para la ebullición del preciado café.
Era también llamativo ver en ciertos restaurantes y en determinados días finas hierbas verdes extendidas como alfombra por toda la entrada: este detalle anunciaba que allí se oficiaba la ceremonia del café, una tradicional forma de hospitalidad.
A este viajero insatisfecho le dedicaron, en una casa particular, casi dos horas de una bonita tarde etíope a este ritual que observó sin perder detalle, disfrutó y agradeció por lo mucho que suponía para el alma acogedora del pueblo etíope. Miraba absorto la sonrisa amable de la joven encargada de ello, y a su también adolescente hermano, por quien entonces fuí invitado.
¡Gracias, Abraham!.

Abraham y su hermana, durante la ceremonia del café
Los granos de café eran tostados en una sartén sobre un brasero vegetal, mezclándose el aroma con el desprendido por el incienso que acompañaba toda la ceremonia y que el hacedor lanzaba hacía el homenajeado con un suave movimiento de una verde y sencilla rama, a modo de abanico. Después los granos eran machacados en un mortero, y añadidos a una cafetera negra de estrecho caño donde finalmente el agua se llevaba a ebullición.
Se servía en pequeñas tazas sin asa.
Entretanto, la conversación surgía natural por la amabilidad del ambiente concebido.
¡Salud!.


Copyright © By Blas F.Tomé 2012

12 de junio de 2012

Subida a Nkhata Bay


Cococrilos en el PN de Liwonde, fotografiados dos días antes de tomar el Ilala II

Si bien para la bajada hacia el sur de Malawi había utilizando los buses locales como medio de transporte, la subida desde Monkey Bay hacia el norte la realizó este mochilero en el Ilala II, un barco que hacía el recorrido una vez por semana en cada dirección, con múltiples paradas en su lento trasiego. Este viajero insatisfecho quería ir hasta Nkhata Bay. ¿Por qué?. Porque el único motivo para utilizar el barco era para vivir la experiencia: quería hacer una navegación más larga que la del año anterior por el lago Victoria.
Entre la variedad de paradas que hacía aquel viejo buque, una era en el apeadero de las islas de Likoma, a orillas de Mozambique pero pertenecientes a Malawi. La noche era oscura y de escasa visibilidad pero el traqueteo y la bocina del barco, que aminoró la marcha aún sin atracar en puerto por carecer de él, alertó a los de la orilla que se lanzaron al encuentro en pequeñas piraguas cargadas hasta los topes. Tan sólo se veía alguna tenue luz, indicadora de que se acercaba un tropel de ‘barquichuelas’ para hacer el intercambio de mercancía y pasajeros. Una vez colocados al costado del Ilala II parado, unos subían y otros lo abandonaban para ocupar el puesto en alguna pequeña barca de aquellos que ya habían ascendido. Todo un trasiego desordenado y peligroso aunque no exento de acertados movimientos.
Así es África. Llena de escenas.
La noche pasada, sin camarote y tumbado bajo las estrellas en la parte alta de la cubierta, se convirtió en una minúscula aventura. Arropado con una liviana manta, robada en el avión de ida de KLM, y orillado al cajón de los salvavidas del barco pasaría la noche en un duerme-vela permanente.
Ese estado intermedio fue interrumpido por una sucia y achispada negra que, a falta de abrigo y para evitar la brisa nocturna, utilizaba con descaro la parte sobrante de la manta robada. Allí se la encontró, al pasar ‘del duerme’ a ‘la vela’, al menos dos veces acurrucada a su lado.
Insensata.
A media mañana, del segundo día, avistaban Nkhata Bay.
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3 de junio de 2012

Los monasterios del lago Tana


Mucha gente en España no conocerá, ni de oídas, los monasterios del lagoTana (Etiopía) y eso que eran/son parte de la historia del cristianismo; ortodoxo, pero cristianismo al fin y al cabo.
Los monasterios, situados a lo largo de toda la geografía del lago, eran realmente peculiares. Se repartían por sus orillas e islas allí enclavadas, a las que hoy día se podía llegar en barco si uno se dejaba engañar por alguno de los muchos taxistas/barqueros de Bahar Dar. Cuando las pequeñas embarcaciones de papiro navegaban como únicas disponibles, en no tan lejanas épocas, aquellas islas eran para muchos remotas e inaccesibles. Se creía -una de las primeras cosas que a este viajero insatisfecho le dijo el barquero- fueron escondite de muchos tesoros, puestos allí a buen recuado durante los difíciles años.
Ya en el recorrido por el lago, se veían varias de estas embarcaciones hechas de papiro, los tankwas (primera fotografía). No debía ser muy aconsejable (quizás, prohibido) alquilarlas pero al divisarlas en medio del lago su endeblez, cutrez y rústica apariencia incitaban a ello.
Impactaban.
Con la visión de los monasterios, en especial de los monjes, sentíase transportado a los tiempos de Pedro Páez, singular monje español de primeros del siglo XVII que apostó por evangelizar en la zona.
Algo vería el ‘joío’.
No piense el lector/blogger que los monasterios constituían un lugar idílico, más bien algo caótico pero de genuíno impacto visual. Hasta ciertas acciones en apariencia rutinarias de los monjes, se le antojaban a este mochilero, sorprendentes, no exentas de un tufillo de falsedad de ‘cara a la (turística) galería’. Sus edificios, casi todos ellos circulares -eso sí, en su interior la mayoría recargados de pinturas y ‘santitos de colorines’- desentonaban con sus remotos orígenes por los tejados cónicos de latón (material ‘cuasi-peste’ en África) que coronaban entonces la mayoría de ellos.
¡Ayyy, si Gebriel Maryam [o el sursuncorda], levantaran la cabeza!.
Repondrían la tradicional cubierta de paja de ‘teff’.
Copyright © By Blas F.Tomé 2012