Si hay algo que todo el mundo recuerda del país dónde va a viajar en pocos días es la ‘revolución del azafrán’. A mediados del 2007, el precio del gas natural subió en el país un 500% y el del petróleo un 200% lo que produjo alzas generalizadas de los precios, desde los billetes del autobús al arroz. A finales de agosto, un grupo de manifestantes de la “generación de 1988” (llamada así por los enfrentamientos, con centenares de muertos, en esa fecha concreta) fue arrestado por organizar una marcha contra la inflación. Las protestas aumentaron tras el 5 de septiembre, cuando los monjes denunciaron el aumento de los precios en una manifestación en Pakokku. Como respuesta se formó la Alianza de Monjes de Toda Birmania que calificó al Gobierno de “maligna dictadura militar”.
Poco
a poco, con este texto inicial, el viajero
insatisfecho ha ido mostrando su próximo destino: Birmania o Myanmar.
Myanmar o Birmania. Tanto monta, monta tanto. Y es tanto así que un prestigioso
libro-guía como la Lonely Planet pone
en portada Myanmar, en letras grandes, pero debajo, en tipografía un poco
más pequeña y entre paréntesis, Birmania.
Habría
que decir que este hecho histórico de la ‘revolución del azafrán’ no fue ni
azafrán ni revolución. De entrada, los monjes birmanos llevaban túnicas de color
granate, no azafrán. Lo revolucionario de los acontecimientos, según dice el
libro-guía, fue que, por primera vez, los hechos fueron difundidos por vídeo
ilegalmente a través de la televisión por satélite o internet. Verdad es,
porque este mochilero recuerda perfectamente las crónicas que sobre aquellos
acontecimientos retransmitían los noticieros españoles, sacadas, o
implementadas con imágenes de las televisiones por satélite.
Ahora, aquello parece
tranquilo de revoluciones aunque no de noticias. Entre las últimas, el éxodo de
los rohingyas, un pueblo de religión
musulmana dentro de un país esencialmente budista. Un pueblo que algunos dicen
"sin Estado y sin amigos" en Myanmar, de ahí que miles de ellos estén
huyendo hacia la frontera de Bangladesh. En enero de este año, 13 premios Nobel
criticaron abiertamente en una carta a la premio Nobel de la Paz, Aung Sang Suu
Kyi, quien tras dos décadas bajo arresto domiciliario lidera ahora el gobierno
de Myanmar. Y la critican por su pasividad ante este éxodo, casi un exterminio.
Huida de los rohingyas hacia Bangladesh
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