Todo
lo previsto, además, se fue al traste cuando el autobús que le llevaba a la
frontera se averió en la noche, en medio de la nada. Allí varados o parados,
este viajero insatisfecho entró en
un duerme-vela que le duraría hasta el amanecer. ¿Y después? Espera, espera y
espera. Una espera hasta que apareciera un mecánico; desarmara el eje de una de
las ruedas; lo llevara a la ciudad cercana para repararlo y, luego, debería
montarlo de nuevo. El plan previsto: unas siete u ocho horas de avería.
Una vez desperezado de su inquieta dormida en el asiento del bus, se informó sobre el lugar donde estaban averiados: a unos 60 kilómetros de San José de Chiquitos. Como esta población pensaba visitarla al regreso, decidió hacerlo antes. Hizo autostop, en dirección contraria, para tratar de llegar al lugar y evitarse así una espera interminable en medio de aquella boscosa zona solitaria.
Un camionero paró y le trasladó a la población. Era un veterano de la carretera que transportaba todo tipo de materiales de Brasil a Santa Cruz de la Sierra y, según sus palabras, un empleado fiel de la empresa que le daba trabajo. La agradable charla con él derivó hacia su pasión por los españoles, de quienes se sentía hereditario. Y, claro, no era lo mismo ser “cruceño” (de Santa Cruz) que “paceño” del altiplano (originario de La Paz). Criticaba sin piedad a éstos como si de sus enemigos se tratara: eran —para el camionero— indígenas mohínos, falsos, deshonestos. Mala gente. Este mochilero no supo cómo reaccionar, ni intentó defender a los habitantes de una zona (La Paz) que aún no conocía.
San
José de Chiquitos
era un pueblo de unos 30.000 habitantes, poco ruidoso, y cuyo máximo atractivo
era la misión jesuítica, construida a finales del siglo XVII. Actualmente, ocupaba
uno de los laterales de la plaza principal, un conjunto muy bien conservado, en
especial, la iglesia —con su bonita fachada principal— que aún mantenía su culto
y donde celebraban misas al caer la tarde.
[En 1607 los jesuitas fundaron la provincia
jesuítica del Paraguay, que comprendía territorios que hoy forman parte de
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Esta provincia tenía a
su frente un Superior o Padre Provincial, cuya sede se encontraba en Córdoba
(Argentina). Un año después de la fundación de esta provincia, se dispuso la
creación de las misiones o reducciones jesuíticas y franciscanas, y se inicia así
el viaje jesuita por la región. Este San José fue una de las reducciones que
estos atrevidos religiosos fundaron].
Recorrió ese mismo día el centro local, que era pequeño, alrededor de la misión, y admiró sudoroso —hacía un calor exagerado— el interior de la iglesia y su patio, también conservado, ubicado en uno de los laterales. Varios murales monocromos (de un marrón oscuro) en sus paredes representaban escenas locales antiguas y daban el aspecto de una vida misionera-monacal de sensibilidades artísticas.
Al día siguiente, contrataría una moto-taxi para acercarse al sitio arqueológico de Santa Cruz de la Vieja, la primera ciudad fundada (a escasos kilómetros), y —siguiendo el camino— al valle de la Luna (a cualquier cosa apodan así), unas irregulares formaciones rocosas combinadas con la vegetación existente. Desde allí, se veía de frente cómo se erguía el cerro Turubó —en español, cerro solitario—, guardián de los josesanos.
Una evidente tranquilidad desbordaba la zona y se apreciaba desde aquellos miradores antes de llegar e, incluso, desde el valle de la Luna. A la mañana siguiente, confirmada la ausencia de trenes desde Puerto Quijarro, tomó la alternativa de regresar de nuevo en bus a Santa Cruz. Ya conocería la frontera brasileña en otra ocasión.